24 may 2013

La partida


Zaira conducia su deportivo a toda velocidad por la autopista, en el último instante giró el volante y desvió el coche en la salida. No redujo la velocidad, apuró los frenos.
Llegó muy rápido a la ciudad, esquivando coches por la derecha o por la izquierda, donde encontraba el hueco para colarse. 
Los semáforos la respetaban. Llegó al hotel.
Aparcó delante de la puerta.
El mozo salió a ayudarla, al bajar ella le regaló su vista más íntima dejando entrever su minúscula ropa interior debajo de la minifalda negra que vestía. Miró fijamente a los ojos del chico, reprochándole su desliz, el bajó la vista.
Entró en la habitación del hotel. Dejó el maletín con el dinero encima del escritorio. Se desnudó y se dispuso a tomar un baño. Necesitaba relajarse. Había conseguido su propósito, ahora a compartirlo y esperar la próxima llamada.
No tardaría mucho, seguro.

Su contacto dentro del casino era Sofia, una camarera, amiga suya, que conocía muy bien el percal.
Por una buena comisión y sin ensuciarse las manos la acercaba a la presa, normalmente hombres solos, de mediana edad, con mucho dinero en juego y atractivos, pero Zaira no desaprovechaba ninguna ocasión, si eran hombres más mayores o mujeres y había mucho dinero en juego, tambien atacaba.
Tenía que actuar rápido, las cámaras te reconocen, y la salida no es muy amable.
Tres o cuatro presas y cambiar de local.
Con Sofía estaba ya apurando, la próxima sería la última.
Se quedó dormida.

Al atardecer sonó el movil.
El contacto estaba a punto, ganaba mucho dinero ya y queria más.

Ella se vistió, después de la ducha.
Un vestido rojo muy sugerente que realzaba su figura, largas piernas a la vista, en el interior de la corta falda ajustó la aguja.
Un pequeño hilo invisible la conectaba al disparador enganchado en una horquilla. El ligero movimiento de su cabello rubio la disimulaba, solo tenía que tocarla discretamente y actuaba.
En la costura del vestido alojaba el minúsculo recipiente que contenía la droga.
Aún recordaba a su novio científico, antes que se volviera loco, le explicó como funcionaba su descubrimiento, pudo rescatar una buena parte, suficiente si hacia bien las cosas, para retirarse con mucho dinero. Pero tenía que explotar sus armas y mantener la cautela, la policía ya le seguía los pasos.

Salió del hotel, las miradas se posaban en su espectacular cuerpo, lo notaba.
Subió al vehículo, le gustaba ir rápido. Llegó al casino, aparcó y entró.

Sofía la esperaba y la acompañó a la mesa de la ruleta, nunca supo como lo hacia, pero una silla junto al hombre estaba vacía.
Se acercó mucho a el, mientras jugaba, ella no consiguió ganar, pero el hombre si podía verla y olerla.
Mientras sus ojos se desplazaban hacia el escote de Zaira y se rozaban sus piernas, activó su artilugio, la droga entró en el torrente sanguíneo.
Había empezado la aventura. El pez picó el anzuelo.
En pocos minutos el hombre  se retiró del juego, ya había ganado suficiente y la invitó a irse con el.
No le disgustaba, era bien parecido, simpático y tenía lo que ella quería.
Cambiaron las fichas por dinero, mucho.
Y se fueron al hotel.
Sin casi darse cuenta estaban en la habitación, la ropa iba cayendo por el pasillo, desnudos llegaron a la cama flotante.
El hombre estaba bien armado, en parte porque la droga ayudaba mucho.
En pocos minutos el éxtasis empezó a notarse. 
Zaira cabalgaba sobre el.
Los gritos y gemidos se podían oír nítidamente fuera de la habitación.
Cada vez mas rápido, era vertiginoso.
Al límite. 
El orgasmo explotó, pero todo seguía.
El hombre aguantaba.
Perdieron la noción del tiempo hasta quedar rendidos, sudorosos.
Zaira se levantó y se duchó, al salir, recogió todo el dinero en un pequeño maletín y se marchó.
El hombre estaba muerto.
Recuperó su deportivo, condujo hasta el hotel a toda velocidad, no tenía nada que perder.
Al llegar canceló la habitación, pago la factura y se marchó.
Mientras viajaba en busca de su próxima meta, recordaba a su novio.
Aquel descubrimiento, aquella droga, cambió su vida.
Era un potente estimulante sexual, que es lo que estaba buscando, pero a la vez anulaba la voluntad de la persona que recibía la droga, lo necesario para poder robar. 
El problema vino al descubrir que el riesgo de muerte era muy elevado.
Zaira usaba una cantidad alta con sus presas para asegurarse el éxito, contaba con una gran ventaja, el hombre moría de un ataque cardíaco, pero el producto no era detectado en las autopsias.
Su desventaja era la policía, ya sabían que tanta casualidad no era normal e iban pisándole los talones.

Zaira descansaba en un nuevo hotel, en el televisor daba la noticia del ejecutivo muerto después de ganar en el casino.
La policía había detenido a una sospechosa, cuatro muertos de idéntica manera no era muy normal.
Y Zaira no podía creerlo, era Sofía.
Sabía que estaba en peligro, tenía que salir rápido y alejarse.

Estaba preparando de nuevo la maleta, guardó con mucho celo la droga, quedaba poca ya, el proyecto llegaba a su fin.
Llamaron a la puerta, sorprendida abrió. 
Una mujer muy atractiva, pelirroja, con unos labios carnosos y la nariz pequeña, usaba un perfume caro, el vestido negro era muy ajustado al cuerpo, con curvas sugerentes.
-Zaira? Le preguntó.
-Si, soy yo, aunque se arrepintió al instante de destaparse.
-Me llamo Serezade, soy policía científica.
Zaira no sabía que hacer, la chica siguió explicándose.
-No te preocupes, no vengo a detenerte, con nuestra investigación, descubrimos a tu novio y sus experimentos, sabemos que estaba loco. Después atando cabos, los casos de muertes en los casinos que te relacionaban a ti.
Lo demás ya lo sabes. Solo te propongo un trato, nadie sabe que estoy aquí y que se quien eres.
-Qué quieres decir? Preguntó Zaira.
-Me dejas entrar y charlamos más íntimamente?
-Claro, pasa, dijo ella.
-Mira, se como funciona la droga, el me puso al tanto, antes de morir también, loco de remate.
Pero no quiero retenerte, prefiero hacerme socia.
Tengo amistad con dos banqueros muy ricos, si aceptas, después de esta, nos retiramos las dos con mucho dinero y cada una por su lado.
-No será una trampa? Preguntó Zaira, porque hasta ahora no podéis acusarme de nada.
-Tendrás que fiarte, no tienes opción, si no aceptas destaparé el asunto y te detendrán rapidamente.
-De acuerdo, prefiero arriesgarme dijo Zaira.
-Pues, como te dije, concretaré unas citas con los banqueros, una cena con espectáculo, pasamos por sus casa y limpiamos las cajas, después repartimos las ganancias. Te parece bien?
-Si lo ves tan fácil, adelante.
-Preparalo todo para esta  noche, a las nueve vengo a recogerte.
Y se despidieron.
Zaira estaba extrañada, pero si era una trampa, estaría preparada.

Sonó el movil, era Serezade, le dio la dirección y la hora.

Zaira, se vistió, esta vez con un vestido blanco muy corto, que dejaba ver claramente el pequeño tanga, por encima una blusa de seda rosa disimulaba sus curvas, las altas botas completaban su espectacular figura.
La dirección era de un selecto club, le abrieron la puerta y entró.
Esperaba Serezade.
La acompaño a la mesa.
Allí dos hombres algo mayores pero muy trajeados ya tomaban unas copas. Se presentaron.
Con un rato más hubo suficiente, su vestido estaba preparado, las manos de los hombres no tardaron en conseguir su objetivo y el pinchazo fue efectivo.

Decidieron marcharse juntos no sin antes pagar.

Entraron en la habitación del hotel, una suite muy lujosa y grande con un extraordinario  jacuzzi. 
Allí empezaron los cuatro, la noche  de sexo.
La orgía fue subiendo de tono con el paso de las horas. Esta vez la dosis de droga era alta, para acabar el producto y retirarse.
El sudor y los gemidos se sofocaron en una cama redonda.
Zaira no sabía que le daba más placer, la mezcla era explosiva, el clímax se extendía en el tiempo.
Hasta caer exhaustos los cuatro en la cama.

Amanecía cuando Zaira despertó. Los hombres estaban muertos.
Serezade se vistió a la vez que ella, con ropa más cómoda que habían traído en una pequeña bolsa. Unos tejanos y una camisa.

Salieron del hotel discretamente. Pidieron un taxi.
Solo quedaba el último paso.
Acercarse a las mansiones de los hombres, ya tenían las combinaciones de las cajas fuertes y las llaves para entrar. El plan estaba estudiado al milímetro, no habría nadie dentro y las cámaras de seguridad desconectadas.
Llenaron las maletas con el dinero, mucho esta vez.

Solo faltaba irse de allí.
Zaira quiso despedirse de Serezade, la abrazó dándole un beso y agradeciéndole su ayuda.
Ella sonriendo, le dijo.
-Necesito que me lleves a un lugar y nos separamos para siempre.
Zaira aceptó.
Subieron de nuevo al coche, a toda velocidad como siempre, llegaron al parque donde quería Serezade.
-Para, aquí mismo, le dijo.
Ahora baja del coche, sacando una pistola.
-Pero, se quejó Zaira, me vas a traicionar.
-Era el riesgo que corrías, contestó Serezade, no te preocupes, no te mataré. Me llevo el dinero.
Apáñate como puedas.
Zaira, triste, abrió la puerta para bajar del coche, pero el ruido de la pistola cayendo al suelo, hizo que girara la vista. 
Serezade estaba muerta.

La sonrisa se pintaba en su cara. De un empujón sacó el cuerpo fuera. Arrancó el coche, entró en la autopista y aceleró estrujando los caballos del deportivo.

Su plan no había fallado.
No fiarse de nadie le había salvado esta vez.
Con el beso de despedida Zaira consiguió acercarse lo suficiente para el pinchazo que necesitaba, la última dosis de droga entró en el cuerpo de Serezade. La despedida había sido real.

La aguja del velocímetro seguía subiendo. Al límite.

2 comentarios:

  1. Me gustaaaaaaa!! Un cuento con tres grandes mujeres que saben lo que quieren y son responsables de ello......jajajajajaja Tienen nombres muy bonitos las tres.:-P Gracias por darnos esta semana dos cuentos.Muaaaa

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  2. Aunque creo que lista, lista solo hay una en esta historia y con mucho dinero.
    Jajaja

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