25 mar 2014

Sigue sin fiarte de tus ojos.

El doctor atendió el teléfono que sonaba, se giró hacia Lidia.
-Lo siento, o escapas o te pillarán, preguntan por ti.
-Quien es? Dijo ella.
-La policía, alguien te ha reconocido como la persona que pidió ayuda, cuando mataron a Samuel.
-No puede ser, usted me aseguró que no correría ningún riesgo.
-Márchate, dijo el doctor, intentaré despistarlos.

Lidia se despojó de su bata blanca y salió hacia el exterior del apartamento.
Al asomarse, oyó como varios agentes de la policía subían.
Decidió ascender al siguiente piso.

Al llegar a la altura de la puerta, esta se abrió, desde dentro un figura de hombre fuerte, la arrastró y cerró de nuevo.

-Veo que has vuelto, oyó desde el suelo.
-Como? Dijo ella.
-Lidia, antes nos engañaste, las joyas no eran verdaderas, pero te llevaste el dinero.
-Que joyas? Preguntó la mujer.
-No te hagas la tonta, tu contactaste conmigo para venderme las esmeraldas. Pero...

Lidia empezó a entender todo, no sabía como había entrado en la ilusión de Samuel, ella solo lo había matado para cerrar el problema.
Las lentillas habían fallado y tuvieron que hacerlo para mantener vivo el invento. Pero no podía creer que le estuviera afectando a ella también.

Poco a poco encajaban las piezas.
Ella no había matado realmente a Samuel, sino que el doctor la convenció para entrar en su sueño y hacerlo, aunque no sabía como.

Una pistola apuntándole al corazón la sacó de su razonamiento.
-Bueno Lidia, nos vas a dar las esmeraldas o el dinero, si no quieres morir.

Ella intentaba seguir razonando, si estaba en la ilusión de Samuel y lo había matado, como podía seguir allí.
A menos, que estuviera en su propio sueño.
Pero la pistola cada vez apretaba más la piel, no parecía irreal, no.

Lidia quiso ganar tiempo.
-Mira, todo esto es un lío montado por el ruso, hizo que le robara, para vendértelas a ti, nos ha engañado a los dos, después al salir, nos dispararon y quitaron el dinero.
-Vaya!! Veo que estás muy perdida tu también.
Hagamos una cosa, llévame hasta el ruso, allí discutiremos que hacemos contigo.

A Lidia no le quedaba otra opción que entrar en su juego, esperando mientras despertar, sabía que las lentillas la llevarían, de nuevo al doctor, allí sería el momento de librarse.

Los dos hombres, le ataron las manos, le taparon la boca y con una bolsa negra, la cabeza.
Lidia notó como la subían en un coche y se ponía en marcha.
Al poco rato, el coche paró.
Bajaron y fueron andando, casi a cuestas.
Subieron en una tarima, mientras le ataban una cuerda al cuello. Un hombre a su lado la tenía sujeta.

Le destaparon la cabeza, la cuerda atada a su cuerpo estaba, en el otro extremo, anudada a una gran viga, miró hacia abajo, la madera donde se apoyaba flotaba en el vacío de un pozo, si la movían, ella caería sin remedio y moriría ahogada por el nudo de la cuerda.
La mente de Lidia seguía discurriendo soluciones, pero un vehículo entró en la nave, parando delante de los dos hombres.
Era el ruso acompañado de sus esbirros.

-Para que me has llamado? Preguntó el hombre.
-Queremos aclarar una pequeña confusión, contestó el marchante que había retenido a Lidia.

-Yo no veo ningún problema, ahora mismo, mis hombres os mataran a todos y recuperaremos las joyas. A la primera que matáremos será a ella por traicionarme.
Continuó el ruso.

-Espera, dijo el secuestrador, pero si las joyas son falsas, devuélveme el dinero, o crees que sería tan tonto de llamarte sin tener protección.
Ahora mismo estás sobre una bomba que se ha enganchado a tu coche.
Al menor disparo o sonido similar, explotará.
Moriremos todos.
Solo hay una manera de desconectarla. Un hombre que está escondido en el tejado lleva un mando a distancia, si me das las esmeraldas o el dinero, desconectará el artefacto.

-Veo que estás muy preparado, continuó el ruso, solo hay un pequeño inconveniente, yo no tengo las joyas, me las robó ella y tampoco el dinero, cuando intentamos atraparla, lo escondió.

El marchante no dijo nada, solo se giró hacia Lidia.
Hizo un gesto con su mano y...

El hombre que sujetaba a la chica, la empujó hacia el fondo del pozo.

Antes de empezar a chillar, oyó como le susurraba al oído;
-Quítate las lentillas.

Mientras caía, notó como el nudo de la cuerda se deshacía, no estrangulándola, pero el golpe con el agua del fondo del pozo la dejo malherida.

Solo pudo oír, como la bomba explotaba.

Lidia se incorporó, el artefacto produjo un agujero tan grande que veía el exterior, el pozo la salvó de una muerte segura.
Notó la cuerda aún enganchada a su cuello, alguien debió cortarla instantes antes de caer.
La usó para trepar por la roca y poder salir de allí, el escenario era dantesco.

Ya en la calle, corrió cuanto pudo, pero no sabía donde estaba.
Llegó a una carretera y paró un vehículo, un hombre mayor la aproximó a la ciudad, muy lejos no estaba, porque el viaje con el marchante había sido muy corto.
Al llegar, su primera opción fue acercarse al piso del doctor.

Al acceder al portal, notó que la arrastraban dentro.
-Si que has tardado, oyó.
Al girarse la sorpresa fue mayúscula.

-No puede...
No puede ser. Yo te maté, lo recuerdo perfectamente.
Que eres un fantasma? Has venido para atormentarme?

-No, no Lidia, soy Samuel, nunca llegaste a matarme realmente, lo dos estamos metidos en la misma historia por culpa del doctor, desde el principio estábamos juntos, no se como consiguió conectar tus lentillas y las mías, pero ha mezclado nuestras ilusiones.
Lo único que espero es poder despertar y encontrarte a mi lado en la vida real.
-Pues, por poco llegas tarde, el ruso y el marchante intentaron matarme. Dijo ella.
-Lo se, te dije que nuestra aventura estaba unida, yo fuí quien cortó la cuerda e hizo explotar la bomba, estuve escondido en el tejado, todo el tiempo.
-Pero como saldremos de aquí? Preguntó Lidia.
-Hay que conseguir, respondió el, quitarse las lentillas.
-Pues subamos al piso del doctor, siguió ella, allí le obligaremos a que nos las quite.

Subieron. Les abrió la puerta el propio doctor, entre sorprendido y distraído.

-Que hacéis aquí, ahora los dos.
-Hemos regresado, dijo Samuel, queremos que nos quite las lentillas, conocernos en la vida real y acabar ya está historia.
-Lo siento, dijo el médico, no puedo hacer nada, por desgracia, uno de los inconvenientes que tiene este experimento es justo ese, no puedo quitaros las lentillas, porque todo esta sucediendo en vuestra mente, tenéis que hacerlo vosotros si queréis despertar. Incluso, esto que estáis viendo ahora, ni si quiera  es real.

En ese momento el doctor desapareció de su vista, se desintegró.
Se dieron cuenta que estaban solos ante el peligro.
La situación les unía más pero a la vez, les impedía vivir.

-Creo que puedo tener la solución, acertó a decir Samuel, si nos quitamos las lentillas mutuamente, igual funciona, yo intenté sacarme las mías, pero no dió resultado.
-Si, probemos, pero antes déjame darte un beso, si esto va bien, puede ser que no nos veamos más. Dijo Lidia.
-De acuerdo, pero recuerda que cuando todo esto acabe, te buscaré hasta encontrarte, donde estés, contestó el.
-Lo harías? Aún sabiendo que yo intenté matarte en el sueño?
-Si, todo era eso, una ilusión y tu necesitabas librarte de mi, aunque aquellas dos noches que pasamos juntos, son imborrables.

Los dos acercaron sus bocas para la despedida y entrecruzaron sus lenguas.

Los dedos de el se acercaron a los ojos de ella, mientras las manos de ella hacían lo propio con los ojos de el.

Se quitaron mutuamente las lentillas.

Pero no hubo ningún cambio.
Se miraron, dudaron...

-No funciona, dijo el.
-Quiero probar otra vez, siguió ella.
-No hace falta, no funciona porque no estamos en nuestro cuerpo, solo es la mente, no existimos físicamente.

Ella perdió la fuerza, cayó al suelo, destrozada, no podía más.
Y empezó a llorar...

Samuel vió como la mujer desaparecía ante sus ojos.
No podía creerlo, estaba pasando, despertaba.
Lo había tenido delante todo el tiempo, claro, las lágrimas.
Al llorar y mojar sus ojos había conseguido desprender las lentillas y salir de allí.

Solo tenía que hacerlo.
Y recordó...
Aquellos momentos de placer, como murió, el rescate de Lidia, la bomba.
Tantas cosas juntas, tantas experiencias. Tanto esfuerzo, tanto amor.
Y las lágrimas brotaron.

Estaba en la camilla, la placa metálica seguía a la altura de sus ojos. Un spray seguía rociando la cara.
La empujó, apartándola, se incorporó, estaba solo.
Salió corriendo de la habitación, no había nadie en todo el piso, solo otras máquinas similares en otras tantas camillas, vacías.

Quiso salir de allí y vió aquella pequeña puerta en una esquina, entró.

Una sala con una gran pantalla bien iluminada, conectada a una computadora, presidía el centro de la estancia, al otro lado el doctor, con unos auriculares puestos en los oídos, lloraba.

-Que le pasa, dijo Samuel,
-Lo siento mucho, usted me ha descubierto una historia desconocida para mi.
-Le exijo una explicación.
-Claro, continuó el doctor.
Mire hace dos años este invento de las lentillas lo probamos con mi gran colega Lidia, ella se prestó, nunca supe que pasó, pero varios días después de conectar las lentes, ella apareció en la camilla muerta, tenía el cuello fracturado.
Para mi supuso un shock tan grande que dejé olvidado el tema.

Samuel no daba crédito a lo que le estaban explicando.
El doctor siguió relatando los hechos.
-Hace unos meses conseguí un nuevo sistema de conexión bluetoo que me permitía tratar  la visión de las lentillas en un súper ordenador, que tengo aqui, pudiendo ver las imágenes como en una película.
En memoria de Lidia decidí continuar el experimento, al anuncio apareció usted.

Samuel cada vez estaba más intrigado.

El doctor continuó.
-Entonces conecté de nuevo las lentes, a través de sus ojos y mi pantalla, seguí en cada momento lo que sucedía.
Y en su ilusión apareció Lidia.
Solo que esta vez tuvo más suerte, porque cuando estaba en el pozo con la cuerda al cuello, alguien, usted, la salvó.

Me emocionó mucho ver como se enamoraban, intenté avisarle para que se quitara las lentillas, pero no me entendió, por fin vi como lo descubrían, la solución que yo tampoco sabía, eran las lágrimas, eso desconecta las lentes.
Ahora podré seguir experimentando sin tantos problemas y patentaré las lentes con el nombre de Lidia.
Gracias por su gran ayuda Samuel.
-Solo una pregunta, dijo el.
Si ella está muerta, donde la enterraron?
 Le prometí buscarla si salíamos de esta y quiero hacerlo, le llevare un ramo de rosas rojas.
-En el cementerio de la ciudad, contestó el doctor, lo acompañaré si ese es su deseo.
-Sí gracias, contestó Samuel.

Y los dos hombres fueron juntos hasta el nicho de Lidia, con el ramo de flores.

Una foto aparecía. A primera vista.
Samuel pensó que era tan bella como en sus sueños.

Lloraba de rabia.
Lloraba...

De pronto vio acercarse la foto, un dolor intenso notó en su espalda y la imagen pasó de borrosa a real.
Samuel escuchó como Lidia le hablaba.
-Hola amor, sabía que, como me prometiste, vendrías a buscarme donde estuviera.
-Si, dijo el, aquí estoy, pero llego tarde, tu estás muerta.
-No te preocupes, tu también lo estás, el doctor se ha encargado de tapar sus fracasos, a ti tampoco pudo controlarte y su pistola ha descargado en tu espalda.

-Ese doctor está muy mal, verdad?
-De hecho, dijo Lidia, todo esto no es más que el efecto de las lentillas combinadas con la locura de nuestras mentes.
-Quieres decir, dijo Samuel, que realmente no estamos muertos?
-Solo quiero decir, que si aún no te quitaste las lentes, es porque nunca has querido escapar.

Mientras el doctor, abría la tumba de Lidia y colocaba dentro el cuerpo de Samuel,

-Tema zanjado, dijo.

Volvió a la clínica.
Allí seguían las camillas con los cuerpos de los dos amantes, que curiosamente estaban juntos en una sola camilla.

El doctor se acercó al baño, se quitó las lentillas y las depósito suavemente en un recipiente especial.
-Ya están listas, dijo.
Ganaré mucho dinero con este invento. A ver quien me dice ahora que estoy loco...


22 mar 2014

No te fíes de tus ojos.

Samuel conducía su vehículo eléctrico por la autopista, desde que la empresa donde  trabajaba lo destinó a esa ciudad, no había podido viajar más. Su labor era muy intensa y estresante. Necesitaba unos días libres y ahora era el momento ideal, en esta época del año, el trabajo se reducía.
Iba disfrutando de la conducción y la música clásica por los altavoces, su lista de spotify preferida, cuando el sonido se silenció y una voz femenina muy sensual, le ofreció un corte publicitario.
Samuel se sorprendió, no sabía que su conexión contenía publicidad, de la sorpresa pasó al interés, una nueva clínica en la ciudad le ofrecía la posibilidad de unas espléndidas vacaciones...
En su propia mente.

La idea le atrajo desde el instante que escuchó la propuesta.
Anotó el teléfono de contacto y se aproximó al lugar, quería aprovechar los días libres que le habían concedido.
La clínica le guardó la visita de las tres.
Puntual allí se presentó, en la puerta un cartel rezaba así:

'Oficina de entrada a la felicidad, no cruce sino está seguro de experimentar'.

Pensó que sería una oportunidad inmejorable y abrió la puerta.

Dentro una chica muy amable, confirmó su identidad y le hizo pasar a una habitación con un confortable sofá.
Al momento entró un hombre.
-Soy Eric, se presentó, especialista en la mente humana. Usted es Samuel, verdad? Le preguntó.
-Si, si, su propuesta me interesa mucho. Puede ponerme al corriente?
-Claro, para eso ha venido.
Mire, primero tiene que pasar un examen de salud para asegurarnos que está bien, después nos firmará un contrato donde pierde sus derechos sobre reclamaciones, recuerde que esto es un proceso experimental y que usted, Samuel, accede voluntariamente.
 A cambio, nosotros le ofrecemos unas vacaciones en una nueva vida, tal como su imaginación y su mente desean, solo usted determinará la duración del proceso.
Después de la visita, si cumple los requisitos le explicaré la situacion.

Samuel firmó el contrato.
-Sobretodo lea la letra pequeña, le recomendó Èric.
-Si, si, dijo Samuel, me fio de usted, ya se que no podré reclamar.

Luego le hicieron pasar a un pequeño quirófano, donde lo tumbaron en una camilla, una pequeña lámina cuadrada que bajó desde el techo fue desplazándose por todo su cuerpo a varios milímetros de distancia, pero sin tocarlo.

La máquina volvió a subir y a la altura de su cara paró, disparando un spray en sus ojos, mientras fotografiaba.

Segundos después, la máquina se retiró.
El doctor entró, dio por bueno el examen y se despidió de el.

La enfermera lo acompañó a la salida y lo citó para tres días después, allí empezaría su experiencia.

Samuel volvió al coche, estaba satisfecho, podría vivir nuevas experiencias y no le saldría muy caro.
Embobado iba con sus pensamientos, cuando observó que un coche blanco muy potente lo adelantaba, aunque el espacio era justo, pues un camión circulaba delante muy despacio, la mujer que conducía atravesó el vehículo, provocando el impacto.
Samuel pudo esquivar el accidente.
El camión quedó parado, mientras su conductor descendía, otro coche muy potente negro llegó a la altura y  desde el interior, sonaron disparos, que alcanzaron al camionero y al vehículo accidentado.
Samuel, sin dudarlo, arrancó el coche para salir de aquella ratonera, pero encontró a la mujer llamando a la puerta.
Dudó un instante, pero abrió.

La chica, rubia y muy guapa, ensangrentada, subió y gritando le obligó a salir de allí a toda velocidad.
Al pasar rozando el coche negro, vio a dos hombres corpulentos, armados, que reconocieron a la chica y dispararon al coche de Samuel, sin éxito.
Mientras ellos escapaban de allí, los matones subieron al vehículo, y la persecució continuó.
Despues de esquivar varios coches mas lentos, con una ágil maniobra, Samuel consiguio atravesar una furgoneta en la autopista, el coche perseguidor impactó con ella, quedando atrapado.
En la siguiente salida, aprovechó para salir de alli y parar en una cafeteria.

Ya más tranquilos, la chica pudo limpiarse las leves heridas del accidente.
Ante un café, ella le dio las gracias por sacarla de allí.
Diciéndole además:
-Te debo una explicación.
Samuel se dispuso a oír a la chica, mientras pensaba en lo guapa que era, rubia, con ojos verdes, un tipo atlético aunque con unas suaves curvas, muy atractiva. El además estaba soltero, tenía un buen trabajo, si no fuera por los problemas que arrastraba ella, sería un buen partido.
La mujer empezó a narrar su historia.
-Me llamo Lidia, hasta hace unos días era la pareja sentimental de un mafioso ruso, que se dedica a traficar con joyas, supe que tenía otra amante y quería asesinarme, así que le robé, tengo un maletín lleno de esmeraldas, guardado en una caja fuerte de un banco y la llave en el cuello.
Cuando intenté irme, negocié con un marchante para venderle las joyas.
-El ruso se debió enterar, supongo, dijo Samuel entrando en la historia de Lidia.
-Si, envió a sus esbirros a buscarme, mientras yo enseñaba las fotos de las esmeraldas al comprador, nos atacaron, matándole, mientras escapaba, en la persecución apareciste con tu vehículo en medio, salvándome.

La chica, entre sollozos se abrazó a Samuel.
Y le propuso un trato.
-Mira, tú me gustas, yo te ofrezco la mitad del dinero, si me ayudas a salir de esta y vendemos los brillantes.
-Esta bien, podemos intentarlo, pero yo no se nada de esmeraldas, marchantes, compradores, ni rusos. Contestó el.
-No importa, yo se a quien acudir, pero necesito que me protejas, le dijo ella, mientras sus labios se cruzaban y su saliva se mezclaba.
Samuel se convencía que la mujer bien valía la pena, era guapa y además le ofrecía mucho dinero y cariño.
Ella mientras se separaba el pequeño pañuelo que le tapaba el cuello, enseñándome una llave minúscula dorada,
-Esta es, le dijo, la llave de nuestra felicidad.

Buscaron un hotel para descansar y preparar la estrategia de poder vender las joyas y salir vivos.
Entre la conversación y mientras ella le explicaba el plan, pidieron la cena.
El camarero les sirvió el sushi en la habitación regado con un chardonay muy frío.
Entre copa y copa, Samuel no pudo resistirse a los encantos de Lidia y los dos acabaron en la cama, desnudos y muy alegres. La experiencia sexual fue intensa y placentera, hasta quedar dormidos.

Unos ruidos extraños alertaron a Lidia, que de un salto, bajó de la cama. Despertando a Samuel.
-Vamos, le dijo, tenemos que irnos, no han descubierto.
-Pero, como? Preguntó el.
-Llevo un localizador en la llave, el ruso sabía muy bien como protegerse, cuando hayamos recuperado las joyas nos libraremos de el.
Por eso he pedido una habitación doble con salida posterior. Escapemos ahora.

Se vistieron rápidamente y abandonaron la estancia, no sin antes simular, con las almohadas, que sus cuerpos aún estaban en la cama.
Empezaron a bajar por la escalera trasera, cuando unos secos golpes se oyeron.
-Acaban de matar nuestras almohadas, dijo Lidia, cuando descubran que no estamos, se va a poner muy feo.
No acababa de hablar y los disparos silbaron muy cerca de ellos.
-No hay tiempo, gritó ella, salta, solo son dos pisos.

Amortiguaron el golpe, rodando sobre ellos, en el suelo.
Samuel no sabía que hacer, los esbirros seguían disparando desde lo alto de la escalera, pero Lidia lo sacó de su ensimismamiento.
-Corre, ven, han dejado el coche preparado para escapar, subamos.

Las llaves estaban puestas, Lidia arrancó el vehículo y salieron a toda velocidad.

-Que hacemos ahora? Preguntó Samuel.
-Tranquilo, busquemos una cafetería abierta, en un par de horas, podremos acercarnos al comprador, ya le avisé anoche.
-Pero... La llave, nos pueden volver a localizar.
-No, no tan rápido, necesitan conectarse de nuevo y rastrear hasta dar con la señal, tardarán unas horas.
Dejaron el coche en un parquink público, no sin antes coger las dos pistolas que había en la guantera.
-Toma, guarda una, nos puede venir bien, dijo la chica.
Samuel asintió, mientras guardaba el arma en su bolsillo, aunque no sabía muy bien que podría hacer, todo eso era ya muy superior a el.

Tomaron cafe, mientras Lidia le explicó más de su vida y el hizo lo mismo. Al sonar la hora prevista, buscaron un taxi y se acercaron al barrio donde vivía la persona que buscaban.

Samuel esperó fuera. Mientras ella negociaba el precio.
En unos minutos volvió a salir.

-Hay que ir al banco, vamos, la entrega se hará dentro de dos horas en un despacho de un abogado, me dieron la dirección.

El taxi los llevó hasta la caja fuerte. Allí Lidia sacó el maletín, con su llave.
Al abrirlo delante de el, las esmeraldas de un intenso color verde desprendieron todo su brillo, el cajero que les acompañaba, miraba de reojo.
Ella cerró la caja, girándose hacia el chico y empuñando el arma, disparo dos veces al corazón, el cajero quedó muerto en el suelo.
-Vamos, le dijo ella, hay que irse de aquí.
-Pero.... Preguntó Samuel, porque lo has matado?
-Ese chico no habría tardado ni un minuto en llamar al ruso, hemos ganado tiempo.

Al salir a la calle, un coche negro les esperaba, Samuel se pudo en alerta, pero Lidia de un empujón lo hizo entrar, diciéndole.
-No te preocupes, son amigos, nos llevarán al punto de encuentro.

El vehículo después de unos minutos paró, se bajaron.
Curiosamente Samuel reconoció la fachada, era el edificio donde estaba la clínica que había visitado.
Subieron un piso más arriba del despacho del doctor.
Allí los esperaban, el hombre con quien Lidia negoció y dos personas más.

Intercambiaron los maletines, el marchante miraba los brillantes, mientras Lidia removía los billetes.
Cerraron el trato.

Salieron rápido del piso, pero los disparos volvieron a sonar muy cerca.
Lidia sacó la pistola y contestó a los hombres que disparaban.
No podían bajar. Estaban atrapados.
Entonces Samuel notó como le quitaban la pistola del bolsillo y lo empujaban contra la puerta, entrando dentro y cayendo al suelo.
Mientras la puerta se cerraba, vio como Lidia saltaba por una ventana.

Samuel Intentó levantarse, pero se mareó, notó un charco rojo a su alrededor y perdió el conocimiento.

Al despertar, seguía en la clínica, en una camilla. Se acordó de los disparos y de su herida, pero no había ni rastro de ella.
Estaba bien, aunque algo mareado.
Entró el doctor que le había atendido.
-Veo que su experiencia ya ha concluido, ha vuelto.
-Como dice? Preguntó Samuel.
-Mire, le voy a explicar que ha sucedido, aunque recuerde que firmó el contrato y no puede reclamarnos nada.

Cada vez que alguien accede a esta experiencia, nosotros usamos la primera revisión para ponerla en marcha, sin que el cliente sepa nada y siga pensando que se producirá días más tarde, así conseguimos sorprenderlo más.
La máquina que lo estudió, aprovechó el momento para implantarle en los ojos unas lentillas de realidad virtual, que se conectan, gracias al nervio óptico con una parte muy específica del cerebro que controla la creatividad y los sueños. Ese es nuestro experimento.
Desde ese momento, usted vive una realidad paralela creada por su propia mente, con sus gustos y sueños más atractivos.
Todo lo que ha vivido, solo ha sido una aventura creada por su mente, personalizada para su cuerpo.
Esperamos que lo haya disfrutado.
Las lentes están configuradas para desviar la aventura después de tres días y volver aquí, donde se le extraen de nuevo. Pudiendo volver a su vida real y descargando la factura en su tarjeta.

Ahora Samuel, puede marcharse, esta experiencia no puede repetirse aún, hasta que esté mejorada y sea totalmente segura y usted no puede comentar nada con nadie ni reclamarnos nada, porque firmó y leyó todo el contrato que le presentamos.
Le estamos muy agradecidos por su colaboración.

Samuel abandonó la clínica con cierto escepticismo,
La verdad, pensaba, que la experiencia había sido muy buena. Aunque muy peligrosa.

Ya en la calle, mientras andaba tranquilamente, notó como dos personas se acercaron muy rápido, le rociaron con un spray, dejándole sin vision e indefenso y lo arrastraron a un vehículo, saliendo a toda velocidad.
Dentro un hombre muy fornido y rudo, vestido de traje azul cielo y con un marcado acentuó ruso, le preguntó:
-Donde está Lidia?

Samuel estaba tan sorprendido que solo balbuceaba incongruencias.
-Pero... Yo.... Las lentillas... El doctor dijo... Que...
-Donde está Lidia? Volvió a resonar la voz del hombre, mientras le apuntaba con una pistola en el corazón.
Samuel sabía que aquello iba en serio, a pesar de la explicación del médico.
Solo cabía una mala desconexión de las lentes y su mente aún estaba contaminada, pero tampoco podía quejarse, así que aceptó el juego.
-No le diré nada, pero sepa usted que si me mata, solo yo conozco el paradero de las joyas, Samuel usó su farol y tiró de comodín.
Nos separamos para protegernos, pero tenemos una cita en un lugar seguro para reencontrarnos y vender las joyas.
El ruso pareció tragarse el anzuelo.
Miró a sus hombres, dialogó con ellos en un idioma desconocido para Samuel.
Y de nuevo preguntó:
-Está bien, dinos donde será.
Si te portas bien, salvarás la vida, a mi solo me interesa Lidia y las esmeraldas
Samuel no sabía que hacer, su farol era bueno, pero el tiempo lo destaparía, necesitaba pensar.
-De acuerdo, el encuentro será mañana, os llevaré allí, pero ahora necesito descansar, llevarme a un buen sitio donde comer y dormir.
El ruso dio unas órdenes y el coche aumentó la velocidad.
Llegaron a un hotel.
-Aqui podrás descansar, le dijo el ruso, pero todo el personal trabaja para mi y va armado, si intentas escapar estás muerto, no juegues conmigo.
Al entrar, en recepción, el encargado enseñó discretamente su arma.
Una chica morena se acercó para acompañarlo a la habitación y también muy discretamente dejo ver su arma.
El ruso no lo había engañado.
Ya en la estancia, le trajeron la comida. Una langosta rodeada con tostadas untadas en caviar, servida fría, acompañada de una botella de champán francés, el ruso tenía buen gusto.

Samuel decidió aprovechar el momento, si tenía que morir que fuera con el estómago bien servido.
Mientras daba cuenta del banquete, otra camarera se acercó para preguntar por el postre, dejando una pequeña carta junto a el, contenía unos excelentes platos y una nota por detrás.
Leyó:
Soy Lidia, pídete el mascarpone con sorbete de frambuesa y espérame aquí, te sacaré rápido.
El hizo caso, aunque disimuladamente miró a la camarera y comprobó que era ella.

Unos minutos después entró con el postre.
Al levantar la tapa, una pequeña explosión inundo la estancia de humo, Samuel sintió que lo arrastraban, no veía nada, los disparos sonaron continuamente.
Llegaron a la calle, lo empujaron dentro del vehículo y salieron a toda velocidad.
Un rato después, paró el coche.
Ella se echó encima de el, besándolo, acariciándolo, desnudándolo, mientras hacían el amor.
El placer fue intenso, de nuevo.
Terminaron exhaustos, era de noche ya.
Samuel preguntó;
-Porqué has vuelto? No tenías necesidad.
-Tu me salvaste y estoy en deuda contigo, dijo ella, pero además, me gustas. Quisiera vivir contigo. Ya tengo el dinero de las joyas, solo tenemos que ir a buscarlo y marcharnos.
-Me parece genial, tu a mi también me gustas mucho, contestó Samuel. Vayamos pues, quiero desaparecer de aquí ya.
-Solo hay un pequeño inconveniente, continuó Lidia, el maletín se quedó en el edificio donde nos atacaron. Antes de saltar por la ventana, conseguí esconderlo en un armario, que había en aquel piso. Ya esperaba el ataque y me adelanté. Hay que volver a buscarlo. Solo el ruso también lo sabe y tiene allí a sus hombres, esperándonos.
-Creo que tengo la solución, dijo Samuel.
-explícate, dijo ella.
-Allí hay una clínica que conozco, es una larga historia que te explicaré otro día, podemos llamar y pedir hora, luego nos disfrazamos para poder entrar.
Así lo hicieron.

A la hora exacta entraron en el edificio, parecían una pareja recién casada, ella estaba embarazada. Los guardias de la puerta no sospecharon nada. Al llegar al piso, Lidia recogió el maletín, usaron la falsa barriga para guardar los billetes sin levantar sospechas.
Y entraron en la clínica.
Samuel explicó el plan a Lidia. Entrarían, hablarían con el doctor y declinarían la oferta, con lo que pasaría el tiempo suficiente para poder engañar a los guardias al salir, sin levantar sospechas, con el dinero bien guardado.

Dentro les atendió el doctor, que les explicó la situación, no pareció reconocer a Samuel.
Ellos no aceptaron la experiencia. Al salir Lidia pidió entrar al aseo.
La chica que había en la puerta, quiso hablar con ella.
-De cuantos meses estas? Le preguntó.
-Ya de cinco días, contestó ella.
-Serán meses, verdad? Rectificó la chica.
-Si, si, perdona. Dijo Lidia.
-Bueno mujer, ya sabes que ahora toca tu parte. Siguió hablando la chica.
-Claro, claro. Eso está hecho.

Samuel mientras las chicas hablaban se asomó al rellano del piso, no había nadie fuera.
Llamo a Lidia y salieron.
Pasaron delante de los guardias de la puerta, sin problemas, el disfraz era muy bueno.
Ya en la calle, a una prudente distancia Lidia, llorando, se abrazó a Samuel.
-Gracias por todo, te recordaré siempre. Pero no podemos permitirnos tener fallos en esta experiencia, hay mucho dinero en juego,
Samuel no entendía nada.
Solo sintió un ardor muy fuerte en el corazón, a la par que un sonido seco. Sabía que era un disparo.
-Recuerda que no puedes reclamar nada. Le dijo ella.

Mientras chillaba muy fuerte.
-Socorro, ayuda. Nos han atracado y a mi marido le han disparado.

En pocos momentos estaban rodeados de gente, la policía llegó rápido.
Solo pudieron corroborar la defunción, tardaron horas en levantar el cadáver de Samuel.

La policía estuvo investigando pero no había ni rastro de la chica que pidió ayuda.
Había desaparecido.


Desde la ventana, el doctor miraba la escena, al lado, su enfermera estaba inquieta.
-Doctor, destruya todas las imágenes de esta experiencia y  corrija el error, no podemos permitir que las lentes de contacto trabajen por su cuenta.
Y por descontado que no pienso disfrazarme más, no me importa tener que matar a alguien para desarrollar este invento, pero no juguemos tan al límite.
-Tranquila. La próxima vez irá mejor y podremos patentar el invento.

Sonaba el teléfono...







1 mar 2014

Volver

Òscar conducia su coche por la carretera, después de una entrevista de trabajo fructífera, por fin su suerte cambiaba.
Hacia pocos meses que se habia casado con Anna y querian tener un hijo.

La vida era dificil. Pero el sabia que su fuerza le ayudaria.
De pronto observó dos potentes focos, frenó cuanto pudo, aunque no suficiente para evitar el impacto.
Por su mente pasaron muchas imágenes, entre ellas aquel día que conoció a su mujer. Su amor era intenso, aquel recuerdo se esfumó al cerrarse los ojos.

Despertó ante una iluminación extraordinaria, blanca, cegaba sus ojos.
No podía moverse, a pesar de no estar atado.
Delante de el, tres seres extraños, parecían astronautas, aunque unas antenas salían del casco, hablaban entre ellos.
Óscar no podía entender nada, pero su sorpresa fue mayúscula, al levantar la vista y verse reflejado en un espejo.
Los seres hicieron una señal, al percatarse que estaba despierto, la luz disminuyó su intensidad, la imagen que devolvió el espejo, era un cuerpo totalmente abierto y lleno de cables y brazos robotizados.
Óscar empezó a entender que hablaban aquellos extraños seres.
No podía oír nada, pero sus voces resonaban en su cabeza.
-No te preocupes, le decían, solo ves espejismos, te hemos hecho unas pruebas para conocer tu naturaleza, pero volverás a tu estado de nuevo, aunque hemos mejorado tu resistencia y fuerza, así como tu mente. Pronto podrás comprobarlo.
Otro de los seres, continuó con las explicaciones.
-Te pedimos disculpas por hacer de ti un experimento para nuestro pueblo.
Estas dentro de nuestra nave, te interceptamos en tu planeta, pero ahora te devolveremos para que continúes tu vida.
Solo hay un pequeño inconveniente, aunque con nosotros has estado tres días, en tu vida han pasado treinta años. Deseamos que nos perdones y para agradecértelo hemos mejorado tu cuerpo.

La luz subió de nuevo la intensidad al máximo, hasta que Oscar perdió la conciencia.

Despertó en el mismo punto donde se produjo el accidente, no había vehículo ni nada parecido.
Se limpió y sacudió la ropa.
Se acercó andando hacia el pueblo. No notaba el cansancio a pesar de ir rápido.
Llegando a la ciudad, recordaba perfectamente donde vivía, a pesar de los cambios en las calles.
Espero en una cafetería frente a su casa, desde el ventanal observaba la puerta.
Hasta que Anna salió.
El la abordó rápidamente.
-Hola. Le dijo.
-Hola respondió ella, nos conocemos?
-Soy Óscar.
-Lo siento, no te recuerdo.

En ese momento, vio el error, no podía ser su mujer, habían pasado treinta años y aquella chica era muy joven, aunque parecida, no lo era.

-Tu eres Anna, continuó el.
-Si, si, me llamo así, pero no creo conocerte.
-Podría invitarte a un cafe, me gustaría preguntarte por tu madre, se llama Anna también, verdad?
Apostó fuerte y esperó no equivocarse, ella hubiera sido su hija, tan bella como su madre, aunque estaba seguro que no estaba embarazada entonces, tenía claro que no era su padre.

-Conoces a mi madre tambien? Preguntó la chica.
-Si, es una larga historia.
Óscar le explicó, que su padre hacia treinta años estuvo enamorado de su madre y el quería conocerla, no podía explicarle la verdad.
Mientras conversaban y el cafe se enfriaba, las miradas entre los dos se fueron volviendo más cómplices.
La chica le explicó que justamente, hacia treinta años el marido de su madre tuvo un accidente en la carretera y murió, ella estaba recordándolo como cada año llevando unas flores para adornar la tumba.
Óscar no acababa de entender, como había muerto aqui, mientras el estaba en la nave.
Pero la chica continuó explicándole cosas.
Su madre se había vuelto a casar cinco años después, con su padre, Antonio.

Ella tenía veinticuatro años.
Óscar consiguió la amistad de la chica y una cita al día siguiente en su casa para conocer a su madre.

Aquella tarde estaba muy nervioso, había dormido en el hotel, como le dijeron aquellos seres estraños, había una reserva a su nombre.
Se acercó a la casa a la hora establecida y llamó al timbre.
Abrió la puerta Anna hija, después de saludarse y darse dos besos, lo hizo entrar, en el salón, sentada en el sofá estaba ella, su mujer, su amor,

Esos treinta años le habían sentado de maravilla. Estaba estupenda con su cuerpo maduro por la edad.
Ella se sorprendió mucho al verlo, no sabía que decir.
El se presentó como el hijo de un gran amigo suyo.
Tomaron cafe mientras charlaban.
Las miradas entre la hija y el se cruzaron muchas veces.

Anna buscó una excusa para que su hija fuera a comprar para cenar, porque quería invitar a Óscar, pudiéndose  quedar a solas con el.

Al instante le habló directamente.
-Antes que llegue Antonio, quiero preguntarte...
-Si Anna, soy yo, solo puedo decirte que me llevaron fuera, para hacer un experimento y me han devuelto treinta años después, entiendo que te casaras y tuvieras una hija tan guapa, ahora tengo que seguir mi vida.
-Siento todo esto, dijo Anna.
Yo siempre te amaré, pero me debo a mi marido, tu ya no existes en mi vida.
-Lo se, solo quiero pedirte, dijo Óscar, que me permitas volver a vivir mi vida con tu hija, es Idéntica a ti, para mi sería como recuperar todo lo que perdí.
-Yo no pondré ningún impedimento, dijo ella, mi vida ahora ya es otra, me alegraré mucho por ti, después de lo que he llorado todos estos años, me doy por satisfecha, sabiendo que estas bien.
Se despidieron con un abrazo y un cariñoso beso.

Óscar continuó enamorando y cortejando a la hija.

El camino llevaba buen destino.
Los seres habían dejado las cosas bien hechas, tenía trabajo y una identidad similar, pero unos años después.
Le habían conseguido aquella felicidad que perdió en el accidente.
Aunque Óscar nunca más tuvo noticias de ellos, siempre estuvo alerta.

La boda entre los dos, fue todo un éxito, un día de primavera estupendo.
La relación era muy intensa, eran buenos amigos, mejor pareja y tenían unas relaciones extraordinarias gracias a la fuerza extra que le dieron en la nave. Los dos disfrutaban mucho de ser pareja.
Pasaban los años.
Anna tuvo dos hijos con Óscar, como siempre había soñado.

Hacia ya dos años que Anna madre había muerto, cuando se cumplían los treinta años de su cambio de destino.
Óscar tenía muy en cuenta las fechas.
Aquella mañana sabía que no iba todo bien.
Notó la presencia de aquellos seres. De nuevo.

Iba conduciendo hacia el trabajo, su mujer estaba aún en casa, sus dos hijos estudiando en la universidad.
No pudo evitar ser cegado por aquellos potentes focos y el
accidente fue inevitable.

Despertó en aquella camilla conocida.
Los seres lo estudiaban.
No podía entenderlos.
Pero las voces se aclararon en su mente.
Le dijeron que el experimento continuaba. Su felicidad había sido el premio, pero necesitaban volver a investigar.
No le dejaron negarse.

Volvió treinta años después a la carretera. A pesar de su edad tenía mucho vigor.
Mientras recordaba la primera vez, llegó a la ciudad.

Se acercó a su vivienda y descubrió a su hijo, ya mayor viviendo allí.
No tuvo energía para presentarse.
Esperó en la cafetería, hasta que vio salir a una chica joven.
Estaba seguro, era su nieta, idéntica a Anna su mujer.
Le preguntó amablemente si era Anna.
La chica respondió afirmativamente.
-Me gustaría, dijo Óscar, poderte preguntar por tu abuela Anna, le explicó a la chica que su madre era muy amiga de ella y quería saber como estaba.
-Lamentablemente, contestó la chica, mi abuela murió hace dos años, esta enterrada con mi abuelo Óscar.
-Podrías acompañarme, preguntó el, me gustaría hacer una foto para mi madre, siguiendo el hilo de su historia.

La chica aceptó.
Fueron al cementerio, el hizo la foto y se despidieron.

Pero Óscar regresó.
Quería explicarle a Anna, que no tenía culpa de lo que sucedió.
Entre lágrimas estaba cuando apareció otro hombre con un ramo de rosas rojas.

-La conocía, le preguntó, yo a usted no lo recuerdo.
Óscar contestó.
-Si, tuvimos una buena amistad.
-Era increíble, dijo el hombre, a pesar de perder a su marido en un accidente, siempre tuvo mucho coraje y fuerza para continuar, más sabiendo que a su madre le pasó lo mismo.

Pero no lloré, hombre, a ella le hubiera gustado verlo reír, como ella hacia siempre.
Riamos en su honor.
Óscar cambió el semblante.
Pero todo se volvió tenue, la niebla llenó el espacio y no dejaba ver nada.
Solo podía oír.
-Ha despertado, ha despertado...

No entendía nada, estaba en una cama del hospital, conectado a una máquina.
Anna reía y gritaba de felicidad.
Se abrazó a el y lo besó, mientras le confesaba:
-Amor, gracias a Dios, has despertado, necesito que vivas para poder disfrutar de nuestra hija, estoy embarazada.
Óscar no atinaba a entender nada.
Los médicos despejaron la estancia, se acercaron a el, eran aquellos tres seres.
Se comunicaron con el.
Escuchó en su mente.
-El experimento ha terminado, te dejamos vivir tu vida.
Vuelves treinta días después del primer accidente. Disfrútalo.
Puede que en treinta años volvamos.
Óscar reía, estaba feliz.
Anna entró en la estancia para abrazarlo.