22 mar 2014

No te fíes de tus ojos.

Samuel conducía su vehículo eléctrico por la autopista, desde que la empresa donde  trabajaba lo destinó a esa ciudad, no había podido viajar más. Su labor era muy intensa y estresante. Necesitaba unos días libres y ahora era el momento ideal, en esta época del año, el trabajo se reducía.
Iba disfrutando de la conducción y la música clásica por los altavoces, su lista de spotify preferida, cuando el sonido se silenció y una voz femenina muy sensual, le ofreció un corte publicitario.
Samuel se sorprendió, no sabía que su conexión contenía publicidad, de la sorpresa pasó al interés, una nueva clínica en la ciudad le ofrecía la posibilidad de unas espléndidas vacaciones...
En su propia mente.

La idea le atrajo desde el instante que escuchó la propuesta.
Anotó el teléfono de contacto y se aproximó al lugar, quería aprovechar los días libres que le habían concedido.
La clínica le guardó la visita de las tres.
Puntual allí se presentó, en la puerta un cartel rezaba así:

'Oficina de entrada a la felicidad, no cruce sino está seguro de experimentar'.

Pensó que sería una oportunidad inmejorable y abrió la puerta.

Dentro una chica muy amable, confirmó su identidad y le hizo pasar a una habitación con un confortable sofá.
Al momento entró un hombre.
-Soy Eric, se presentó, especialista en la mente humana. Usted es Samuel, verdad? Le preguntó.
-Si, si, su propuesta me interesa mucho. Puede ponerme al corriente?
-Claro, para eso ha venido.
Mire, primero tiene que pasar un examen de salud para asegurarnos que está bien, después nos firmará un contrato donde pierde sus derechos sobre reclamaciones, recuerde que esto es un proceso experimental y que usted, Samuel, accede voluntariamente.
 A cambio, nosotros le ofrecemos unas vacaciones en una nueva vida, tal como su imaginación y su mente desean, solo usted determinará la duración del proceso.
Después de la visita, si cumple los requisitos le explicaré la situacion.

Samuel firmó el contrato.
-Sobretodo lea la letra pequeña, le recomendó Èric.
-Si, si, dijo Samuel, me fio de usted, ya se que no podré reclamar.

Luego le hicieron pasar a un pequeño quirófano, donde lo tumbaron en una camilla, una pequeña lámina cuadrada que bajó desde el techo fue desplazándose por todo su cuerpo a varios milímetros de distancia, pero sin tocarlo.

La máquina volvió a subir y a la altura de su cara paró, disparando un spray en sus ojos, mientras fotografiaba.

Segundos después, la máquina se retiró.
El doctor entró, dio por bueno el examen y se despidió de el.

La enfermera lo acompañó a la salida y lo citó para tres días después, allí empezaría su experiencia.

Samuel volvió al coche, estaba satisfecho, podría vivir nuevas experiencias y no le saldría muy caro.
Embobado iba con sus pensamientos, cuando observó que un coche blanco muy potente lo adelantaba, aunque el espacio era justo, pues un camión circulaba delante muy despacio, la mujer que conducía atravesó el vehículo, provocando el impacto.
Samuel pudo esquivar el accidente.
El camión quedó parado, mientras su conductor descendía, otro coche muy potente negro llegó a la altura y  desde el interior, sonaron disparos, que alcanzaron al camionero y al vehículo accidentado.
Samuel, sin dudarlo, arrancó el coche para salir de aquella ratonera, pero encontró a la mujer llamando a la puerta.
Dudó un instante, pero abrió.

La chica, rubia y muy guapa, ensangrentada, subió y gritando le obligó a salir de allí a toda velocidad.
Al pasar rozando el coche negro, vio a dos hombres corpulentos, armados, que reconocieron a la chica y dispararon al coche de Samuel, sin éxito.
Mientras ellos escapaban de allí, los matones subieron al vehículo, y la persecució continuó.
Despues de esquivar varios coches mas lentos, con una ágil maniobra, Samuel consiguio atravesar una furgoneta en la autopista, el coche perseguidor impactó con ella, quedando atrapado.
En la siguiente salida, aprovechó para salir de alli y parar en una cafeteria.

Ya más tranquilos, la chica pudo limpiarse las leves heridas del accidente.
Ante un café, ella le dio las gracias por sacarla de allí.
Diciéndole además:
-Te debo una explicación.
Samuel se dispuso a oír a la chica, mientras pensaba en lo guapa que era, rubia, con ojos verdes, un tipo atlético aunque con unas suaves curvas, muy atractiva. El además estaba soltero, tenía un buen trabajo, si no fuera por los problemas que arrastraba ella, sería un buen partido.
La mujer empezó a narrar su historia.
-Me llamo Lidia, hasta hace unos días era la pareja sentimental de un mafioso ruso, que se dedica a traficar con joyas, supe que tenía otra amante y quería asesinarme, así que le robé, tengo un maletín lleno de esmeraldas, guardado en una caja fuerte de un banco y la llave en el cuello.
Cuando intenté irme, negocié con un marchante para venderle las joyas.
-El ruso se debió enterar, supongo, dijo Samuel entrando en la historia de Lidia.
-Si, envió a sus esbirros a buscarme, mientras yo enseñaba las fotos de las esmeraldas al comprador, nos atacaron, matándole, mientras escapaba, en la persecución apareciste con tu vehículo en medio, salvándome.

La chica, entre sollozos se abrazó a Samuel.
Y le propuso un trato.
-Mira, tú me gustas, yo te ofrezco la mitad del dinero, si me ayudas a salir de esta y vendemos los brillantes.
-Esta bien, podemos intentarlo, pero yo no se nada de esmeraldas, marchantes, compradores, ni rusos. Contestó el.
-No importa, yo se a quien acudir, pero necesito que me protejas, le dijo ella, mientras sus labios se cruzaban y su saliva se mezclaba.
Samuel se convencía que la mujer bien valía la pena, era guapa y además le ofrecía mucho dinero y cariño.
Ella mientras se separaba el pequeño pañuelo que le tapaba el cuello, enseñándome una llave minúscula dorada,
-Esta es, le dijo, la llave de nuestra felicidad.

Buscaron un hotel para descansar y preparar la estrategia de poder vender las joyas y salir vivos.
Entre la conversación y mientras ella le explicaba el plan, pidieron la cena.
El camarero les sirvió el sushi en la habitación regado con un chardonay muy frío.
Entre copa y copa, Samuel no pudo resistirse a los encantos de Lidia y los dos acabaron en la cama, desnudos y muy alegres. La experiencia sexual fue intensa y placentera, hasta quedar dormidos.

Unos ruidos extraños alertaron a Lidia, que de un salto, bajó de la cama. Despertando a Samuel.
-Vamos, le dijo, tenemos que irnos, no han descubierto.
-Pero, como? Preguntó el.
-Llevo un localizador en la llave, el ruso sabía muy bien como protegerse, cuando hayamos recuperado las joyas nos libraremos de el.
Por eso he pedido una habitación doble con salida posterior. Escapemos ahora.

Se vistieron rápidamente y abandonaron la estancia, no sin antes simular, con las almohadas, que sus cuerpos aún estaban en la cama.
Empezaron a bajar por la escalera trasera, cuando unos secos golpes se oyeron.
-Acaban de matar nuestras almohadas, dijo Lidia, cuando descubran que no estamos, se va a poner muy feo.
No acababa de hablar y los disparos silbaron muy cerca de ellos.
-No hay tiempo, gritó ella, salta, solo son dos pisos.

Amortiguaron el golpe, rodando sobre ellos, en el suelo.
Samuel no sabía que hacer, los esbirros seguían disparando desde lo alto de la escalera, pero Lidia lo sacó de su ensimismamiento.
-Corre, ven, han dejado el coche preparado para escapar, subamos.

Las llaves estaban puestas, Lidia arrancó el vehículo y salieron a toda velocidad.

-Que hacemos ahora? Preguntó Samuel.
-Tranquilo, busquemos una cafetería abierta, en un par de horas, podremos acercarnos al comprador, ya le avisé anoche.
-Pero... La llave, nos pueden volver a localizar.
-No, no tan rápido, necesitan conectarse de nuevo y rastrear hasta dar con la señal, tardarán unas horas.
Dejaron el coche en un parquink público, no sin antes coger las dos pistolas que había en la guantera.
-Toma, guarda una, nos puede venir bien, dijo la chica.
Samuel asintió, mientras guardaba el arma en su bolsillo, aunque no sabía muy bien que podría hacer, todo eso era ya muy superior a el.

Tomaron cafe, mientras Lidia le explicó más de su vida y el hizo lo mismo. Al sonar la hora prevista, buscaron un taxi y se acercaron al barrio donde vivía la persona que buscaban.

Samuel esperó fuera. Mientras ella negociaba el precio.
En unos minutos volvió a salir.

-Hay que ir al banco, vamos, la entrega se hará dentro de dos horas en un despacho de un abogado, me dieron la dirección.

El taxi los llevó hasta la caja fuerte. Allí Lidia sacó el maletín, con su llave.
Al abrirlo delante de el, las esmeraldas de un intenso color verde desprendieron todo su brillo, el cajero que les acompañaba, miraba de reojo.
Ella cerró la caja, girándose hacia el chico y empuñando el arma, disparo dos veces al corazón, el cajero quedó muerto en el suelo.
-Vamos, le dijo ella, hay que irse de aquí.
-Pero.... Preguntó Samuel, porque lo has matado?
-Ese chico no habría tardado ni un minuto en llamar al ruso, hemos ganado tiempo.

Al salir a la calle, un coche negro les esperaba, Samuel se pudo en alerta, pero Lidia de un empujón lo hizo entrar, diciéndole.
-No te preocupes, son amigos, nos llevarán al punto de encuentro.

El vehículo después de unos minutos paró, se bajaron.
Curiosamente Samuel reconoció la fachada, era el edificio donde estaba la clínica que había visitado.
Subieron un piso más arriba del despacho del doctor.
Allí los esperaban, el hombre con quien Lidia negoció y dos personas más.

Intercambiaron los maletines, el marchante miraba los brillantes, mientras Lidia removía los billetes.
Cerraron el trato.

Salieron rápido del piso, pero los disparos volvieron a sonar muy cerca.
Lidia sacó la pistola y contestó a los hombres que disparaban.
No podían bajar. Estaban atrapados.
Entonces Samuel notó como le quitaban la pistola del bolsillo y lo empujaban contra la puerta, entrando dentro y cayendo al suelo.
Mientras la puerta se cerraba, vio como Lidia saltaba por una ventana.

Samuel Intentó levantarse, pero se mareó, notó un charco rojo a su alrededor y perdió el conocimiento.

Al despertar, seguía en la clínica, en una camilla. Se acordó de los disparos y de su herida, pero no había ni rastro de ella.
Estaba bien, aunque algo mareado.
Entró el doctor que le había atendido.
-Veo que su experiencia ya ha concluido, ha vuelto.
-Como dice? Preguntó Samuel.
-Mire, le voy a explicar que ha sucedido, aunque recuerde que firmó el contrato y no puede reclamarnos nada.

Cada vez que alguien accede a esta experiencia, nosotros usamos la primera revisión para ponerla en marcha, sin que el cliente sepa nada y siga pensando que se producirá días más tarde, así conseguimos sorprenderlo más.
La máquina que lo estudió, aprovechó el momento para implantarle en los ojos unas lentillas de realidad virtual, que se conectan, gracias al nervio óptico con una parte muy específica del cerebro que controla la creatividad y los sueños. Ese es nuestro experimento.
Desde ese momento, usted vive una realidad paralela creada por su propia mente, con sus gustos y sueños más atractivos.
Todo lo que ha vivido, solo ha sido una aventura creada por su mente, personalizada para su cuerpo.
Esperamos que lo haya disfrutado.
Las lentes están configuradas para desviar la aventura después de tres días y volver aquí, donde se le extraen de nuevo. Pudiendo volver a su vida real y descargando la factura en su tarjeta.

Ahora Samuel, puede marcharse, esta experiencia no puede repetirse aún, hasta que esté mejorada y sea totalmente segura y usted no puede comentar nada con nadie ni reclamarnos nada, porque firmó y leyó todo el contrato que le presentamos.
Le estamos muy agradecidos por su colaboración.

Samuel abandonó la clínica con cierto escepticismo,
La verdad, pensaba, que la experiencia había sido muy buena. Aunque muy peligrosa.

Ya en la calle, mientras andaba tranquilamente, notó como dos personas se acercaron muy rápido, le rociaron con un spray, dejándole sin vision e indefenso y lo arrastraron a un vehículo, saliendo a toda velocidad.
Dentro un hombre muy fornido y rudo, vestido de traje azul cielo y con un marcado acentuó ruso, le preguntó:
-Donde está Lidia?

Samuel estaba tan sorprendido que solo balbuceaba incongruencias.
-Pero... Yo.... Las lentillas... El doctor dijo... Que...
-Donde está Lidia? Volvió a resonar la voz del hombre, mientras le apuntaba con una pistola en el corazón.
Samuel sabía que aquello iba en serio, a pesar de la explicación del médico.
Solo cabía una mala desconexión de las lentes y su mente aún estaba contaminada, pero tampoco podía quejarse, así que aceptó el juego.
-No le diré nada, pero sepa usted que si me mata, solo yo conozco el paradero de las joyas, Samuel usó su farol y tiró de comodín.
Nos separamos para protegernos, pero tenemos una cita en un lugar seguro para reencontrarnos y vender las joyas.
El ruso pareció tragarse el anzuelo.
Miró a sus hombres, dialogó con ellos en un idioma desconocido para Samuel.
Y de nuevo preguntó:
-Está bien, dinos donde será.
Si te portas bien, salvarás la vida, a mi solo me interesa Lidia y las esmeraldas
Samuel no sabía que hacer, su farol era bueno, pero el tiempo lo destaparía, necesitaba pensar.
-De acuerdo, el encuentro será mañana, os llevaré allí, pero ahora necesito descansar, llevarme a un buen sitio donde comer y dormir.
El ruso dio unas órdenes y el coche aumentó la velocidad.
Llegaron a un hotel.
-Aqui podrás descansar, le dijo el ruso, pero todo el personal trabaja para mi y va armado, si intentas escapar estás muerto, no juegues conmigo.
Al entrar, en recepción, el encargado enseñó discretamente su arma.
Una chica morena se acercó para acompañarlo a la habitación y también muy discretamente dejo ver su arma.
El ruso no lo había engañado.
Ya en la estancia, le trajeron la comida. Una langosta rodeada con tostadas untadas en caviar, servida fría, acompañada de una botella de champán francés, el ruso tenía buen gusto.

Samuel decidió aprovechar el momento, si tenía que morir que fuera con el estómago bien servido.
Mientras daba cuenta del banquete, otra camarera se acercó para preguntar por el postre, dejando una pequeña carta junto a el, contenía unos excelentes platos y una nota por detrás.
Leyó:
Soy Lidia, pídete el mascarpone con sorbete de frambuesa y espérame aquí, te sacaré rápido.
El hizo caso, aunque disimuladamente miró a la camarera y comprobó que era ella.

Unos minutos después entró con el postre.
Al levantar la tapa, una pequeña explosión inundo la estancia de humo, Samuel sintió que lo arrastraban, no veía nada, los disparos sonaron continuamente.
Llegaron a la calle, lo empujaron dentro del vehículo y salieron a toda velocidad.
Un rato después, paró el coche.
Ella se echó encima de el, besándolo, acariciándolo, desnudándolo, mientras hacían el amor.
El placer fue intenso, de nuevo.
Terminaron exhaustos, era de noche ya.
Samuel preguntó;
-Porqué has vuelto? No tenías necesidad.
-Tu me salvaste y estoy en deuda contigo, dijo ella, pero además, me gustas. Quisiera vivir contigo. Ya tengo el dinero de las joyas, solo tenemos que ir a buscarlo y marcharnos.
-Me parece genial, tu a mi también me gustas mucho, contestó Samuel. Vayamos pues, quiero desaparecer de aquí ya.
-Solo hay un pequeño inconveniente, continuó Lidia, el maletín se quedó en el edificio donde nos atacaron. Antes de saltar por la ventana, conseguí esconderlo en un armario, que había en aquel piso. Ya esperaba el ataque y me adelanté. Hay que volver a buscarlo. Solo el ruso también lo sabe y tiene allí a sus hombres, esperándonos.
-Creo que tengo la solución, dijo Samuel.
-explícate, dijo ella.
-Allí hay una clínica que conozco, es una larga historia que te explicaré otro día, podemos llamar y pedir hora, luego nos disfrazamos para poder entrar.
Así lo hicieron.

A la hora exacta entraron en el edificio, parecían una pareja recién casada, ella estaba embarazada. Los guardias de la puerta no sospecharon nada. Al llegar al piso, Lidia recogió el maletín, usaron la falsa barriga para guardar los billetes sin levantar sospechas.
Y entraron en la clínica.
Samuel explicó el plan a Lidia. Entrarían, hablarían con el doctor y declinarían la oferta, con lo que pasaría el tiempo suficiente para poder engañar a los guardias al salir, sin levantar sospechas, con el dinero bien guardado.

Dentro les atendió el doctor, que les explicó la situación, no pareció reconocer a Samuel.
Ellos no aceptaron la experiencia. Al salir Lidia pidió entrar al aseo.
La chica que había en la puerta, quiso hablar con ella.
-De cuantos meses estas? Le preguntó.
-Ya de cinco días, contestó ella.
-Serán meses, verdad? Rectificó la chica.
-Si, si, perdona. Dijo Lidia.
-Bueno mujer, ya sabes que ahora toca tu parte. Siguió hablando la chica.
-Claro, claro. Eso está hecho.

Samuel mientras las chicas hablaban se asomó al rellano del piso, no había nadie fuera.
Llamo a Lidia y salieron.
Pasaron delante de los guardias de la puerta, sin problemas, el disfraz era muy bueno.
Ya en la calle, a una prudente distancia Lidia, llorando, se abrazó a Samuel.
-Gracias por todo, te recordaré siempre. Pero no podemos permitirnos tener fallos en esta experiencia, hay mucho dinero en juego,
Samuel no entendía nada.
Solo sintió un ardor muy fuerte en el corazón, a la par que un sonido seco. Sabía que era un disparo.
-Recuerda que no puedes reclamar nada. Le dijo ella.

Mientras chillaba muy fuerte.
-Socorro, ayuda. Nos han atracado y a mi marido le han disparado.

En pocos momentos estaban rodeados de gente, la policía llegó rápido.
Solo pudieron corroborar la defunción, tardaron horas en levantar el cadáver de Samuel.

La policía estuvo investigando pero no había ni rastro de la chica que pidió ayuda.
Había desaparecido.


Desde la ventana, el doctor miraba la escena, al lado, su enfermera estaba inquieta.
-Doctor, destruya todas las imágenes de esta experiencia y  corrija el error, no podemos permitir que las lentes de contacto trabajen por su cuenta.
Y por descontado que no pienso disfrazarme más, no me importa tener que matar a alguien para desarrollar este invento, pero no juguemos tan al límite.
-Tranquila. La próxima vez irá mejor y podremos patentar el invento.

Sonaba el teléfono...







2 comentarios:

  1. Un chardonay bien frio y esta historia para pasar un domingo de descanso. Me gusta mucho Lidia, aunque esperaba un poco mas loco a Samuel.Bss cuentista.

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  2. Que puedes esperar de un hombre enamorado, recuerda que el estaba viviendo el sueño que decidía su mente.

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