21 nov 2015

No tembleis.

Anoche tuve un sueño espantoso, después de que mi gata Monie volviera para hacerme una visita. Decidió animarme la velada con un par de copas de un buen vino blanco, que trajo con ella y me contó una de las historias más extrañas y sorprendentes que nunca pude imaginar.

Yo dormí mal pero vosotros aún estáis a tiempo de evitar un mal sueño.
Recordar que si seguís leyendo es bajo vuestra responsabilidad.

Inés estaba contenta, después de licenciarse en psicología, consiguió encontrar trabajo en una empresa armamentística.

Llevaba ya dos meses trabajando, cuando le subieron el sueldo. Su jefe estaba encantado con el trabajo.

Esa semana vio una publicidad de un espectáculo de magia extrema que llegaba a un teatro de su ciudad. Llamó a su gran amiga Claudia y compro dos entradas para esa noche.

En su mente sólo había una imagen, hacia varias noches que tenía un repetitivo sueño, se enfrentaba a un monstruo extraterrestre, tremendamente guapo, pero al forcejear con el, este le disparaba un rayo en la barriga y se despertaba sudorosa.
Como en la interpretación, tenía una clara intención de querer estar embarazada, pero no conocía aún a la persona indicada, creyó que un espectáculo de magia le haría ver las cosas diferentes.

Y ahí estaban las dos, Inés y Claudia, en segunda fila y muy cerca del escenario.

Apareció el mago entre música y aparatos, rodeado de sus azafatas.
Este le recordó mucho al extraterrestre de su sueño, Inés se concentró más aún, las casualidades no existen se dijo.

Después de los clásicos trucos, aparecieron flores, conejos, desaparecieron varios artilugios, cortó por el medio a su azafata rubia y consiguió cambiarse en el armario instantáneo.
Llegó el momento cumbre, la sala estaba llena y todos expectantes.

El mago miró fijamente a Inés y le pidió amablemente que subiera al escenario.

Ella accedió. Le recordaba tanto al guapo de su sueño.

Subió.

El mago entre risas de los asistentes, le devolvió su reloj. Y al momento le dijo:
-Hola Inés, te llamas así verdad?
-Si, si, balbuceó ella.
-Quieres pasar la noche conmigo? Te invito a cenar y conocernos.

Inés creía alucinar, todo el mundo estaba aún con la risa anterior, mientras el hablaba con ella. Nadie escuchaba nada.
Realmente pudo comprobar cómo la voz sonaba en su mente, pero no se oía.

Y empezó a flotar.

Suerte pensó ella, que llevaba pantalones, sino vaya ridículo hubiera hecho.

El público se levantó emocionado de sus butacas.
Aplaudían a rabiar.

Inés flotó unos instantes y después de una explosión, desapareció, convirtiéndose en confeti.

El mago aplaudió al público y les señaló la butaca de Inés, allí estaba ella, con un vestido rojo.

Todo el mundo salió muy satisfecho de la función.

Ya en la calle, Claudia le preguntó a Inés:
-Me tienes que explicar ese truco, es magnífico.

Inés algo ruborizada, le dijo a su amiga:
-Vamos a tomar una copa, no te lo vas a creer...

Sentadas las dos ante un gintonic, Inés empezó a contar a su amiga:

-Tu no has visto nada de lo sucedido.
-Como? Pregunto Claudia.
-Realmente para ti pasaron unos instantes, yo he vivido varios meses ahí.
-Que? Te han sentado mal las bebidas ya?
-No. Se que no me vas a creer, pero esto sucedió realmente.
En el instante que reiais, el se comunicó conmigo telepaticamente.
En ese breve periodo de tiempo para ti, me invitó a cenar y me explico su historia.
-Como, como? Preguntó Claudia muy sorprendida.

-El mago, continuó Inés, pertenece a una civilización extraterrestre, se llama Ucxi4, uci para nosotros. En su mundo no pueden tener descendencia, por eso ha venido aquí, para poder tener un hijo, mis sueños estaban controlados por el, me eligió a mi para que fuera la madre de su hijo.
-Espera... Me tomas el pelo, verdad?
Si no quieres explicarme el truco, lo entenderé, pero no me marees.
-Mira, toca mi barriga. Continuó Inés.
-Eh!. Espera... Estas embarazada? De el?
-Si.
-No puede ser, eso es una locura. Además te acabas de pedir una copa con alcohol y eso no es muy bueno para un embarazo.
La risa de Claudia siguió resonando en el ambiente.
-Tienes razón, dijo Inés, no es muy sano, pero tampoco nada de esto lo es, por lo menos para mi mente.
-Realmente estás embarazada, continuó hablando Claudia, pero supongo que eso es lo que ibas a contarme, antes de que el mago te diera la broma perfecta. Y siguió riendo.
-No te equivoques, contestó Inés. Te estaba contando la verdad...

La risa de Claudia se convirtió en una mueca extraña.
-Si, realmente tu no viste nada, sólo como flotaba y luego cuando aparecí a tu lado, de nuevo. Aunque ni siquiera viste que llevaba otro vestido.
-Tienes razón, dijo Claudia. Es verdad, llevabas una ropa diferente. Cuando te cambiaste?
-Claro. Continuó Inés. Puedes creerlo, pasaron tres meses de mi vida en aquellos instantes. Cenamos, nos conocimos, me contó su historia, nos enamoramos y me dejó embarazada.
-En tres meses? Preguntó Claudia.
-Para ti en un instante, respondió Inés.
Y siguió explicando la situación.
-Ellos, otros como Uci, están buscando también parejas para reproducirse en nuestro planeta. Hay muchos. Se comunican telepaticamente. Cuando encuentran a la persona indicada, se produce el encuentro.
-Pero, entonces, realmente nos están invadiendo? Pregunto Claudia.
-Míralo como quieras, sólo te digo que si fuera a pasar eso, yo estaría protegida y mi hijo también.

Claudia miraba al techo del local sin creerse lo que Inés explicaba. No podía ser real, pero nunca su amiga dio síntomas de locura tan extremos.

-Es más, oyó que decía Inés, tengo un pretendiente para ti, si quieres.

Claudia miró totalmente sorprendida a su amiga. No podía creerse nada, pero menos entrar en su juego.
-Lo siento, le dijo, no puedo con esto, si es una broma, es muy pesada y si es real, prefiero no entrar. Adiós.

Auque mientras se acercaba a la puerta, escuchó como Inés le decía:
-Se pondrán en contacto contigo pronto.

Ni contestó, auque pudo adivinar tras un gran aparador, agazapado a Uci, el mago, lo que fuera.
O eso creyó.

De camino a casa, en la zona más ambientada de la ciudad, su atención iba centrándose en una curiosidad, veía muchas mujeres solas y todas embarazadas.
Se estaba volviendo neurótica, pensó.

Pasaron varios días antes de que Claudia volviera a tener noticias de Inés.
Mientras leía sus correos y observaba sus redes sociales, vio que Inés había colgado varias fotos de un bebé.
Estaba muy sorprendida, porque recordaba su último encuentro y sólo había pasado una semana.

Entonces todo empezó a dar vueltas en su cabeza. Junto a las fotos de Inés, seguían muchas más de otras mujeres, también con sus bebés.
Se estaba volviendo loca.
Porque si Inés decía la verdad, la invasión había empezado, claro que también había otra opción, que ella fuera la ida.

Y una voz resonó en su cabeza.
Era cálida, amable, interesante. No pudo resistirse.

Giró la cabeza y lo vio.
Era el hombre de sus sueños, perfecto, musculoso, amable.

La pregunta siguió resonando en su mente y ella aceptó.
No podía dejar pasar ese momento, su amiga Inés tenía razón.
Toda su vida dio un vuelco, era feliz, no necesitaba nada más, reía, amaba, gozaba.

Estaba embarazada.

Volvió a la realidad después de varios meses con el ser que la había enamorado.
Y descubrió que sólo habían pasado dos días en la vida real.

Notó que tenía una orden en su cabeza, reunirse con su amiga y otras escogidas.

Entre todas se protegían.
Mientras iban naciendo los niños.

Ahí empezaron los problemas.

Una noche que estaban todas reunidas, allí eran unas treinta, pero sabían que en otros muchas otras ciudades había otros grupos de mujeres, aparecieron los seres, recogieron a los niños y se marcharon.
Ninguna pudo hacer nada, no pudieron ni moverse, estaban totalmente paralizadas.


La noticia no tardó en saltar a la prensa, aquella fatídica noche una explosión de gas había matado a treinta mujeres en una casa.
No había supervivientes.
 Los investigadores creían que pertenecían a una secta. Y daban el caso como un suicidio colectivo. Sólo una pista desconcertaba a los expertos, todas las mujeres habían dado a luz recientemente. Pero no encontraron ningún bebé.

-Gracias dijo Uci, sois las mejores.
Esto sólo acaba de empezar.
Tenéis que seguir reclutando mujeres.
Nuestro programa de invasión sigue su ruta.

Mientras se despedía.

-Pronto volverán más seres hermanos míos y conquistaremos el planeta...

Inés y Claudia se abrazaban felices.
Sabían que serían las primeras en un nuevo mundo.

-Alto, oyeron. Policía. Entréguense, están detenidas.

Las dos mujeres se miraron extrañadas.
No podía ser que las hubieran encontrado.
-Son sospechosas, siguieron escuchando, de las muerte de treinta mujeres.
Ellas reían, mientras metían sus manos en los bolsillos.

La policía disparó, acribillando a las mujeres.
Cayeron muertas al instante.

Inés flotaba, el mago dejaba al público entusiasmado.
Ella volvía a su asiento de forma sorprendente con un vestido diferente, sus amigas estaban sorprendidas.
Mientras ella giraba su vista hacia el escenario, allí entre las azafatas ayudantes del mago, Claudia sonreía.












11 nov 2015

El círculo del corazón.

Hoy quiero compartir con vosotros la última historia que mi gatita Monie me ha contado.
Los que seguís mis cuentos, sabéis que ella colabora con una agencia de la policía, para descubrir casos extraños y difíciles de resolver, es una gata muy lista e intuitiva.
Pues bien, anoche recibí la visita de mi gata. Después de muchos besos, caricias y un buen té, ella quiso que compartiera con vosotros este complicado caso resuelto.

Monie acompañaba ese día a un inspector experto, Alex, en Sevilla, cuando fueron avisados de un extraño asesinato.
Se presentaron en la casa cuya dirección les dio la central y el espectáculo era digno de una película.

Una pareja muy mayor yacía muerta en el suelo. Dentro de un corazón hecho con rosas rojas, rodeado de cuatro círculos más pequeños también realizados con rosas rojas.

Los dos cuerpos estaban abrazados y juntos, atravesados por una lanza.
Toda la estancia estaba llena de sangre. Y escrito en la pared, con grandes letras. Podía leerse:
Ya he cerrado el círculo del corazon.

Monie y Alex fueron investigando en las otras habitaciones de la casa. Pero todo estaba limpio y ordenado. Curiosamente encontraron un armario con unas grandes cristaleras, donde había expuestos varios trofeos y un juego de caza. Consistía en un arco y varias flechas, junto a un escudo, con lo que parecía, por el polvo acumulado, la imagen de cinco lanzas de alguna tribu africana.

Monie tuvo claro que la lanza usada para matar aquella pareja era una de las que faltaba en la exposición. El problema vino al pensar en las otras cuatro y las palabras encontradas. Alguien había cerrado un círculo con el asesinato de la pareja.

Los siguientes días. Alex y la gata se dedicaron a estudiar el caso.
El matrimonio muerto, tenía cuatro hijos de un parto múltiple, hacía treinta y cinco años las mujer parió cuatrillizos.

El hombre era un abogado reputado ya jubilado, pero con una buena fortuna.
La mansión donde los habían asesinado era una de las casas que tenían en propiedad. Junto a muchas acciones de varias empresas y otros bienes.
Dinero no les faltaba. Aunque curiosamente, en la casa descubrieron también mucho dinero fácilmente accesible. Por lo que el robo quedó descartado.

Monie y Alex coincidieron en buscar a los hijos para poder comunicarles la trágica noticia.
En una agenda telefónica había los contactos de los cuatro. Llamaron varias veces y nunca contestaron.
Empezaron a indagar más.

Las propiedades de la pareja muerta incluían una casa en Madrid y otra en Barcelona, así como un estudio en París y un piso en Londres.
Decidieron viajar con el permiso de sus superiores y ver que encontraban por el camino.
En un tren Ave se acercaron a Madrid.
Allí con un taxi, localizaron la casa. Una gran mansión en una de las urbanizaciones más reputadas de la zona.
No les costó mucho entrar. La puerta estaba medio abierta.

La escena era dantesca.
En la habitación central de la casa, un hombre colgaba de una gran lámpara forjada de acero.
Parecía ahorcado, sino fuera por la lanza que le atravesaba el corazón.
Alex y Monie sin mucho más que ver, sabían que era otro asesinato.
Curioso era comprobar que no había rastro de sangre, todo estaba limpio impoluto. Sólo un corazón en los pies del cuerpo, hecho con rosas rojas adornaba el momento.
Después del registro y toma de pruebas, comprobaron que el hombre muerto era uno de los hijos de la pareja anciana de Sevilla.
El forense informó que el hombre llevaba tiempo muerto, pues el cuerpo lo habían tratado como a los difuntos para que estuviera varios días expuesto. Lo habían vaciado y limpiado a conciencia, sólo podía ser alguien con gran información en esos menesteres.
También les extrañó no encontrar rastro alguno de su mujer y los dos hijos que tenían.

Mientras investigaban en el vecindario, cosa harto difícil, pues las casas de la urbanización estaban muy aisladas de la vista, emitieron orden de investigar en las otras tres casas pertenecientes al matrimonio.

Nadie en la zona sabía explicar nada, casi ni se conocían entre ellos.
Si pudieron descubrir que el hombre asesinado era un gran viajero y descubridor de zonas muy remotas.
En un diario encontrado en la habitación, dejaba constancia del arco y las flechas, así como de las lanzas, regalo de una tribu  en África central por su hospitalidad, que luego, según explicaba, quedaron guardadas en casa de sus padres.

Las malas noticias no tardaron en llegar.
En Barcelona, la casa investigada también tenía un cadáver.

Rápidamente Alex y Monie retomaron el viaje hacia la ciudad.
En uno de los barrios más céntricos estaba situada la mansión.
Aún nadie había tocado nada de la escena del crimen, la policía sólo había hecho fotos y buscado pistas.

La imagen volvía a ser, de nuevo, un aparador perfectamente estudiado.

El hombre estaba recostado sobre un lado en un gran sillón blanco, totalmente manchado de sangre, parecía dormir plácidamente. La punta de la lanza lo mantenía erguido y enganchado al mueble. Toda la casa estaba revuelta, como si de un robo se tratara.
Pero un detalle de la escena no encajaba.
En la mesa unas rayas de un polvo blanco seguían intactas, dentro de un corazón hecho con flores rojas.
Era cocaína.
En un bolsillo del pantalón del cadáver encontraron una bolsa que también contenía cocaína. La Policía ya sabía que no habían robado, volvía a ser un montaje.

Pero Alex y Monie descubrieron algo más inquietante, cuando investigaron la casa. El muerto era un experto en embalsamar y momificar cadáveres, un erudito en el estudio de la técnica del antiguo Egipto.
Un extenso diario escrito por el, explicaba con todo lujo de detalle, como realizar la operación, además varias revistas con entrevistas dejaban claro sus estudios sobre el terreno y en laboratorios.
Por ahora, sin una lógica aparente, parecía como si cada muerto pudiera ser el responsable del asesinato anterior.

A los ancianos los mataron con las lanzas que trajo el segundo muerto, que pudo ser asesinado y arreglado a su vez por este tercer cadáver.

El caso estaba en un momento muy extraño para Alex y Monie, pues aunque las apariencias dejaban claro los hechos, no tenía mucho sentido. Otra duda que mantenían era encontrar la familia del primer cadáver y la mujer de este, pues sabían que no había descendencia aquí.

Volvieron a recurrir a sus superiores para saber si había noticias de las otras dos casas.
Pero los contactos no habían remitido nada. Por lo que decidieron continuar con la investigación, pidiendo permiso para viajar hasta París.

El estudio que buscaban estaba situado muy cerca de la Torre Eiffel.
De hecho estaba justo enfrente, en una zona de apartamentos turísticos muy frecuentados y donde cada semana era muy fácil encontrar nuevos inquilinos de visita a París.
Nadie se conocía.
Les costó encontrar el apartamento, pues había mucho juntos, todos eran iguales y pequeños.
Alex y Monie se pararon ante la puerta. Mucha gente entrabas y salía por las escaleras y el ascensor. La puerta estaba cerrada, llamaron...
No hubo respuesta.

Preguntaron por la agencia que lo alquilaba.
Allí les contaron que hacía dos meses que el dueño lo tenía vacío y no quería alquilarlo.

Les consiguieron las llaves con la presencia de la Policía.

Con mucho cuidado, presintiendo algo grave, abrieron la puerta.

La escena volvía a estar preparada.

Había varios cadáveres en forma de estrella, tres mujeres, totalmente tapadas con sábanas blancas, tres niños y dos hombres. Dentro todos de un corazón de rosas rojas.
Uno de los hombres estaba atravesado por una lanza idéntica a las anteriores, en el centro una mesa contenía un pequeño pastel rojo con ocho rosas rojas hechas de caramelo.

La cara de sorpresa de los policías fue derivando hacia la tristeza mientras observaban la escena.

Las pruebas posteriores en los cuerpos dieron con la causa de la muerte, todos fueron envenenados.
El producto usado sólo estaba al alcance de un experto farmacéutico.
Justamente la profesión del tercer hijo del matrimonio, que era el cadáver atravesado por la tercera lanza.

Mientras Alex y Monie intenten recabar el máximo de información, llegaron noticias desde Londres. La Policía había entrado en el piso, estaba vacío, limpio y parecía abandonado desde hacía días.

Alex y Monie empezaron a recapitular todo el caso.
Parecía bastante claro, pero varias pistas se salían de la investigación.
El segundo hombre encontrado no había podido ser identificado, del cuarto hermano no había rastro.
Los niños eran los hijos del primer cadáver y de este tercero, el farmacéutico.
Las tres mujeres eran las parejas de los hermanos muertos.
Y sobretodo, una cosa les molestaba bastante, faltaba una lanza.

Las investigaciones dejaron claro, con las pruebas aportadas, que posiblemente el asesino era ese cuarto hermano. Por las fechas de la muerte, consiguieron demostrar que los primeros en morir fueron el grupo familiar de París, de alguna manera mataron a los ancianos después con las lanzas y el experto embalsamador concluyó la muerte del primer hermano antes de morir el, de una sobredosis.
Eso también podría hacerlo culpable.

Pero la falta de una lanza y el otro hermano dejaba el caso abierto.

En ese punto Monie me confió un secreto, Alex y ella estuvieron a punto de dejar el caso sin solución, la situación más pausible era culpar al embalsamador. Pues luego pudo suicidarse con una sobredosis, aunque la lanza que tenía clavada no permitía esa salida lógica.
Monie estuvo varias noches sin dormir hasta que otra idea rondó por su cabeza.
Convenció a Alex de visitar el último piso de los ancianos en Londres.
No podían dejar el caso sin acabar de seguir las pistas.
Y allí fueron.

Pidieron las llaves a la policía y entraron.
Tal como les dijeron, estaba vacío y limpio. Aunque lleno de polvo.

Justo la pista que necesitaban.
El polvo les hizo descubrir la existencia de las cinco lanzas en la casa de los ancianos de Sevilla.
Y el polvo les hizo descubrir las huellas del asesino.

Un corazón se adivinaba en un rincón de una de las habitaciones, cruzado por una lanza.

Monie alertada por su instinto y su olfato, descubrió que esa habitación estaba reformada.
Al abrir las ventanas, la luz del sol dejó ver dos colores en la pintura de una pared, Alex usó su mano y con unos golpecitos suaves pudo comprobar cómo el sonido cambiaba, estaba hueca.

Llamaron a la policía, derribaron las pared y encontraron lo esperado.

Allí estaba el cuarto hermano, muerto.
Lo habían degollado.
Toda la pequeña estancia estaba machada de sangre, en contraste con el resto de la habitación limpia. La lanza le atravesaba el cuerpo y lo mantenía de pie, apoyado en la pared, en el suelo el círculo de rosas rojas ya marchitas.

El caso aún no podía concluir, pero muchas pistas ya iban cerrando el círculo.

Al volver a Sevilla con todas las pruebas, una casualidad cumplió su función.
Identificaron el cadáver encontrado en París.
Era el amante de la mujer del farmacéutico.
Los forenses determinaron que ese hombre murió días más tarde que el resto.
De hecho, casi con seguridad, dijeron que fue el último en morir.

Alex y Monie se felicitaron.
Habían conseguido descubrir que pasó.

El amante despechado, mató a todos y luego se suicidó, cerrando el círculo y complicando el caso a la policía.

En ese momento de la historia yo felicité a Monie y la invité a otro té para recuperar el aliento.

Pero ella riendo, me dijo.
-Tu crees que yo iba a cerrar el caso tan fácil?
-Pues si, claro. Todo quedaba ya explicado.
-Todo, todo? Un amante despechado no mata a tanta gente y se suicida.
-Ah!!. No?

Y Monie siguió el relato.

Justo cuando iban a dar la versión por correcta, un policía les recordó que todos los bienes y dinero de la familia, pues estaban muertos, se iban a dar a conocer, por el testamento.

Claro, se dijo Monie, el notario tiene la obligación de llamar a todos los herederos. Su instinto no fallaba.
Llamó a Alex, buscaron la fecha de la abertura del testamento y se presentaron.

Allí había una persona.
Sorprendiendo a Monie.
Pues se dio cuenta que una premisa no cuadraba. Una pista no había sido estudiada.
Y esperó.

El notario leyó el testamento.
Como era de esperar, todos los bienes eran para repartir en partes iguales, entre sus...
Cinco hijos.
Con el usufructo para la esposa, que al morir pasaría, a cada uno de los hijos, en la misma proporción que la nuda propiedad que les hubiera correspondido.
La ley también contempla, dijo el notario, que en caso de fallecimiento de algún hijo, la parte correspondiente pasaría en testamento a sus hijos o herederos.

Después de llamar a todos los herederos, sólo quedaba vivo el quinto hijo.
Del que la policía nunca supo nada.
Y que automáticamente pasaba a ser el principal sospechoso.

Alex y Monie esperaron que acabará la sesión y se dirigieron al hijo.
El se presentó como Manuel.

En el interrogatorio, tenía muy bien aprendida su coartada.

Hacía diez años de su separación familiar, vivía en New York.
Podía demostrar que había estado durante los últimos meses en su residencia.

Alex y Monie se tuvieron que conformar. No pudieron nunca demostrar nada más. El caso se cerró con el probable asesino del amante de la mujer del farmacéutico. Al estar muerto también. Nadie reclamó nada.

Monie no quedó satisfecha. Nunca había tenido un caso tan claro sin poder demostrarlo.
Esa es mi gata.

Se tomó unas vacaciones y viajó a New York.

Como la dirección de Manuel constaba en el caso, fue fácil encontrarlo.

Llamó a la puerta del apartamento.
El abrió.
-Sabía que vendrías, le dijo el.
-Se que los mataste tu, contestó Monie.
-Si.
-...
-A ti no voy a negartelo.
Ya no puedes hacer nada, no hay pruebas ni las tendrás. Incluso yo no quiero el dinero. Lo he vendido todo y gran parte lo he regalo a una Ong.
Por lo que no tienes razones para inculparme.
-Lo sé, contestó Monie, pero quiero saber el porqué y cómo. A ti no podré detenerle. Auque puede servirme para entender y atrapar a otros.
-Está bien. Sólo si demuestras que no tienes ningún micrófono te explicaré la historia. Aunque recuerda que siempre será una ilusión tuya. No podrás demostrar nada y yo lo negaré todo.
Y Manuel empezó su historia de amor y muerte.

El día que la pareja de ancianos, entonces jóvenes, acudieron al hospital para tener a sus cuatro hijos, mi madre también estaba de parto.
Era una mujer prostituta y drogadicta en el final de su carrera.
Aquella noche hubo cinco nacimientos, pero mi madre murió en ese momento.

El hombre que era abogado, sabía que con cinco hijos, las ayudas familiares se disparaban en aquel momento y compinchado con los médicos, decidieron juntar los cinco bebés como nacidos de la misma madre.
El hospital tapó el caso de la muerte de su madre como una sobredosis y nadie preguntó nunca más.

Desde siempre a mi me consideraron como un hijo diferente. Nunca me presentaron. Siempre me olvidaron.
Yo fui fuerte. Me gusta pintar,  y a eso me dediqué.
Como me gusta el cine, ya con veinte años vine a New York, contacté con una agencia de las que se dedican a montar escenarios para películas de cine. Aprendí mucho.
Durante diez años estuve programando cada paso.
Pues antes de venir, mi madre después de una discusión me lo explico todo y decidí vengarme.

Sabía que mi hermano mayor tenía una colección de lanzas.
Que mi otro hermano farmacéutico estudiaba en un laboratorio con venenos.
Que la cocaína era un preciado tesoro para mi hermano más aventurero.

Sólo necesitaba una coartada perfecta.

Me desplacé a Sevilla, con mi puesto cubierto por un gran amigo, el primero de mi vida, que nunca supo nada.
El pensaba que yo iba a casa porque mis padres estaban muy enfermos y me estuvo cubriendo el trabajo ante la empresa.
Usé un nombre falso para viajar en avión. Aquí es fácil conseguirlo.
Y al llegar, me presenté ante mi hermano el farmacéutico. Este me destapó que quería separarse de su mujer, pues sabía que tenía un amante. Eso me hizo cerrar el círculo.

Reuní a la familia para celebrar el encuentro con un pastel. El veneno hizo rápido efecto y deje el escenario perfecto. Como habrás adivinado, el amante no estaba. Yo si.

Luego maté a mis padres. Seguidamente contacté con mi otro hermano. Con los apuntes perfectos del embalsamador, terminé el escenario.
En Londres me costó un poco más. Aprovechando sus obras de reforma, decidí ocultar el cuerpo. Pues sabía que eso despistaría más a la policía.
El último hermano fue el más fácil, fue muy despistado siempre.

Sólo faltaba un paso. Contacté con el amante y lo alarmé bastante para que me hiciera caso, envenenarlo fue sencillo, entre copas. Luego lo arrastré hasta el apartamento y cerré el escenario.

Sólo quedaba avisar a la policía y marcharme.

Monie no sabía que decir ante tal plan perfecto.
Y menos después de oír como continuó la conversión.

-Aunque hay una cosa que no he podido comprender. Siguió contando Manuel.
Al ir a la lectura del testamento, ya sabía que todo sería para mi. Aunque no contaba con que la herencia sería partida en cinco partes iguales.
Eso me desmontó.
Nunca supe que me querían. Nunca me lo dijeron. Por eso los odiaba.
En aquel momento entendí que me había equivocado.
Por eso lo vendí todo y regalé el dinero.
Por eso aquí acaba todo.

Después de eso, Manuel saltó con fuerza por la ventana del apartamento.
Eran veinte pisos de altura.

Monie salió del apartamento con unas lágrimas en los ojos.
Que fácil es decir te quiero, se dijo.
Y cuanto nos cuesta...

Llevaba una rosa roja en la boca.








10 nov 2015

UNA VIDA EXTRA.

La carretera estaba oscura, el taxista conducía despacio, pero Lidia estaba impaciente.

-Puede correr un poco más, por favor, necesito llegar a tiempo.
-Si claro, dijo el, pero esta oscuridad no permite muchas alegrías.

Pocos segundos después la carretera se iluminó totalmente, como si un rayo hubiera caído delante del vehículo.
El taxi cayó en un gran socavón y Lidia vió como sus expectativas se hundían en el agujero.

Lidia era una joven fuerte y simpática, después de concluir su carrera de medicina y mientras esperaba poder acceder a la especialización, un embarazo había frenado sus sueños, pero estaba entregada a su bebé, una niña, le habían dicho, quería compartirlo con su pareja y ahí iba con el taxi.

Pudo salir, sin saber cómo, del socavón, el taxi quedó dentro con su conductor. Al instante otro rayo impacto muy cerca, dejándola ciega y sorda por unos segundos. Pero esta vez no pudo reaccionar y perdió el conocimiento.

Despertó en el hospital, aunque al abrir los ojos intuyó que algo no iba bien, se palpó la barriga, comprobando a su bebé, todo estaba correcto.
Aunque al fijarse en la habitación, parecía como si hubiera retrocedido en el tiempo. Un teléfono de hacia muchos años, la ropa fría y áspera. Las enfermeras usaban un look de los sesenta.
Y sus augurios se hicieron realidad al ver el calendario que colgaba de la pared, estaban en septiembre del año mil novecientos sesenta y tres.
Algo no iba bien.
Ella había nacido veinte años después.

Aprovechó la visita de la enfermera para preguntarle por la fecha en que vivían. Todo estaba correcto en la habitación y nada en su mente.

Durante muchos días la estuvieron cuidando y en vista de que no recordaba nada más que su nombre y todo lo que explicaba de su vida parecía una fantasía de su mente, la declararon legalmente inválida.
Nadie la conocía.
La Policía estuvo indagando, pero nunca descubrieron cómo la mujer pudo llegar a esa carretera sola.

El Estado le aprobó una ayuda económica y tuvo a su hija.
Ella en el fondo sabía, que era cuestión de tiempo, de años, llegar a su propio futuro. Y luchó, trabajó y vivió.
Nadie le regaló nada, aunque su constancia le mantuvo a flote, tuvo difícil su vida, porque una mujer joven y con una hija no era bien recibida en esos años, que ella sabía no eran los suyos.

Nunca pudo explicar a su hija que pasó aquel fatídico día, con la tormenta, el taxi y la luz.

Pasaron los años, y la Nochevieja del mil novecientos ochenta y tres, se convenció a si misma de buscarse.

El trabajo de asistenta en el hospital, gracias a sus conocimientos, le habían proporcionado unos ahorros, suficiente para tomarse unas vacaciones.

Hacia allí partió.
Tenía ventaja, pudo presentarse unos días antes y conseguir el trabajo.
Y aquella noche de septiembre colaboró en su propio nacimiento. Vio a su madre.
Tal como la recordaba. Pudo abrazarla y llorar con ella de felicidad.
Y se observó, tan pequeña e indefensa.
El trabajo en el hospital no le impidió seguir viviendo cerca, de si misma. Mientras su hija, Elisabeth, forjaba amistad con su propia madre.

Los años siguieron pasando. Celebraron el final del milenio, todos juntos, casi más como familia que como amigos.

Lidia, su hija Elizabeth y su madre real, aunque sólo conocida en ese momento.
Y justo a la medianoche de ese treinta y uno de diciembre, Lidia se sinceró con ella misma. Aunque ya no se llamaba igual, sino Julia.
La acercó al fuego y le habló despacio.

-Julia, le dijo, tengo que explicarte una historia.
-Te escucho, contestó ella.
-Se que esto te va a sonar muy raro y más sabiendo que siempre me han tratado de loca.
-No te preocupes, para mi eres como de mi familia, creo cuánto me digas. Respondió Julia.
-Dentro de unos años, siguió Lidia, conocerás un gran chico del que te enamorarás, auque tendrás que tener cuidado, porque casi sin querer, te quedarás embarazada.
Julia abría cada vez más los ojos, escuchando la historia.
-Y un día, mientras crees que te vas a encontrar con tu novio, para darle la buena noticia. Tendrás un accidente en un taxi.
-Eso te paso a ti Lidia?preguntó Julia.
-Si, contestó ella.
-No entiendo que tiene que ver conmigo, entonces.
-Porque tu y yo somos las misma persona, contestó Lidia.

Las carcajadas de Julia sonaron en la estancia.
-Gracias por contarme tu historia y hacerme reír, me ha gustado mucho tu regalo. Después un beso y un abrazo cerraron la conversación.

Lidia quedó triste, pues no sabía cómo convencer a Julia para que creyera su historia.
Mientras su hija se hacía también mayor a su lado, no pudo vivir la época que le correspondía, auque nunca pudo saberlo.
 Y llegó el fatídico día.
Lo tenía grabado en su mente, la hora exacta del día correcto.
Esperó...

Sonó el teléfono, la mala noticia corrió por la casa, Julia había tenido un accidente, estaba ingresada en el hospital.
Llamaron un taxi.
Subieron en el y fueron hacia el hospital.
Las tres, su amiga y madre de Julia, su hija Elizabeth y ella.

El camión perdió el control, cruzandose en la carretera, el choque fue inevitable y muy violento.

Lidia salió despedida del vehículo.

Despertó en el hospital.

Algo no iba bien.

Tenía la barriga hinchada.
A su lado, en la habitación, en otra cama una chica joven, murmuraba en sueños.

Llamó a la enfermera.
Esta avisó a su familia.

Entraron, con cara de preocupación, la madre de Lidia y... su novio.

Ella alegró la mirada, mientras lo besaba.
-Cuánto tiempo sin verte, le dijo.
-Mujer, contestó el. Han sido tres horas.

Treinta años para mi, pensó ella.
-Aunque ya no tienes que preocuparte, continuó hablando el, la niña está perfectamente, nadie se explica cómo has podido salir casi ilesa del accidente. Dentro de un mes, seremos padres, por fin.

Lidia siguió abrazando a su novio.
Y su madre no pudo, por menos que explicarle.
-Sobretodo, ten cuidado cuando despierte Julia, tu compañera de habitación, ella también ha tenido un accidente con peor pronostico que tu, han fallecido su madre y su hijo.

Lidia no sabía que decir, aunque pensó que serían, seguro, muy buenas amigas con Julia,