25 mar 2014

Sigue sin fiarte de tus ojos.

El doctor atendió el teléfono que sonaba, se giró hacia Lidia.
-Lo siento, o escapas o te pillarán, preguntan por ti.
-Quien es? Dijo ella.
-La policía, alguien te ha reconocido como la persona que pidió ayuda, cuando mataron a Samuel.
-No puede ser, usted me aseguró que no correría ningún riesgo.
-Márchate, dijo el doctor, intentaré despistarlos.

Lidia se despojó de su bata blanca y salió hacia el exterior del apartamento.
Al asomarse, oyó como varios agentes de la policía subían.
Decidió ascender al siguiente piso.

Al llegar a la altura de la puerta, esta se abrió, desde dentro un figura de hombre fuerte, la arrastró y cerró de nuevo.

-Veo que has vuelto, oyó desde el suelo.
-Como? Dijo ella.
-Lidia, antes nos engañaste, las joyas no eran verdaderas, pero te llevaste el dinero.
-Que joyas? Preguntó la mujer.
-No te hagas la tonta, tu contactaste conmigo para venderme las esmeraldas. Pero...

Lidia empezó a entender todo, no sabía como había entrado en la ilusión de Samuel, ella solo lo había matado para cerrar el problema.
Las lentillas habían fallado y tuvieron que hacerlo para mantener vivo el invento. Pero no podía creer que le estuviera afectando a ella también.

Poco a poco encajaban las piezas.
Ella no había matado realmente a Samuel, sino que el doctor la convenció para entrar en su sueño y hacerlo, aunque no sabía como.

Una pistola apuntándole al corazón la sacó de su razonamiento.
-Bueno Lidia, nos vas a dar las esmeraldas o el dinero, si no quieres morir.

Ella intentaba seguir razonando, si estaba en la ilusión de Samuel y lo había matado, como podía seguir allí.
A menos, que estuviera en su propio sueño.
Pero la pistola cada vez apretaba más la piel, no parecía irreal, no.

Lidia quiso ganar tiempo.
-Mira, todo esto es un lío montado por el ruso, hizo que le robara, para vendértelas a ti, nos ha engañado a los dos, después al salir, nos dispararon y quitaron el dinero.
-Vaya!! Veo que estás muy perdida tu también.
Hagamos una cosa, llévame hasta el ruso, allí discutiremos que hacemos contigo.

A Lidia no le quedaba otra opción que entrar en su juego, esperando mientras despertar, sabía que las lentillas la llevarían, de nuevo al doctor, allí sería el momento de librarse.

Los dos hombres, le ataron las manos, le taparon la boca y con una bolsa negra, la cabeza.
Lidia notó como la subían en un coche y se ponía en marcha.
Al poco rato, el coche paró.
Bajaron y fueron andando, casi a cuestas.
Subieron en una tarima, mientras le ataban una cuerda al cuello. Un hombre a su lado la tenía sujeta.

Le destaparon la cabeza, la cuerda atada a su cuerpo estaba, en el otro extremo, anudada a una gran viga, miró hacia abajo, la madera donde se apoyaba flotaba en el vacío de un pozo, si la movían, ella caería sin remedio y moriría ahogada por el nudo de la cuerda.
La mente de Lidia seguía discurriendo soluciones, pero un vehículo entró en la nave, parando delante de los dos hombres.
Era el ruso acompañado de sus esbirros.

-Para que me has llamado? Preguntó el hombre.
-Queremos aclarar una pequeña confusión, contestó el marchante que había retenido a Lidia.

-Yo no veo ningún problema, ahora mismo, mis hombres os mataran a todos y recuperaremos las joyas. A la primera que matáremos será a ella por traicionarme.
Continuó el ruso.

-Espera, dijo el secuestrador, pero si las joyas son falsas, devuélveme el dinero, o crees que sería tan tonto de llamarte sin tener protección.
Ahora mismo estás sobre una bomba que se ha enganchado a tu coche.
Al menor disparo o sonido similar, explotará.
Moriremos todos.
Solo hay una manera de desconectarla. Un hombre que está escondido en el tejado lleva un mando a distancia, si me das las esmeraldas o el dinero, desconectará el artefacto.

-Veo que estás muy preparado, continuó el ruso, solo hay un pequeño inconveniente, yo no tengo las joyas, me las robó ella y tampoco el dinero, cuando intentamos atraparla, lo escondió.

El marchante no dijo nada, solo se giró hacia Lidia.
Hizo un gesto con su mano y...

El hombre que sujetaba a la chica, la empujó hacia el fondo del pozo.

Antes de empezar a chillar, oyó como le susurraba al oído;
-Quítate las lentillas.

Mientras caía, notó como el nudo de la cuerda se deshacía, no estrangulándola, pero el golpe con el agua del fondo del pozo la dejo malherida.

Solo pudo oír, como la bomba explotaba.

Lidia se incorporó, el artefacto produjo un agujero tan grande que veía el exterior, el pozo la salvó de una muerte segura.
Notó la cuerda aún enganchada a su cuello, alguien debió cortarla instantes antes de caer.
La usó para trepar por la roca y poder salir de allí, el escenario era dantesco.

Ya en la calle, corrió cuanto pudo, pero no sabía donde estaba.
Llegó a una carretera y paró un vehículo, un hombre mayor la aproximó a la ciudad, muy lejos no estaba, porque el viaje con el marchante había sido muy corto.
Al llegar, su primera opción fue acercarse al piso del doctor.

Al acceder al portal, notó que la arrastraban dentro.
-Si que has tardado, oyó.
Al girarse la sorpresa fue mayúscula.

-No puede...
No puede ser. Yo te maté, lo recuerdo perfectamente.
Que eres un fantasma? Has venido para atormentarme?

-No, no Lidia, soy Samuel, nunca llegaste a matarme realmente, lo dos estamos metidos en la misma historia por culpa del doctor, desde el principio estábamos juntos, no se como consiguió conectar tus lentillas y las mías, pero ha mezclado nuestras ilusiones.
Lo único que espero es poder despertar y encontrarte a mi lado en la vida real.
-Pues, por poco llegas tarde, el ruso y el marchante intentaron matarme. Dijo ella.
-Lo se, te dije que nuestra aventura estaba unida, yo fuí quien cortó la cuerda e hizo explotar la bomba, estuve escondido en el tejado, todo el tiempo.
-Pero como saldremos de aquí? Preguntó Lidia.
-Hay que conseguir, respondió el, quitarse las lentillas.
-Pues subamos al piso del doctor, siguió ella, allí le obligaremos a que nos las quite.

Subieron. Les abrió la puerta el propio doctor, entre sorprendido y distraído.

-Que hacéis aquí, ahora los dos.
-Hemos regresado, dijo Samuel, queremos que nos quite las lentillas, conocernos en la vida real y acabar ya está historia.
-Lo siento, dijo el médico, no puedo hacer nada, por desgracia, uno de los inconvenientes que tiene este experimento es justo ese, no puedo quitaros las lentillas, porque todo esta sucediendo en vuestra mente, tenéis que hacerlo vosotros si queréis despertar. Incluso, esto que estáis viendo ahora, ni si quiera  es real.

En ese momento el doctor desapareció de su vista, se desintegró.
Se dieron cuenta que estaban solos ante el peligro.
La situación les unía más pero a la vez, les impedía vivir.

-Creo que puedo tener la solución, acertó a decir Samuel, si nos quitamos las lentillas mutuamente, igual funciona, yo intenté sacarme las mías, pero no dió resultado.
-Si, probemos, pero antes déjame darte un beso, si esto va bien, puede ser que no nos veamos más. Dijo Lidia.
-De acuerdo, pero recuerda que cuando todo esto acabe, te buscaré hasta encontrarte, donde estés, contestó el.
-Lo harías? Aún sabiendo que yo intenté matarte en el sueño?
-Si, todo era eso, una ilusión y tu necesitabas librarte de mi, aunque aquellas dos noches que pasamos juntos, son imborrables.

Los dos acercaron sus bocas para la despedida y entrecruzaron sus lenguas.

Los dedos de el se acercaron a los ojos de ella, mientras las manos de ella hacían lo propio con los ojos de el.

Se quitaron mutuamente las lentillas.

Pero no hubo ningún cambio.
Se miraron, dudaron...

-No funciona, dijo el.
-Quiero probar otra vez, siguió ella.
-No hace falta, no funciona porque no estamos en nuestro cuerpo, solo es la mente, no existimos físicamente.

Ella perdió la fuerza, cayó al suelo, destrozada, no podía más.
Y empezó a llorar...

Samuel vió como la mujer desaparecía ante sus ojos.
No podía creerlo, estaba pasando, despertaba.
Lo había tenido delante todo el tiempo, claro, las lágrimas.
Al llorar y mojar sus ojos había conseguido desprender las lentillas y salir de allí.

Solo tenía que hacerlo.
Y recordó...
Aquellos momentos de placer, como murió, el rescate de Lidia, la bomba.
Tantas cosas juntas, tantas experiencias. Tanto esfuerzo, tanto amor.
Y las lágrimas brotaron.

Estaba en la camilla, la placa metálica seguía a la altura de sus ojos. Un spray seguía rociando la cara.
La empujó, apartándola, se incorporó, estaba solo.
Salió corriendo de la habitación, no había nadie en todo el piso, solo otras máquinas similares en otras tantas camillas, vacías.

Quiso salir de allí y vió aquella pequeña puerta en una esquina, entró.

Una sala con una gran pantalla bien iluminada, conectada a una computadora, presidía el centro de la estancia, al otro lado el doctor, con unos auriculares puestos en los oídos, lloraba.

-Que le pasa, dijo Samuel,
-Lo siento mucho, usted me ha descubierto una historia desconocida para mi.
-Le exijo una explicación.
-Claro, continuó el doctor.
Mire hace dos años este invento de las lentillas lo probamos con mi gran colega Lidia, ella se prestó, nunca supe que pasó, pero varios días después de conectar las lentes, ella apareció en la camilla muerta, tenía el cuello fracturado.
Para mi supuso un shock tan grande que dejé olvidado el tema.

Samuel no daba crédito a lo que le estaban explicando.
El doctor siguió relatando los hechos.
-Hace unos meses conseguí un nuevo sistema de conexión bluetoo que me permitía tratar  la visión de las lentillas en un súper ordenador, que tengo aqui, pudiendo ver las imágenes como en una película.
En memoria de Lidia decidí continuar el experimento, al anuncio apareció usted.

Samuel cada vez estaba más intrigado.

El doctor continuó.
-Entonces conecté de nuevo las lentes, a través de sus ojos y mi pantalla, seguí en cada momento lo que sucedía.
Y en su ilusión apareció Lidia.
Solo que esta vez tuvo más suerte, porque cuando estaba en el pozo con la cuerda al cuello, alguien, usted, la salvó.

Me emocionó mucho ver como se enamoraban, intenté avisarle para que se quitara las lentillas, pero no me entendió, por fin vi como lo descubrían, la solución que yo tampoco sabía, eran las lágrimas, eso desconecta las lentes.
Ahora podré seguir experimentando sin tantos problemas y patentaré las lentes con el nombre de Lidia.
Gracias por su gran ayuda Samuel.
-Solo una pregunta, dijo el.
Si ella está muerta, donde la enterraron?
 Le prometí buscarla si salíamos de esta y quiero hacerlo, le llevare un ramo de rosas rojas.
-En el cementerio de la ciudad, contestó el doctor, lo acompañaré si ese es su deseo.
-Sí gracias, contestó Samuel.

Y los dos hombres fueron juntos hasta el nicho de Lidia, con el ramo de flores.

Una foto aparecía. A primera vista.
Samuel pensó que era tan bella como en sus sueños.

Lloraba de rabia.
Lloraba...

De pronto vio acercarse la foto, un dolor intenso notó en su espalda y la imagen pasó de borrosa a real.
Samuel escuchó como Lidia le hablaba.
-Hola amor, sabía que, como me prometiste, vendrías a buscarme donde estuviera.
-Si, dijo el, aquí estoy, pero llego tarde, tu estás muerta.
-No te preocupes, tu también lo estás, el doctor se ha encargado de tapar sus fracasos, a ti tampoco pudo controlarte y su pistola ha descargado en tu espalda.

-Ese doctor está muy mal, verdad?
-De hecho, dijo Lidia, todo esto no es más que el efecto de las lentillas combinadas con la locura de nuestras mentes.
-Quieres decir, dijo Samuel, que realmente no estamos muertos?
-Solo quiero decir, que si aún no te quitaste las lentes, es porque nunca has querido escapar.

Mientras el doctor, abría la tumba de Lidia y colocaba dentro el cuerpo de Samuel,

-Tema zanjado, dijo.

Volvió a la clínica.
Allí seguían las camillas con los cuerpos de los dos amantes, que curiosamente estaban juntos en una sola camilla.

El doctor se acercó al baño, se quitó las lentillas y las depósito suavemente en un recipiente especial.
-Ya están listas, dijo.
Ganaré mucho dinero con este invento. A ver quien me dice ahora que estoy loco...


2 comentarios:

  1. Buennnnnnn final de la historia de locura!! Cómo nos gusta a los dos este hilo de historia. Jajajajajajajaja Un verdadero placer leerte cuentista!

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  2. Solo desde la locura puedes llegar a entender, realmente que pasó.
    Creo que tienes razón, estamos muy locos.

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