29 mar 2015

Incertidumbre.

Esto que vais a leer, sólo es un boceto de mi nueva historia de #cuentocruentodejosep
Si tenéis un poco de paciencia. Dentro de poco estará completo.



La tarde era espectacular, el sol lucia espléndido, las olas descansaban en la arena, casi sin murmullos.

Florence, disfrutaba del momento plácido. Hacia muy pocos días había perdido a su compañero de toda la vida. Pero, aunque pueda parecer extraño, era feliz.
Ella tenía ya una edad donde tocaba descansar. Después de cuarenta años juntos decidieron cambiar de aires.
 
Mientras esperaba el momento, los recuerdos se agolpaban en su cabeza.
Aquella primera vida entre animales salvajes que unió su destino.
Las luchas con aquellos extraños y maliciosos guerreros, sólo pensando en huir para no perder demasiado rápido el momento. 
Otra vida más discreta detrás de buenos cuadros y buena música, también juntos, recordaba perfectamente aquellas melódicas sinfonías que tanto le animaban.
Por desgracia, también vivieron juntos épocas entre guerras, sólo pensando en sobrevivir.

Por fin habían conseguido un momento bueno. Unos años calmados, tranquilos. Pudiendo disfrutar de sus años juntos.

Pero tocaba de nuevo el cambio. El aviso llegó.
Y todo volvía a empezar.
Aunque esta vez, estaban ilusionados, el mundo era más tranquilo, los ordenadores y los robots prometían una vida más relajada. El momento era óptimo para poder vivir mejor. Sólo cabía esperar que el destino fuera benévolo con ellos, aunque se sabían elegidos, nunca estaba de más protegerse un poco.

El sol iba acercándose a su fin. La puesta era maravillosa. Y Florence empezó a llorar. Sus ojos húmedos, fueron cerrándose.
Ya no pudo oír nada más, pero las sirenas sonaron lejanas, los gritos a su lado no cesaron.

Ella flotaba hacia su destino, cada vez más cerca del sol. Su cuerpo ya anciano quedó olvidado en la arena, su energía pura y de nuevo joven volvía a formarse.

Nunca nadie supo el tiempo que transcurrió, pero el llanto inundó todo el recinto.

Es una niña, pudo oírse, sólo eso. El bebé nació  llorón.

Sus padres se decantaron por un nombre elegante y bonito, la llamaron Florence, ella aún no lo sabía, pero ese nombre elegido hacía muchos siglos la estuvo acompañando siempre en el transcurso de sus vidas.

Los años fueron pasando, Florence crecía entre niños de su edad, en el colegio los profesores eran robots autómatas, pero muy inteligentes, nada se les escapaba delante de sus ojos cámara.
El transporte también estaba vigilado desde la central, ningún niño escapaba al control durante el trayecto, siempre llegaban a su casa sin extravíos.
La calle era muy peligrosa, las mafias dominaban el exterior y los niños jugaban a través de sus ordenadores y tabletas conectadas a la red. 

Pero Florence no era feliz, notaba como algo le faltaba. El microchip implantado en su cabeza no funcionaba bien, no le aportaba la felicidad prometida. Ni los videojuegos desarrollados en las lentillas de sus ojos, para jugar con sus amigos, eran de su agrado. 
Quería algo más, necesitaba el contacto con otras personas, prohibido por el estado actual.

Sólo cuando compartía una sala de cine virtual con sus compañeros, comiendo las palomitas artesanas con sabores diversos, disfrutaba un poco más, aunque cuando abandonaba el armario donde se conectaba con el grupo, su llanto era intenso.

Esta nueva vida era genial, todo era gratis y pensado para vivir sin incomodidad.
Aunque sin contacto con nadie. No había sueldos ni necesidades, todo estaba controlado por los robots y el poder estaba en manos de ordenadores.
Ella sabía, a pesar de su corta edad, que todo se decidió para vivir mejor.
Un día se lo explicaron en el colegio. 
Hacia muchos años que el hombre se hartó de guerras y batallas pérdidas, de infelicidad y desilusión, decidiendo invertir toda su inteligencia y energía en conseguir una vida privilegiada.
Todo se conseguía con el famoso microchip implantado en el cerebro.

El cuerpo no se usaba, todo era dominado por la mente, viviendo una realidad paralela.
Los robots se encargaban de alimentar ese cuerpo indefinidamente.

Pero después le explicaron que era una vida para elegidos, sólo unos pocos conseguían ese estatus.
Sus padres lo eran y ella también. El programa aseguraba una vida intensa y feliz durante cincuenta años.
Todas sus relaciones y su vida estaba bajo control y nunca le pasaría nada.
A cambio su cuerpo era estudiado minuciosamente para mejorar las próximas generaciones.

El gasto energético, la alimentación y los problemas estaban solucionados.
Todo era perfecto para estos elegidos.
Por eso, aunque a ella le parecía que su vida era real, sólo su mente funcionaba. Las experiencias se vivían dentro de ella.

Pasaban los años para Florence, entre estudios universitarios y amigos íntimos virtuales, su mente se desarrollaba más rápidamente de lo previsto para el gusto de los controladores de su cuerpo, tenía mucha energía acumulada que suponía  no pocos desafíos.

Y un día recibió una visita diferente.

Una videollamada sonó en su mente.

Era uno de los Príncipes del Estado. Había oído hablar de ellos, sabía que eran cinco y tenían mucho poder. Su lucha contra los mafiosos de las calles, para mantener su mundo, eran intensas y sangrientas, pero gracias a los robots, los mantenían a raya.

Al otro lado del monitor un joven de rubio cabello y muy elegante, la saludaba por su nombre.

-Hola Florence. Me llamo Arnaldo. Como bien sabrás, por las enseñanzas de nuestros profesores, soy uno de los Príncipes de esta nación. 
Hace muchos años decidimos separarnos del resto y formar nuestro pueblo, para vivir felices, somos cinco hermanos con una inteligencia superior que nos ha permitido conseguir todo esto que conoces.
Pero durante estos años, nunca vimos un caso como el tuyo, tu capacidad y tú inteligencia es igual a la nuestra y muy por encima de todo nuestro pueblo. Por lo que, en conveniencia con mis hermanos, hemos decidido traerte a nuestro mundo, contraeras matrimonio con uno de nosotros, a tu elección. Y conseguiremos tener hijos que continúen este idílico mundo.
Tu serás la Reina del paraíso que hemos creado.
Aunque somos muy inteligentes no podemos luchar contra el tiempo, el límite físico de la edad aún no ha sido superado. 
Necesitamos vástagos que puedan perdurar nuestro sueño.
Aceptarías la propuesta?

Florence se tomó tiempo para responder, pues aunque la aceptación de ese mundo ayudaría a mejorarlo, ella no creía estar de acuerdo con esa vida tan extrema. Más después de haber vivido todos esos siglos en contacto con el resto de personas.

Pero convino con si misma, que su experiencia podría ayudar mucho.

Y decidió aceptar.
En su mente de nuevo apareció su pareja, tenía ya veinte años y no había podido encontrarlo aún.
Se convenció de poder tener la oportunidad, para descubrirlo a la vez que mejoraba ese proyecto de mundo iniciado por los cinco hermanos...