10 oct 2013

No te asustes.

Trabajaba como cada día en su despacho, controlaba que toda la seguridad de las cuatro empresas funcionaran perfectamente, desde sus monitores tenía acceso a todos los trabajadores, en el ordenador personal tenía la configuración de las líneas telefónicas internas y externas.
Sus dos carreras, los cuatro idiomas y la amistad con el director general le habían proporcionado ese poder.
Aunque su trabajo era muy estresante, Lidia lo llevaba bien.
Tenía una edad excelente para vivir la vida, casada y feliz en su matrimonio, sus días se limitaban a cumplir su cometido en la empresa y disfrutar del resto con sus amigos y familia. Nunca faltaba una cerveza en buena compañía.
Todo era perfecto para Lidia.
Solo unos flecos poco molestos no dejaban cerrar la ventana.
Y un dia se desmadraron sin que ella supiese nada.

Aquel dia, lo recordará toda la vida, fue diferente, su puntualidad, su dedicación, su perfección saltó por los aires.

Una ambulancia la adelantó rápidamente, con la sirena a todo volumen, dio un giro de volante y paró el vehículo.
Espero un instante para recuperarse.
Notó su respiración agitada, su corazón palpitaba intensamente.
Vio una sombra pasar delante, siguiendo la ambulancia.
Y quedó petrificada.
El rastro negro se giró, hizo un guiño mirándola y continuó su camino.
Un mal presagio entró en la mente de Lidia.
Se sacudió la cabeza, pensó que todo era un mal sueño, no daba crédito, arrancó de nuevo el coche y se presentó en su trabajo.
Llegó tarde.
Al entrar en su despacho el director general, la estaba esperando.
-Lidia, le dijo, hoy empieza una persona muy especial para mi, tendrás que dedicarle el tiempo necesario para que aprenda y ponerla al día. Será tu asesora directa.
Lidia aceptó el deseo del hombre, pero no vio con buenos ojos la situación.
Al instante Julia se presentó en su despacho.
Era todo lo contrario a ella.
Lidia era elegante, tenía un cuerpo muy excitante y erótico, sabía combinar sus medidas para ganar siempre, morena y con una larga melena brillante, con un perfume seductor aderezando su cuerpo.
Julia en cambio era vulgar, un cabello castaño rizado, sucio, con unos grandes ojos redondos, algo pasada de peso, pero con unas minifaldas de escándalo y unas blusas transparentes que provocaban las miradas de todos sus compañeros.
Ya desde ese primer día Lidia notó un cambio en su vida de forma abrupta.
Sus monitores, cuando Julia estaba cerca, se bloqueaban y cada vez que usaba el teléfono, nadie conseguía conectar el suyo.
Pero Lidia tenía más afectaciones, nunca conseguía llegar puntual, el tráfico se le complicaba  siempre. Su jefe últimamente había avinagrado su carácter y de la buena relación entre los compañeros de la oficina, habían pasado a un ambiente tenso.
Todo eso provocó a Lidia, un malestar que no la dejaba dormir por las noches, enfrío su relación con su marido y su familia. El problema se complicó y dejo de salir con sus amigos.
No podía más, el médico le recetó pastillas para dormir.
Lidia dejo de ser alegre y cada vez le costaba más vivir.
Hasta el día que, sin saber como, apareció Alex.

Como siempre después de dormir mal, Lidia despertó  tarde, todo el tráfico de la ciudad se concentró delante de ella impidiéndole llegar a su trabajo.
No podía más.
Paró el coche y cerró los ojos.
El móvil sonó, un timbre que le avisaba de un mensaje.
Pensó en olvidarlo.
Pero volvió a sonar.
Y una tercera vez.
Aceptó el envite.
Y un mensaje le dijo.
-Puedo ayudarte.
Ella contestó con una larga risa.
Los mensajes siguieron.
-Hoy no vayas al trabajo.
Vete al río y pasea, hazte fuerte, tu batalla ha empezado.
Ella los ha matado a todos ya y viene a por ti.
Concéntrate.
La lucha será larga si sabes ganar.
Lidia, miró de quien era el mensaje, mientras se borraba.
Nada.
Miró fuera del coche y justo estaba parada cerca del río, cosa extraña porque nunca lo había visto antes.
Salió del vehículo y paseó, pensando en todo eso, batalla, guerra, muertos. Pero que le estaba pasando, se preguntaba y seguía sin entender nada.
De nuevo el móvil le aviso de otro mensaje.
Leyó;
-Tienes que estar atenta.
Ella ha entrado en la oficina y ha matado a todos, ahora busca a tu jefe para hacer lo mismo y luego seguirá contigo.
Lidia lloraba, seguía sin comprender nada.
Los mensajes siguieron:
-Escucha, están dando las noticias.
Te puedo ayudar, si tu quieres.
Lidia volvió al coche, encendió la radio, hablaban de unas masacre en una empresa de su ciudad y era la suya. Quince muertos y seguían buscando a una mujer como sospechosa, según varios testigos.
Lidia explotó.
Iba a luchar contra esa cerda hasta conseguir matarla.
Al instante los mensajes volvieron.
-Tienes que esconderte. Ella se ha disfrazado de ti para matar a tus compañeros.
La policía te busca. Por eso te hice ir al río.
-Quien eres, escribió ella.
-Soy un gato, me llamó Alex. Pero no te asustes, puedo ayudarte.
Lidia pensó que su locura la sobrepasaba ya.
-Un gato?
No tiene sentido.
-Julia es un súcubo, un demonio. Atrapó el cuerpo de una pobre chica y cada vez que mata se hace más fuerte.
Soy un gato que poseo la fuerza y la inteligencia de una bruja blanca.
Se como luchar contra ella, pero te necesito a ti para poder vencerla.
Ella lo sabe, por eso te busca para matarte también.
-Porque yo? Preguntó Lidia.
-Esa es otra historia, que te explicaré si consigues vencer esta batalla.
Solo te puedo adelantar un detalle, recuerdas tu infancia, tu independencia,
 tus ganas de ser libre y de viajar?
-Si, claro, he sido siempre así. Dijo ella.
-Pues, siguió el gato, eso viene por parte de tu abuela. Quien tuvo que enfrentarse a otro demonio como este y pudo vencerlo para continuar su vida.
Era la bruja que me enseñó y me preparó para protegerte.
El demonio vuelve para consumar su guerra, matándote.
-Pero, no puede ser, mi abuela??
-No pierdas el tiempo, siguió el gato, estás en desventaja. Tienes que prepararte.
La única manera de luchar contra ella, es esta.
Busca a tu marido, a tus amigos, a tu jefe. Encuentra un desconocido con quien tengas buena conexión y júntalos todos en una reunión, te diré que tienes que cocinar y servir de beber.
Ella aparecerá y antes de matarlos a todos, tendras tu oportunidad.
-No podré hacer todo eso, dijo Lidia.
-No creo equivocarme, si eres como tu abuela, lo conseguirás, sino es así, todos moriremos.
No vayas a casa, te están buscando. Llama a todos pero usa la casa de una amiga buena que tengas.
-De acuerdo, contestó Lidia sin mucho convencimiento.
Llamó a su marido y lo puso al tanto, aunque incrédulo, pensando que las pastillas la estaban afectando, aceptó.
Convenció a sus amigos para celebrar algo especial esa tarde, reencontrarse de nuevo, convocándolos para cenar.
Buscó a su jefe y alertándole, consiguió convencerlo para venir.
Su amiga Carmen aceptó amablemente cederle el piso para la cena.
Solo faltaba el extraño.
Recordó un amigo con quien hablaba a través de las redes sociales, Julio, cercano, con el que tenía mucha afinidad y decidió invitarlo para conocerse.
Ya estaba todo preparado.
Y los mensajes continuaron.
El gato le explicó la cena que tenía que preparar.
-Primero cortas trozos de queso de tetilla, lo completas con membrillo, después un bistec para cada comensal, muy poco hecho, con una guarnición de pimiento rojo, no te preocupes por los gustos personales, y para finalizar una tarta de peras con chocolate deshecho dentro.
Nada más.
Para beber vino blanco, seco.
Todos tenéis que estar a las diez. Puntuales.
Y así fue.
Sonaron las campañas del reloj del salón. Era la hora exacta.
Los amigos reían, el marido de Lidia, estaba encantado con la velada, el amigo extraño disfrutaba de sus nuevas amistades y su jefe, a pesar de la extrañeza, empezó a beber nervioso.
Solo Lidia sabía que Alex, estaba escondido.
El gato se convirtió al sonar las campanas.
Una sombra negra rodeó a los comensales, le hizo un guiño a Lidia y esta sonrió.
La puerta del piso saltó en pedazos, detrás apareció Julia.
Impresionante, vestía una minifalda imposible, subida en unos tacones de infarto combinado con una blusa amarilla transparente que dejaba ver sus senos.
El pelo lo llevaba recogido en un moño.
Una mirada de ella bastó para hipnotizarlos, dejando paralizados a todos.
La sombra del gato se concentró en el cuerpo de Lidia.
Julia de un salto, en el aire sacó una daga y cayó justo en el corazón del jefe de Lidia.
Matándolo al instante.
De otro salto subió al centro de la mesa.
Todo estaba dispuesto como Alex, indicó.
El queso en el centro y en un círculo al filo de la mesa estaban dispuestos los bistecs, las copas llenas esperando el brindis.
El olor del vino atrajo a Julia.
Mientras Lidia se desprendía de su vestido largo negro. Protegida tras la sombra del gato.
Escondida y pegada a su cuerpo la espada estaba preparada.
Al saltar sobre la mesa, todos pudieron observar su esbelto cuerpo, las braguitas negras y el pequeño y erótico top negro que vestía.
Clavó la espada en el membrillo, rodeado por el queso, cerrando el círculo de fuerza.
Las copas flotaron del golpe.
Mientras JulIa se defendió, la carne se enganchó a la cara de los comensales, cortándoles la respiración, mientras se ahogaban, el gato se unió a Lidia para rociar al súcubo con la pócima que preparó su abuela, neutralizándola y el pastel de peras se desintegró en su cuerpo.
El vino se volcó sobre Julia, rompiendo el hechizo.
El demonio abandonó el cuerpo, sin vida ya, de la mujer y se engancho en la espada, quedando atrapada por la energía del círculo cerrado.
La sombra de Alex la rodeo sin dudarlo y se convirtió en gato al momento.
Dejando atrapado al ente con la espada clavada dentro de el.
Y despidiéndose de Lidia, desapareció.
Ella sabía que había ganado, los comensales se libraron de la carne y pudieron respirar. Pero había dos bajas, por desgracia. El cuerpo de la mujer y del jefe.
Lidia sabía que hacer.
El gato la puso al tanto de todo.
Junto todo el pimiento rojo de los platos y los esparció por encima de los cuerpos, en unos segundos habían desaparecido.
Abrió otra botella de vino, guardada en una maleta. Brindó con sus amigos y su marido y bebieron.
Todos durmieron.

Sonó el despertador, eran las seis, hora de levantarse e ir a trabajar.

Pero esta vez Lidia remoloneó.
Mientras escuchaba a su marido.
-Amor, como que no te levantas?
Por cierto he tenido un mal sueño.
Primero me ahogaba con un trozo de carne. Luego nos envenenaban con vino. Suerte que solo era un sueño.
-No despiertes aún, dijo Lidia. Mira.
-Un boleto de lotería? Preguntó el.
-Si y premiado, somos ricos y vamos a vivir lo que hasta ahora nos hemos perdido.

Un mensaje sonó en el móvil.
Lidia leyó.
-Hola, por fin todo acabo, por ahora.
La espada está a buen recaudo. Supongo que antes de irte le quitarías el boleto a tu amigo.
El premio es tuyo.
Lidia dejo escapar una sonrisa, mientras veía a su marido en la cama.
Pensaba que iba a hacer, cuando otro mensaje sonó.

-Lidia, soy Julio, explícame este sueño. Como atrapaste al demonio? Y que espectacular estabas en ropa interior. Creo que me he enamorado de ti.

Ella siguió riendo, mientras rodeaba en la cama a su marido.
Pensando:
-Ese otro problema ya lo solucionaré después.