26 oct 2014

La bella dormida?

-Capitán, es la cuarta chica que se desploma en dos semanas, todas con los mismos síntomas.
Dijo el policía.
-Si, mucho me temo que una nueva droga está haciendo estragos, contestó el.

-Pero hay cosas que no cuadran aquí. Siguió hablando el policía.
-Que cosas? Interrogó el capitán, explíquese.
-Pues ninguna tomaba drogas o alcohol, tampoco les han robado.
Ni siquiera hemos lamentado ningún ataque sexual. Explicó el policía.
-Si, todo muy extraño, ponga a sus hombres en la investigación, busquemos las razones y a ver que pasa. Zanjó el capitán.

Elisa entró en el pub, iba con dos buenas amigas.
Mientras bebían unos refrescos, charlaron recordando viejos tiempos, se conocían desde pequeñas.
-Es tarde, dijo Elisa, mañana madrugo y no puedo quedarme mas.
-Te acompañamos, contestaron las dos amigas al unísono.
-Tengo una investigación pendiente sobre el uso terapéutico de un veneno, continuó ella, no puedo aplazarlo.
-De acuerdo, lo primero es lo primero, continuó la amiga.

Salieron a la calle y Elisa se desplomó en el suelo.

Juani esa noche estaba de guardia, era sanitaria en una ambulancia, la noche estaba tranquila, después de unos días ajetreados.
Comentaba con sus compañeros el tema de las chicas drogadas, le llamaban ya el síndrome de la bella durmiente, aunque aún los médicos no podían explicar como sucedía.
Sonó la llamada de emergencia, otra chica estaba desplomada en la calle.
Salieron a toda prisa, con las sirenas y las luces puestas, cruzando las calles a máxima velocidad.

Poncho era un informático con delirios de grandeza, por eso no tenía trabajo, solo quería dedicarse a su pasión, los robots.
Ultimaba una avispa minúscula para que volará con una microcamara, estaba seguro que conseguiría venderla al ejército por mucho dinero.

La ambulancia con las sirenas conectadas pasaba por debajo de su casa. Era el momento ideal para probar, conectó el robot y lo hizo volar, siguiendo al vehículo sanitario 

La ambulancia llegó donde se había desplomado Elisa.
La atendieron al momento, mientras le hacían las oportunas pruebas.
-Otra bella durmiente, dijo Juani. Hay que llevarla al hospital con las otras.
-Espera contestó su compañero, recuerda que tenemos orden de derivarla al Juan II, el hospital está completo con las otras chicas.
-Tienes razón, venga vamos para allí.

Mientras la avispa grababa la escena, disimuladamente.
El vehículo empezó su marcha con el robot espiando.

-Capitán, otro caso idéntico a las chicas, son cinco ya.
-Vaya! Y aun no tenemos nada. Como va la investigación? Preguntó el capitán.
-Seguimos sin descubrir nada, las otras chicas llevan varios días en coma y los doctores no saben despertarlas. Contestó el policía.
-Supongo, dijo el capitán que esta chica la habrán llevado al Juan II, siguiendo las órdenes?
-Si, dijo el policía, allí está en espera de pruebas especiales.


Elisa estaba en una habitación aislada, sola.
Los médicos tenían una reunión para valorar la situación, después de los otros cuatro casos, se había declarado una situación excepcional.

La avispa agujereó fácilmente el plástico y entró.  

Poncho controlaba la habitación, mientras grababa con la cámara incorporada al robot.

El pinchado en el brazo fue minúsculo, pero suficiente para despertar a Elisa.
A través de un pequeño altavoz oyó la orden.
-Sabes que hay que hacer, solo tienes unos minutos.

Elisa abandonó la habitación, en el pasillo un pequeño armario le proporcionó una bata y una acreditación, se la colgó. 
Mientras la avispa le seguía silenciosamente.

Llegó al laboratorio, sabía exactamente donde encontrar lo que buscaba.
Usó un tubo, con la pipeta sacó seis gotas.
Las descargó en la pequeña burbuja oculta de la avispa.

Volvió al armario, dejo la ropa y la acreditación.
Seguía sin haber nadie en la habitación, esperó unos instantes y llamó al timbre de emergencia.
 Las enfermeras corrían despavoridas, la chica había despertado, no cumplía las circunstancias de los otros casos.
Los médicos abandonaron la reunión y se acercaron a la habitación.
Tenían mucho que preguntar.
Pero Elisa desveló rápidamente su curiosidad.
Les dijo que ella tenía una rara enfermedad, se quedaba dormida sin querer en donde menos esperaba, estaba diagnosticada. Sus amigas no lo sabían y se habían asustado. Por eso llamaron a emergencias.
Pero pudo convencerlos, su crisis ya había remitido, todas sus constantes eran buenas y desde el ordenador central pudieron afirmar que padecía esa enfermedad, estaba registrado.

Elisa salió por su propio pie, se acercó al piso de Poncho.

-Capitán, esta vez ha sido una falsa alarma, la chica tiene una enfermedad, pero no los síntomas de las otras cuatro.
-Menos mal, que alivio. Bueno pues sigan investigando con las otras, a ver si ya descubren alguna cosa. Dijo el capitán.

-Poncho, dijo Elisa, te ha llegado todo bien?
-Si, correcto, tenemos el veneno. Ahora solo falta que Juani lo prepare. Dijo el.
-Estará a punto de llegar, lo necesitamos todo mañana, dijo ella. 
El capitán ya nos ha pasado el horario.
Tienes los trajes a punto, no?
-Si, dijo Poncho, el robot está preparado y nuestra ropa también.

Llamaron al interfono.
Llegaba Juani.

-Sincronizar relojes, oyeron por el auricular.
-Hecho, dijo Elisa.
-Si, confirmó Juani.

El vehículo blindado paró delante de ellas sin verlas.
Los guardia sacaron el carro lleno de billetes y atravesaron el asfalto, mientras abrían la puerta del banco.

La avispa volaba sin ser vista y su aguijón con el veneno se introdujo al instante en el cuello del vigilante, desplomándose.
El segundo hombre se giró sorprendido sin tiempo para reaccionar, el robot ya había pinchado su yugular, la muerte le sobrevino al instante.
El conductor salió corriendo del vehículo gritando.
Elisa abandonó su escondite y se plantó delante de él descargando su spray en la cara del hombre que también se desplomó instantáneamente.
Mientras el guardia jurado salía a la calle tras ver el movimiento extraño de los guardias e intentaba sacar su arma reglamentaria.
Pero otra sombra se cruzó en su camino, el spray de Juani se descargó en su cara, ahogándolo en pocos segundos.

-Vamos, oyeron por el auricular.
Las dos mujeres empujaron de nuevo el carro con el dinero al camión y el nuevo conductor arrancó.

A toda velocidad atravesaron las calles hasta un polígono industrial cercano.
Desde el banco ya habían dado la alarma.
No habían pasado cuatro minutos y el vehículo estaba vacío y con las puertas cerradas.
El dinero estaba a buen recaudo, viajando en un coche de alta cilindrada.

En el asiento trasero se descorchaba una botella de cava.
-Salud, dijo Elisa, por un trabajo perfecto.
-Si, contestó Juani.
Somos millonarios.
-Yo también quiero, pidió el conductor.
-Poncho, dijo Elisa, tu conduce, en un rato estaremos todos juntos y podrás beber. Por cierto, donde tienes nuestra pequeña amiga?
-La avispa está guardadita.
Ha estado perfecta, como vosotras.
 
-Capitán, las cosas se nos complican, dijo el policía, entrando en su despacho.
-Que pasa ahora?
-Han robado un furgón blindado con mucho dinero.
-No puede ser.

Los agentes estaban en la calle, los cuatro guardias estaban muertos.

La pequeña avispa desde su escondite grababa toda la operación.

Una llamada anónima alertó a los policías del furgón abandonado en el polígono y hacia allí se trasladaron.

-Capitán, hemos encontrado el furgón, pero los guardias están muertos. Dijo el policía.

-Que no lo toque nadie hasta que no llegue yo, vamos. Dijo el capitán.

El policía dio las órdenes oportunas, los agentes rodearon el vehículo y esperaron.

La avispa cambió su ubicación, su interés era otro lugar ahora.

Las dos mujeres llegaron a su destino. Entraron en un garaje privado con el vehículo.
Al lado había parado un coche fúnebre muy lujoso.
Guardaron todo el dinero en el ataúd.

Se miraron los tres y juntado las manos, dijo Elisa.
-Empieza la hora de la verdad. Estáis a punto para morir?
-Si, dijeron al unísono.
-Nos vemos en la próxima reencarnación, dijo Juani.

Las policía rodeaba el furgón, el capitán se acercó.
-Jefe, le dijeron, unos cables sospechosos cuelgan de la puerta, los han dejado por descuido o para alertarnos.
-De acuerdo, dijo el, llamen al cuerpo especial, que desactiven ellos la bomba.
Pero no tuvieron tiempo al girarse, el furgón voló por los aires, la explosión alcanzo de lleno a varios policías.

El capitán solo notó un pinchazo y cayó al suelo.
No pudo oír nada más.

-Llamen a emergencias, hay varios agentes heridos, incluido el capitán.

Las ambulancias llegaron en pocos minutos.
Pero solo el capitán estaba malherido, los otros cuatro agentes, a resultas de la explosión estaban muertos.

Al capitán lo subieron en la ambulancia hacia el hospital.

-Poncho, dijo Juani, conecta la bomba. Mientras inyectaba liquido en una vena del capitán.

Pararon el vehículo, transportaron el cuerpo a otro coche oculto.
En pocos instantes la ambulancia saltó por los aires debido al explosivo.

La policía no tardó en llegar, sólo pudieron encontrar entre los hierros, tres cuerpos masculinos y otro femenino.

Con la documentación de la ambulancia y la placa policial de uno de los cuerpos,  todos irreconocibles, dedujeron que eran los tres sanitarios y el capitán.

El policía quería seguir la investigación de las cuatro chicas, pero el nuevo capitán tenía más interés en la bomba de la ambulancia, dejando de lado ese tema y puso a todo el mundo tras ese incidente.

En la iglesia abarrotada por el funeral del capitán, una pequeña avispa, controlaba toda la operación desde el aire, grabando la situación.

Al salir cargaron el ataúd  en el coche, arrancando hacia el cementerio, aunque un pequeño y casi invisible insecto también entró.

La otra pequeña avispa seguía grabando desde el aire.

-Poncho, estamos en situación, dijo Elisa.
-De acuerdo, estamos a dos manzanas, voy a cortar los semáforos.

Justo detrás del coche fúnebre, el rojo paró a los acompañantes.

Dos manzanas después fue otro semáforo quien paro al vehículo, mientras otro idéntico paraba al lado, para sorpresa del conductor, que no tuvo tiempo de decir nada.
La avispa ya introducía su aguijón en su cuello y mientras se desplomaba contra el volante, también mataba al copiloto con su veneno mortífero.

Las chicas bajaron del otro coche y arrastraron el ataúd hasta el suyo, saliendo a mucha velocidad.

Los semáforos se pusieron en verde.
Cuando los acompañantes llegaron a la altura del vehículo parado, este explotó, volando por los aires.

Las policía seguía sin entender nada.
-Quien querría volar el coche fúnebre con el cuerpo? Preguntaba el nuevo capitán.
-No sabemos nada, contestó el policía.
-Cada vez la situación se nos escapa mas de las manos y solo aparecen muertos por todos lados.
-Que podemos hacer, señor? Preguntó el policía.
-Estamos perdidos, creo.
Por ahora sigamos investigando el robo, parece que allí empezó todo.


-Ahora solo falta el golpe final, dijo Elisa. Estáis preparados?
-Yo tengo otro trabajo pendiente, dijo Poncho.
Tengo una reunión con un alto cargo del ejército, parecen interesados en mi robot.
-Claro, claro. Pero primero hay que despertar a las chicas. Dijo Elisa.
-Si, vamos, tenéis que volver a la vida.

Juani entró en el hospital, sabia justo donde ir.
Arrastró la cama con el cuerpo de la chica, inyectó el veneno y la dejó.
Mientras Elisa hacia lo propio con la otra.

Saltaron las alarmas y las enfermeras entraron en la habitación.

Los médicos sólo pudieron certificar la muerte de las dos chicas.
Los cuerpos fueron guardados en la nevera, mientras esperaban la autopsia.

Mientras Elisa y Juani hicieron lo propio con las otras dos chicas, pero esta vez, Poncho tenía preparado el ordenador para inutilizar las alarmas.
Las dos chicas ocuparon sus sitios.
Poncho bajó los cuerpos disimulados y los guardó también en las neveras del hospital.

Las avispas iniciaron su trabajo. El paralizante entró en las venas de Elisa y Juani.
Poncho volvió a conectar las alarmas.

El médico entró en la habitación, por el auricular disimulado en su oído, escuchó.
-Capitán, ya sabes que hacer, inyecta el liquido en su vena como hemos practicado.

En pocos instantes las chicas despertaron e hicieron sonar los timbres de ayuda.

Las enfermeras corrían.
Los médicos aliviados, seguían sin poder explicar nada, pero tenían la satisfacción de haber conseguido salvar a dos chicas.

-Señor, dijo el policía, dos chicas han muerto y dos han despertado.
-Bueno, parece que esto va volviendo a la normalidad. 
Y del robo, que sabemos? Preguntó el nuevo capitán.
-Aun nada, seguimos investigando.

Poncho y el capitán con el coche fúnebre se presentaron en el hospital, llevaban la orden de recoger los cuerpos de las chicas muertas.
El personal se sorprendió, pero todos los papeles estaban en regla y en el ordenador central la orden estaba incluida.
Se llevaron los cuerpos.

Una llamada anónima alertó a las policía, un vehículo fúnebre, estaba parado en un cercano polígono y tenía un ataúd dentro.

Las sirenas y luces no dejaron indiferente a los pocos vecinos.
Pero no tuvieron tiempo de nada, el coche voló por los aires, la bomba dejó poco que ver.

En el hospital no podían explicar como habían despertado las dos chicas, todas sus constantes eran normales.
Les dieron el alta y se marcharon.


-Descorchamos el cava ya? Preguntó Juani.
-Aún no, dijo Poncho.
Mi contacto quiere las avispas.
-Pero si el ejército se queda los robots, descubrirán el plan y podemos tener problemas.
Dijo el capitán.
-Tranquilo, siguió Poncho.
Se hacen pasar por el ejército, pero realmente son terroristas con mucho dinero. Podemos acabar la jugada de forma maestra y doblando el dinero del robo. Después de todo el trabajo que hemos hecho para conseguir el botín, borrando todas las pistas, ahora no va a ser diferente.

El contacto estaba a punto.
Poncho y el capitán llegaron con un coche fúnebre.
Los cuatro hombres estaban esperando, con un vehículo de mucha cilindrada.

-Tenéis el dinero? Preguntó Poncho.
-Si, contestó el terrorista, pero primero los robots, los millones están en el coche.
Poncho sacó un estuche, lo abrió, enseñando sus robots.
-Ya habéis visto como funcionan, el programa que los controla está instalado en este portátil.
Que el capitán enseñó a los hombres.
Estos empuñaron sus armas.
-No creeréis que ibais a salir bien de aquí, no?
Dijo el terrorista.
-Como? Preguntó Poncho, queréis matarnos?
Bien, disparad.
Los terroristas dudaron.
-Sin mi, continuó Poncho, no podréis usar mis robots, necesitáis las contraseñas.

Los hombres se miraron, sin ver como las avispas ya volaban.

Los cuatro robots inyectaron el veneno que Elisa sacó del hospital, en la yugular de los terroristas, desplomándose al instante.

Las chicas salieron del vehículo fúnebre.

Juani inyectó el antídoto en dos de los hombres tumbados en el suelo.

Subieron al otro vehículo y abandonaron el lugar.

Una llamada anónima avisó a las policía que no tardó en llegar a la zona.

-Señor, traigo buenas noticias.
-Explíquese, dijo el nuevo capitán.
-Hemos detenido a dos hombres y podemos demostrar que un clan mafioso y terrorista está detrás de todos estas explosiones y muertos de estos días.
Tenían la droga en su poder, que usaron, para probarla, en las chicas.
Explosivos idénticos a los usados en los coches fúnebres y el furgón blindado. Solo hay una mala noticia, no tenemos ningún rastro del dinero. Ahora mismo están interrogándolos.


-El dinero ya está en la cuenta de Belice. Dijo Poncho.
Ya podemos celebrarlo.
Aquí tenemos nuestras nuevas identidades y los pasajes para mañana. Nos vamos de luna de miel.

Las dos parejas apuraron sus copas y acabaron la noche en las habitaciones.

-Capitán, bueno Luis, según tu pasaporte nuevo, dijo Juani. A que estas esperando para conquistar este cuerpo?
La ropa iba volando por la habitación, mientras la temperatura ascendía.

-Poncho, seguro que me quieres más a mi que a tus avispas? Preguntó Elisa.
-Ellas solo son una distracción, tu eres mi pasión, contestó el.
Mientras la rodeaba con sus brazos.
-Esto no lo estarás grabando? Siguió Elisa.
-Te molesta? Dijo Poncho.
-No, no, pero deja el pabellón bien alto...

-Señor, lo siento, pero hemos perdido la última pista, los dos hombres han muerto, sus corazones no han podido soportar el veneno, por lo visto se lo inyectaron también, dijo el policía. Lo más curioso es la explicación que pudieron darnos, una locura.
-Explíquese, dijo el nuevo capitán.
-Señor, continuó el policía, nos hablaron de unas pequeñas avispas, unos robots controlados por un ordenador que inyectaban el veneno y grababan todo con una pequeña cámara.
-Debían estar ya alucinando por el veneno. Dijo el nuevo capitán.
Aunque bien mirado, seria un interesante negocio.
Volvamos a la realidad.
Si hemos podido demostrar la autoría de esos hombres en el robo y los asesinatos, las chicas están bien, podemos cerrar el caso.

-Solo queda un cabo suelto, dijo el policía. El dinero.
-Si, continuó el nuevo capitán. Tema importante, los seguros se harán cargo.

-Volamos a treinta y cinco mil pies de altura, la velocidad de crucero es de novecientos kilómetros por hora, descansen. En cuatro horas aterrizaremos en Nueva York. Feliz viaje.
Sonaba por los altavoces del avión.

Las dos parejas pidieron unas copas para celebrarlo.
-De luna de miel?
Les preguntaba la azafata.

Ellos se miraron, mientras asentían.

Las risas contagiaron a los cuatro.
Las avispas se removían en el estuche...












15 oct 2014

Mentiras de verdad

Emilio era un periodista eficiente, estaba separado y tenía dos hijos, aunque sus buenos momentos ya habían pasado, refugiándose en su profesión conseguía su trocito de felicidad.

Se había especializado en desenmascarar engaños. Cada vez que encontraba anuncios extraños, indagaba hasta descubrir al intruso, sus reportajes estaban muy bien considerados entre varias agencias y la remuneración que conseguía le permitía vivir bien.
Y esta vez no iba a ser diferente se dijo, al leer el anuncio que había encontrado.

'soy Rosario, si quieres mi ayuda, no dudes en llamarme. Me adapto a tus necesidades económicas, saldrás satisfecho.'

Estuvo intentando comprender el texto, curiosa manera de empezar con minúscula, tampoco dejaba claro el tipo de ayuda que prometía, no parecía un anuncio sexual, aunque realmente, aparte de prometer satisfacción, no dejaba entrever nada mas.

Decidió llamar al teléfono referido y ver que pasaba, esos retos eran los que más le interesaban y por descontado, los que más dinero atraían.

Al otro lado de la línea una voz masculina hablaba.
-Diga?
-Hola, buenas tardes, dijo Emilio, preguntaba por el anuncio de Rosario.
-Buenas tardes, contestó el hombre, si, soy yo Rosario, necesita ayuda verdad?
Antes de contestar Emilio, pensó que era muy interesante la acción del hombre, adelantándose con su pregunta.
-Si claro, por eso llamo, pero me ha sorprendido, pensaba que Rosario era una mujer.
-Si es nombre de mujer, pero también se usa en forma masculina, aunque tengo que decirle que es mi nombre de trabajo.
-Ahh! De acuerdo.
-Pero vayamos a su necesidad, usted está buscando felicidad, verdad? Preguntó el hombre.
-Si, como no, contestó Emilio.
-Pues ha venido al sitio adecuado.
Solo necesito hacerle tres preguntas, yo soy sanador, pero no adivino.
-De acuerdo, pero con tres preguntas tiene suficiente para hacerme feliz? Siguió interrogando Emilio, ahora muy extrañado.
-Si, correcto. Además en función de sus respuestas, mi precio variará. Contestó el hombre.
-Me esta dejando muy sorprendido, continuó Emilio, tan rápido es todo.
-Yo no hablé de velocidad sino de preguntas.
-Si, si, disculpe, dijo Emilio, cuando usted quiera.
-De acuerdo, pues, dijo el hombre.
Un silencio estricto inundó la línea de teléfono, hasta que volvió la voz de Rosario.
-Usted, le dijo, mataría o moriría por amor?
-Esa es la pregunta? indagó Emilio.
-Correcto, gracias por su respuesta. Contesto el hombre, desconcertando aún más a Emilio.
-Como, como...?
Si yo no he respondido nada.
-Si, lo hizo ya. Dijo el hombre. Ahora atento a la segunda.
-Pero, pero... Siguió diciendo Emilio.
-No pasa nada, luego lo entenderá todo, esta es la siguiente. 
Cree que tiene suficiente dinero para ser feliz?
-Hombre, respondió Emilio, me gano bien la vida y me gusta mi trabajo.
-Perfecto, esto va de maravilla. Dijo Rosario. Y ahora la última.
Daría tres de cada diez años de su vida por tener un amor intenso y pleno?
-Sigo sin entender estas preguntas tan extrañas, contestó Emilio, usted no está en su sano juicio verdad?
-Mire, esto lo ha empezado al llamar a mi teléfono, las casualidades no existen, las provocamos nosotros, ahora puede colgar y olvidarse o, cosa que le recomiendo, dejarme hablar y continuar hacia su felicidad.

Emilio colgó el teléfono.
Instintivamente su mente se puso en alerta, algo no iba bien, ese hombre no era un estafador típico.
Se quedó mirando el aparato, aunque por otra parte, había perdido una oportunidad inmejorable.

Se convenció de intentarlo de nuevo en un par de días, con otro teléfono y observaría la reacción del hombre aquel.

Mientras pensaba en su acción, recordó que tenía que recoger a su hijo, jugaba un partido de fútbol y a el le gustaba acompañarlo y animarlo.
Su relación con Anna, hacia tiempo que había acabado, ella incluso tenía otra pareja, pero siempre que podía se encargaba de acompañarlos.

No le dio mas vueltas al tema de Rosario y fue en busca de su hijo.

Ya lo estaba esperando en la puerta, subió al vehículo y se acercaron al campo.
El chico bajo a vestuarios, mientras Emilio se acomodaba en la tribuna.
Había poca gente, pero una mujer llamó su atención, era guapa, media melena rubia, bien proporcionada, le pareció muy interesante.
La mujer observó como la miraba y cruzaron un saludo. 

En pocos minutos y mientras los chicos jugaban el partido, conversaron, acercándose los dos. La mujer le explicó que se había separado de su marido, porque la maltrataba físicamente, había cambiado de ciudad de residencia e intentaba empezar una nueva vida con su hijo, que era el nuevo compañero de clase con el retoño de Emilio.
 
Las dos partes tenían mucho en común y el flechazo fue instantáneo, en pocos días la convivencia entre ambos aumentó.
Y se convirtieron en pareja, la mujer se trasladó a vivir a casa de Emilio.

El periodista siguió su trabajo y dejó de banda aquel extraño episodio con Rosario, encontró nuevos temas menos raros y más claros, para conseguir su buen sueldo. Desde el encuentro con Maria todo iba de maravilla.

Tenía una pareja formidable, era el mejor momento de su vida, las agencias se lo rifaban, en los últimos meses sus reportajes habían sido magníficos y su cuenta bancaria estaba bien inflada. No podía pedirle nada más a la vida. Era feliz.

Aquella mañana Emilio se despertó sobresaltado, un mal sueño no le dejaba descansar, creía recordar que hacía varios días que se le repetía.
Era Rosario, en su sueño no paraba de pedirle dinero mientras se reía a carcajadas de el.
Emilio se negaba a pagar y entonces se veía en una cueva en total oscuridad, tumbado y sin poder moverse, despertando sudoroso.

No sabia que hacer, porque recordaba aquella conversación donde Rosario le dijo que las casualidad no existían y en cambio, una casualidad hizo que conociera a María, y varias casualidades dieron como resultado que pudiera completar sus reportajes, además también fue casualidad que aquella agencia lo contratara y le pagará más dinero que nunca.
Intentó contactar de nuevo con Rosario, tenía aquel anuncio bien guardado, aunque cada vez que lo probaba, no acababa de marcar y ya colgaba.
Se dio cuenta que le daba miedo perder lo que tenía.
Tenía que hablar con el.
Las casualidades no existen, se repetía continuamente.

Aquella mañana se convenció de dar el paso, en el desayuno sacó su teléfono, cogió el papel del anuncio y respirando intensamente, marcó el número.

Pero no tuvo tiempo, el movil sonó con la estridente canción que tenía configurada. 
Era María.
-Tienes que venir, decía la mujer por el teléfono.
-Que te pasa? Preguntó Emilio.
-Es Eric, mi exmarido, me ha encontrado. Contestó ella entre sollozos.
-O vienes o la mato, oyó, de nuevo.
Mientras se oía a María llorar de fondo.

Emilio se puso muy nervioso y salió corriendo, su piso no estaba lejos de allí, en pocos minutos subía las escaleras.
Entró.
-Que quieres le preguntó al intruso?
-No tengo nada que perder, contestó el, ya no controlo a mi mujer y no veo a mi hijo, todo me da igual. Tu la quieres?

Emilio giró su vista hacia Maria, que lloraba en la esquina, con la cara ensangrentada.

-Si, la quiero, y tu?
-Pues vas a tener que ganártela. Dijo el hombre.
-Como dices? Preguntó Emilio.

-Mira, listo, siguió el hombre. Estoy muy loco, por eso ella me abandonó, te reto a ganarme.

Mientras sacaba una pistola y colocaba una bala en el cargador.

-Solo tienes que coger el revolver y dispararte en la cabeza, si no pasa nada, continuaré yo. Hasta que uno de los dos muera. El superviviente se quedará con María.
Y no dudes ni un instante, sino te mataré yo directamente con mi otra pistola.
Mientras le apuntaba con el arma.

-De acuerdo, dijo Emilio, pásame el revolver.

Cuando lo tuvo en la mano y empezó a apuntarse en la cabeza, observó que el hombre bajaba la otra pistola, Emilio no dudó ni un instante, apuntó rápidamente a la cabeza de el y disparó.
La bala atravesó el cerebro y dejo inerte en el suelo al exmarido de María.
El charco de sangre ensució todo el suelo y parte de la pared.

Maria siguió llorando mientras corría a abrazarse a el.
-Gracias, gracias...
Le dijo.

Emilio no sabia que hacer y a su mente vino la primera pregunta que le hizo Rosario, ahora entendió que podía responder, el mataría por amor, realmente ya lo había hecho.

Intrigado estaba cuando vio como María limpiaba todo el estropicio.
Las dudas vivieron para hacer desaparecer el cuerpo.
Pero Maria lo resolvió rápido.
-No te preocupes, le dijo.
Tengo buenos amigos. Por un buen pellizco nos ayudaran.
-Que? Preguntó Emilio.
-Si, continuó la mujer, mis amigos tienen un catering, allí es fácil de disimular un cuerpo, triturándolo.
Pero me pedirán dinero, bastante, aunque todo esto servirá para salvar nuestro amor.

Emilio estuvo de acuerdo, sería difícil poder demostrar que había matado al hombre en defensa propia y más  como va la justicia, lo mejor sería, se convenció, en hacer caso al plan de María.

La mujer llamó por teléfono, estuvo unos minutos regateando, mientras Emilio acababa de asimilar que había matado a un hombre.

Después de colgar, le dijo a Emilio cuanto iban a cobrarles por hacer desaparecer el cuerpo.
Y era bastante.
Todo lo que él había ahorrado hasta ese día no llegaba a la mitad.
Pero recordó que podía hipotecar la casa para conseguir el resto, era eso o la prisión se dijo.

Maria volvió a contactar con aquellas personas y aceptó las condiciones, pagarían la mitad y la otra parte en dos o tres días.

Emilio fue al banco, retiró todo el dinero que tenía y contrató el crédito.
En la sucursal se sorprendieron del movimiento de capital y lo interrogaron, pero el los convenció, anunciándoles un nuevo negocio, del que no podía explicar nada. Era todo muy secreto.
El director aceptó.

En pocas horas, dos hombres llegaron a la casa, se ocultaban la cara con unas mascaras discretas. Tapando el cuerpo, montaron una pequeña estancia con unas placas insonoras y se dedicaron a descuartizarlo.
Casi no hicieron ruido.
Poco después se marcharon con unas discretas neveras llenas.

Maria acabó de limpiar la habitación con los productos que trajeron los hombres. Que se llevaron, también el maletín con el dinero.
Le hicieron firmar un contrato, disimulado en una compra de productos, por el valor del resto del trabajo.

En tres días, otro hombre se presentó en la casa, era un cobrador contratado por la empresa, venia a saldar la deuda.
Emilio muy nervioso le entregó el resto del dinero.
Al cerrar la puerta, un suspiro de tranquilidad resonó en la estancia. Ahora sólo tenía que trabajar más y recuperar las pérdidas.
Y el nombre de Rosario volvió a su mente.
Hasta ahora no se había dado cuenta, con la tensión y los nervios de la situación, pero la segunda pregunta de aquel hombre ya tenía respuesta.
El miedo inundó a Emilio.

Dos preguntas se habían cumplido...

Tenia que hablar con Rosario, pues la tercera pregunta, era la mas intrigante de todas, su vida dependía de ello.
Emilio recorría arriba y abajo la estancia continuamente.
Estaba muy nervioso.
Recordaba que la pregunta hablaba de sacrificar años de su vida, pero no cuántos, ni como.

Tenía que llamar, se decía.
Pero no podía.
Eso era ponerse fecha de caducidad.
Prefería no saberlo.
Ahora que disfrutaba de su mejor vida, podía perderla.
Las palabras de Rosario seguían martilleando su mente.
'Las casualidades no existen. Cuelgue y siga su vida. Usted busca felicidad.'
Y sobretodo, la más intrigante ahora:
'Su precio variará según sus respuestas.'

Qué querría decir, se preguntaba.
Como pudo llegar a esa situación.

No podía más con la incertidumbre, buscó el anuncio que tenía guardado y llamó.

-Diga? Sonó al otro lado.
-Rosario? Preguntó el.
-Si soy yo.
-Mire, continuó Emilio, le llamé hace unos días, pero no le dejé acabar de hablar y colgué.
-Pues lo siento por usted, dijo el hombre, si no quiso antes llegar a su felicidad, a través mío, que le ha hecho cambiar de opinión?
-No lo sabe? Volvió a preguntar Emilio. 
-No, claro que no, si tuviera que saber lo que les ocurre a todos los que llaman y se asustan, seria adivino y no lo soy.
-Pero...  Balbuceó Emilio, las preguntas que me hizo, que sentido tiene...
Aunque ahora podría contestarlas.
-Pues me alegro mucho, dijo Rosario, así ya sabe que haría, no?
Ahora cuelgue y déjeme trabajar tranquilo, hay muchas otras personas que necesitan mi ayuda.
-Como? Siguió hablando Emilio. Y me va a dejar con la incógnita?
Las dos primeras preguntas ya las he vivido y aceptado, ahora necesito saber cuanto cuesta esto.
-No se de que me habla, dijo Rosario, pero me esta importunando, cuelgue, yo no puedo ayudarle y dudo que lo hiciera antes, mi labor solo es psicológica, consigo cambiar el ángulo de visión de las personas, para que asuman su condición y sean más felices, después les cobro lo que me pueden pagar, sin más.
-Entonces, continuó Emilio más enfadado, Aquellas preguntas? 
-Con aquello, explicó Rosario, solo consigo saber la necesidad y pena de cada persona, para ayudarla mejor y su desesperación para pagar mi ayuda.
Todo lo que usted haya imaginado no tiene nada que ver conmigo. Buenas tardes.
Y colgó el teléfono.

Emilio no acababa de comprender que había pasado, pero cogió el papel del anuncio y lo rompió, arrojándolo a una papelera.
Era perfectamente identificable una estafa como las que el ayudaba a destapar.
Estuvo tentado de hacerlo, pero aunque no tuviera relación directa, si le había proporcionado una felicidad en su vida que antes no tenía.
Siguió caminando por la calle, tranquilamente.

Habían pasado unos días de aquel último contacto, Emilio había olvidado todo y seguía concentrado en su trabajo.
Estudiando estaba un nuevo anuncio, que tenía muchas condiciones para ser otra estafa, cuando sonó su teléfono.

-Dígame. Habló Emilio.
Unos sollozos se oían al otro lado, cada vez más fuertes.
-Quien es? Preguntó de nuevo Emilio.
Los lloros se intensificaron.
-Pero que pasa? Quien eres?
-Lo que has oído, contestó desde el teléfono, una voz masculina, es tu pareja.
Tiene mucha pena porque la vamos a matar.
-Que, que... Intentó decir Emilio.
-No os vais a salir con la vuestra, habéis matado un hombre y tenéis que pagarlo. Dijo la voz,
Tu tienes la llave de su vida, o nos pagas un rescate o ella morirá.

Mientras de fondo de seguía oyendo como lloraba desconsoladamente María.

Después de unos segundos tensos, Emilio preguntó 
-Que queréis?
-No necesitamos dinero.
Somos una organización y gracias a nuestra ayuda, nos llamo María, pudisteis libraros del cuerpo de aquel hombre. Ahora nuestro máximo jefe esta enfermo. 

Emilio escuchaba atentamente sin entender mucho que le decían.

-De nuestras investigaciones, sabemos que eres compatible.

-Compatible a que? Preguntó Emilio.
-Para un trasplante, le contestó la voz.
O cedes un riñón y parte de tu hígado o ella morirá.
Tienes veinticuatro horas.
Preséntate en esta dirección en ese plazo o despídete de ella.
-Y como se, siguió preguntando Emilio, que es verdad.
Pero ya habían colgado.
Al instante recibió un mensaje de un número  oculto, era un dirección de la ciudad, una gran avenida.
Tenía un día para decidir.

Sin querer se dio cuenta, se cumplía la tercera pregunta de Rosario, con esos trasplantes estaba regalando años de su vida, para salvar su amor, para ayudar a María.

No dudó mucho, estaba decidido, aunque viviera menos años, prefería vivirlos con ella, le había conseguido todo lo que no tuvo anteriormente.

Durmió esa noche, los sueños agitaron su descanso.
Rosario volvía a pedirle sus órganos entre risas y carcajadas, mientras el aceptaba, pero después el sueño finalizaba igual, en una cueva muy oscura, encerrado y sin poder comunicarse con nadie.
Despertó sudoroso y convencido, lo iba a hacer.

Al día siguiente se presentó en la dirección que le habían proporcionado. Una chica joven simpática, le abrió la puerta y le acompañó a una estancia, después de identificarlo.

No tuvo que esperar mucho, al poco un hombre vestido con un traje de aislamiento entró, conectando una maquina, un sospechoso gas inundó la habitación.

Emilio despertó, estaba tirado en la calle, medio borracho, era de noche ya.
Unas personas que pasaron por allí fruncieron el ceño mientras le reprochaban su estado, pero el no podía hablar.
Recordó la situación, se levantó la camisa y pudo ver las cicatrices, dentro de su gravedad, una sonrisa alegro su cara.
-Había salvado a María  Pensó. Ahora tocaba recuperarse y disfrutar del tiempo que le quedaba.
Podría seguir trabajando, aunque mas tranquilo y vivir...

Intentó levantarse, la cabeza le daba vueltas.
De repente vio dos gatos que se acercaban a el.

Pero no podía moverse, uno de los gatos, negro, se puso delante y le habló.

-Hola Emilio, soy Rosario, por fin nos conocemos.

Un inmenso desconcierto inundo a Emilio, pero no podía hablar y siguió escuchando.
-Tu querías ser feliz, pero para serlo tenias que conseguir responder las tres preguntas, ya lo hiciste y muy bien.
Te has ganado tu felicidad total.

Emilio pensaba que debía estar alucinando por culpa de la operación, pero el gato siguió hablando.
-Te voy a contar un secreto muy bien oculto que solo unos pocos aquí saben. El hombre es la ultima evolución en este planeta, pasa por varias reencarnaciones hasta la última.
En función de su aportación al mundo en esas vidas, se convierte en rocas, plantas o animales, pero para los que dieron su vida por los demás, existe una ultima reencarnación en gato, que como sabes, son los animales más independientes e inteligentes que existen, además con varias vidas extras.

A Emilio cada vez todo le parecía más extravagante y fantasioso, pero el gato seguía hablando.

-Tu te lo merecías, por eso en esta última vida, te propusimos ganarte un alma de gato.
No nos has defraudado, a partir de ahora serás uno de nosotros, podrás ser tan feliz como quieras, sin depender de nadie ni de nada.
Emilio, eres ya un gato.
Vive tu vida, te la has ganado.

Emilio cerró los ojos, no tenía más fuerza.

La policía entró en el piso, llevaban varios meses investigando delitos de trata de personas y robo de órganos.
El panorama era desolador, habitaciones repletas de cuerpos en grandes congeladores y el ultimo desgraciado aún en una cama.

Le habían quitado el hígado y los riñones, estaba desangrado.

Varios policías salieron de allí llorando, no podían superar esas imágenes.

A Emilio lo enterraron en el panteón familiar, su ex pareja y sus hijos lloraban.
Mucha afluencia de periodistas amigos suyos llenaban el cementerio.
Las ultimas noticias ligaban su muerte a un ajuste de cuentas, por sus reportajes.

En segundo plano, una mujer rubia, muy bien parecida, esperaba.
Llevaba unos discretos auriculares disimulados en su media melena.
Oyó que le decían.
-Ves el hombre del traje azul, pelo blanco, al lado de la ex mujer de Emilio?
-Si, contestó ella.
-Es nuestra siguiente presa, separado, con problemas familiares y mucho dinero, ya sabes que tienes que hacer...
Le ordenaban.

Ella se acercó discretamente al hombre.

Pero un gato negro se enredó en sus piernas, maullando.

La mujer no entendía nada y se asustó.

El gato maullaba sin que nadie lo entendiera.
-Soy Emilio, por favor María, no lo hagas, tu ultima vida no te dará opción...
La mujer quiso correr, no le gustaban los gatos, tropezó contra pared del panteón, golpeándose la cabeza.
Quedó muerta en el acto, el golpe la desnucó.


Aún podéis descubrir a Emilio, ayer mi gata Monie, me explicó que unas rocas se han formado a la entrada del cementerio y por las noches se puede ver y oír a Emilio, el gato, maullar encima de ellas.