26 oct 2014

La bella dormida?

-Capitán, es la cuarta chica que se desploma en dos semanas, todas con los mismos síntomas.
Dijo el policía.
-Si, mucho me temo que una nueva droga está haciendo estragos, contestó el.

-Pero hay cosas que no cuadran aquí. Siguió hablando el policía.
-Que cosas? Interrogó el capitán, explíquese.
-Pues ninguna tomaba drogas o alcohol, tampoco les han robado.
Ni siquiera hemos lamentado ningún ataque sexual. Explicó el policía.
-Si, todo muy extraño, ponga a sus hombres en la investigación, busquemos las razones y a ver que pasa. Zanjó el capitán.

Elisa entró en el pub, iba con dos buenas amigas.
Mientras bebían unos refrescos, charlaron recordando viejos tiempos, se conocían desde pequeñas.
-Es tarde, dijo Elisa, mañana madrugo y no puedo quedarme mas.
-Te acompañamos, contestaron las dos amigas al unísono.
-Tengo una investigación pendiente sobre el uso terapéutico de un veneno, continuó ella, no puedo aplazarlo.
-De acuerdo, lo primero es lo primero, continuó la amiga.

Salieron a la calle y Elisa se desplomó en el suelo.

Juani esa noche estaba de guardia, era sanitaria en una ambulancia, la noche estaba tranquila, después de unos días ajetreados.
Comentaba con sus compañeros el tema de las chicas drogadas, le llamaban ya el síndrome de la bella durmiente, aunque aún los médicos no podían explicar como sucedía.
Sonó la llamada de emergencia, otra chica estaba desplomada en la calle.
Salieron a toda prisa, con las sirenas y las luces puestas, cruzando las calles a máxima velocidad.

Poncho era un informático con delirios de grandeza, por eso no tenía trabajo, solo quería dedicarse a su pasión, los robots.
Ultimaba una avispa minúscula para que volará con una microcamara, estaba seguro que conseguiría venderla al ejército por mucho dinero.

La ambulancia con las sirenas conectadas pasaba por debajo de su casa. Era el momento ideal para probar, conectó el robot y lo hizo volar, siguiendo al vehículo sanitario 

La ambulancia llegó donde se había desplomado Elisa.
La atendieron al momento, mientras le hacían las oportunas pruebas.
-Otra bella durmiente, dijo Juani. Hay que llevarla al hospital con las otras.
-Espera contestó su compañero, recuerda que tenemos orden de derivarla al Juan II, el hospital está completo con las otras chicas.
-Tienes razón, venga vamos para allí.

Mientras la avispa grababa la escena, disimuladamente.
El vehículo empezó su marcha con el robot espiando.

-Capitán, otro caso idéntico a las chicas, son cinco ya.
-Vaya! Y aun no tenemos nada. Como va la investigación? Preguntó el capitán.
-Seguimos sin descubrir nada, las otras chicas llevan varios días en coma y los doctores no saben despertarlas. Contestó el policía.
-Supongo, dijo el capitán que esta chica la habrán llevado al Juan II, siguiendo las órdenes?
-Si, dijo el policía, allí está en espera de pruebas especiales.


Elisa estaba en una habitación aislada, sola.
Los médicos tenían una reunión para valorar la situación, después de los otros cuatro casos, se había declarado una situación excepcional.

La avispa agujereó fácilmente el plástico y entró.  

Poncho controlaba la habitación, mientras grababa con la cámara incorporada al robot.

El pinchado en el brazo fue minúsculo, pero suficiente para despertar a Elisa.
A través de un pequeño altavoz oyó la orden.
-Sabes que hay que hacer, solo tienes unos minutos.

Elisa abandonó la habitación, en el pasillo un pequeño armario le proporcionó una bata y una acreditación, se la colgó. 
Mientras la avispa le seguía silenciosamente.

Llegó al laboratorio, sabía exactamente donde encontrar lo que buscaba.
Usó un tubo, con la pipeta sacó seis gotas.
Las descargó en la pequeña burbuja oculta de la avispa.

Volvió al armario, dejo la ropa y la acreditación.
Seguía sin haber nadie en la habitación, esperó unos instantes y llamó al timbre de emergencia.
 Las enfermeras corrían despavoridas, la chica había despertado, no cumplía las circunstancias de los otros casos.
Los médicos abandonaron la reunión y se acercaron a la habitación.
Tenían mucho que preguntar.
Pero Elisa desveló rápidamente su curiosidad.
Les dijo que ella tenía una rara enfermedad, se quedaba dormida sin querer en donde menos esperaba, estaba diagnosticada. Sus amigas no lo sabían y se habían asustado. Por eso llamaron a emergencias.
Pero pudo convencerlos, su crisis ya había remitido, todas sus constantes eran buenas y desde el ordenador central pudieron afirmar que padecía esa enfermedad, estaba registrado.

Elisa salió por su propio pie, se acercó al piso de Poncho.

-Capitán, esta vez ha sido una falsa alarma, la chica tiene una enfermedad, pero no los síntomas de las otras cuatro.
-Menos mal, que alivio. Bueno pues sigan investigando con las otras, a ver si ya descubren alguna cosa. Dijo el capitán.

-Poncho, dijo Elisa, te ha llegado todo bien?
-Si, correcto, tenemos el veneno. Ahora solo falta que Juani lo prepare. Dijo el.
-Estará a punto de llegar, lo necesitamos todo mañana, dijo ella. 
El capitán ya nos ha pasado el horario.
Tienes los trajes a punto, no?
-Si, dijo Poncho, el robot está preparado y nuestra ropa también.

Llamaron al interfono.
Llegaba Juani.

-Sincronizar relojes, oyeron por el auricular.
-Hecho, dijo Elisa.
-Si, confirmó Juani.

El vehículo blindado paró delante de ellas sin verlas.
Los guardia sacaron el carro lleno de billetes y atravesaron el asfalto, mientras abrían la puerta del banco.

La avispa volaba sin ser vista y su aguijón con el veneno se introdujo al instante en el cuello del vigilante, desplomándose.
El segundo hombre se giró sorprendido sin tiempo para reaccionar, el robot ya había pinchado su yugular, la muerte le sobrevino al instante.
El conductor salió corriendo del vehículo gritando.
Elisa abandonó su escondite y se plantó delante de él descargando su spray en la cara del hombre que también se desplomó instantáneamente.
Mientras el guardia jurado salía a la calle tras ver el movimiento extraño de los guardias e intentaba sacar su arma reglamentaria.
Pero otra sombra se cruzó en su camino, el spray de Juani se descargó en su cara, ahogándolo en pocos segundos.

-Vamos, oyeron por el auricular.
Las dos mujeres empujaron de nuevo el carro con el dinero al camión y el nuevo conductor arrancó.

A toda velocidad atravesaron las calles hasta un polígono industrial cercano.
Desde el banco ya habían dado la alarma.
No habían pasado cuatro minutos y el vehículo estaba vacío y con las puertas cerradas.
El dinero estaba a buen recaudo, viajando en un coche de alta cilindrada.

En el asiento trasero se descorchaba una botella de cava.
-Salud, dijo Elisa, por un trabajo perfecto.
-Si, contestó Juani.
Somos millonarios.
-Yo también quiero, pidió el conductor.
-Poncho, dijo Elisa, tu conduce, en un rato estaremos todos juntos y podrás beber. Por cierto, donde tienes nuestra pequeña amiga?
-La avispa está guardadita.
Ha estado perfecta, como vosotras.
 
-Capitán, las cosas se nos complican, dijo el policía, entrando en su despacho.
-Que pasa ahora?
-Han robado un furgón blindado con mucho dinero.
-No puede ser.

Los agentes estaban en la calle, los cuatro guardias estaban muertos.

La pequeña avispa desde su escondite grababa toda la operación.

Una llamada anónima alertó a los policías del furgón abandonado en el polígono y hacia allí se trasladaron.

-Capitán, hemos encontrado el furgón, pero los guardias están muertos. Dijo el policía.

-Que no lo toque nadie hasta que no llegue yo, vamos. Dijo el capitán.

El policía dio las órdenes oportunas, los agentes rodearon el vehículo y esperaron.

La avispa cambió su ubicación, su interés era otro lugar ahora.

Las dos mujeres llegaron a su destino. Entraron en un garaje privado con el vehículo.
Al lado había parado un coche fúnebre muy lujoso.
Guardaron todo el dinero en el ataúd.

Se miraron los tres y juntado las manos, dijo Elisa.
-Empieza la hora de la verdad. Estáis a punto para morir?
-Si, dijeron al unísono.
-Nos vemos en la próxima reencarnación, dijo Juani.

Las policía rodeaba el furgón, el capitán se acercó.
-Jefe, le dijeron, unos cables sospechosos cuelgan de la puerta, los han dejado por descuido o para alertarnos.
-De acuerdo, dijo el, llamen al cuerpo especial, que desactiven ellos la bomba.
Pero no tuvieron tiempo al girarse, el furgón voló por los aires, la explosión alcanzo de lleno a varios policías.

El capitán solo notó un pinchazo y cayó al suelo.
No pudo oír nada más.

-Llamen a emergencias, hay varios agentes heridos, incluido el capitán.

Las ambulancias llegaron en pocos minutos.
Pero solo el capitán estaba malherido, los otros cuatro agentes, a resultas de la explosión estaban muertos.

Al capitán lo subieron en la ambulancia hacia el hospital.

-Poncho, dijo Juani, conecta la bomba. Mientras inyectaba liquido en una vena del capitán.

Pararon el vehículo, transportaron el cuerpo a otro coche oculto.
En pocos instantes la ambulancia saltó por los aires debido al explosivo.

La policía no tardó en llegar, sólo pudieron encontrar entre los hierros, tres cuerpos masculinos y otro femenino.

Con la documentación de la ambulancia y la placa policial de uno de los cuerpos,  todos irreconocibles, dedujeron que eran los tres sanitarios y el capitán.

El policía quería seguir la investigación de las cuatro chicas, pero el nuevo capitán tenía más interés en la bomba de la ambulancia, dejando de lado ese tema y puso a todo el mundo tras ese incidente.

En la iglesia abarrotada por el funeral del capitán, una pequeña avispa, controlaba toda la operación desde el aire, grabando la situación.

Al salir cargaron el ataúd  en el coche, arrancando hacia el cementerio, aunque un pequeño y casi invisible insecto también entró.

La otra pequeña avispa seguía grabando desde el aire.

-Poncho, estamos en situación, dijo Elisa.
-De acuerdo, estamos a dos manzanas, voy a cortar los semáforos.

Justo detrás del coche fúnebre, el rojo paró a los acompañantes.

Dos manzanas después fue otro semáforo quien paro al vehículo, mientras otro idéntico paraba al lado, para sorpresa del conductor, que no tuvo tiempo de decir nada.
La avispa ya introducía su aguijón en su cuello y mientras se desplomaba contra el volante, también mataba al copiloto con su veneno mortífero.

Las chicas bajaron del otro coche y arrastraron el ataúd hasta el suyo, saliendo a mucha velocidad.

Los semáforos se pusieron en verde.
Cuando los acompañantes llegaron a la altura del vehículo parado, este explotó, volando por los aires.

Las policía seguía sin entender nada.
-Quien querría volar el coche fúnebre con el cuerpo? Preguntaba el nuevo capitán.
-No sabemos nada, contestó el policía.
-Cada vez la situación se nos escapa mas de las manos y solo aparecen muertos por todos lados.
-Que podemos hacer, señor? Preguntó el policía.
-Estamos perdidos, creo.
Por ahora sigamos investigando el robo, parece que allí empezó todo.


-Ahora solo falta el golpe final, dijo Elisa. Estáis preparados?
-Yo tengo otro trabajo pendiente, dijo Poncho.
Tengo una reunión con un alto cargo del ejército, parecen interesados en mi robot.
-Claro, claro. Pero primero hay que despertar a las chicas. Dijo Elisa.
-Si, vamos, tenéis que volver a la vida.

Juani entró en el hospital, sabia justo donde ir.
Arrastró la cama con el cuerpo de la chica, inyectó el veneno y la dejó.
Mientras Elisa hacia lo propio con la otra.

Saltaron las alarmas y las enfermeras entraron en la habitación.

Los médicos sólo pudieron certificar la muerte de las dos chicas.
Los cuerpos fueron guardados en la nevera, mientras esperaban la autopsia.

Mientras Elisa y Juani hicieron lo propio con las otras dos chicas, pero esta vez, Poncho tenía preparado el ordenador para inutilizar las alarmas.
Las dos chicas ocuparon sus sitios.
Poncho bajó los cuerpos disimulados y los guardó también en las neveras del hospital.

Las avispas iniciaron su trabajo. El paralizante entró en las venas de Elisa y Juani.
Poncho volvió a conectar las alarmas.

El médico entró en la habitación, por el auricular disimulado en su oído, escuchó.
-Capitán, ya sabes que hacer, inyecta el liquido en su vena como hemos practicado.

En pocos instantes las chicas despertaron e hicieron sonar los timbres de ayuda.

Las enfermeras corrían.
Los médicos aliviados, seguían sin poder explicar nada, pero tenían la satisfacción de haber conseguido salvar a dos chicas.

-Señor, dijo el policía, dos chicas han muerto y dos han despertado.
-Bueno, parece que esto va volviendo a la normalidad. 
Y del robo, que sabemos? Preguntó el nuevo capitán.
-Aun nada, seguimos investigando.

Poncho y el capitán con el coche fúnebre se presentaron en el hospital, llevaban la orden de recoger los cuerpos de las chicas muertas.
El personal se sorprendió, pero todos los papeles estaban en regla y en el ordenador central la orden estaba incluida.
Se llevaron los cuerpos.

Una llamada anónima alertó a las policía, un vehículo fúnebre, estaba parado en un cercano polígono y tenía un ataúd dentro.

Las sirenas y luces no dejaron indiferente a los pocos vecinos.
Pero no tuvieron tiempo de nada, el coche voló por los aires, la bomba dejó poco que ver.

En el hospital no podían explicar como habían despertado las dos chicas, todas sus constantes eran normales.
Les dieron el alta y se marcharon.


-Descorchamos el cava ya? Preguntó Juani.
-Aún no, dijo Poncho.
Mi contacto quiere las avispas.
-Pero si el ejército se queda los robots, descubrirán el plan y podemos tener problemas.
Dijo el capitán.
-Tranquilo, siguió Poncho.
Se hacen pasar por el ejército, pero realmente son terroristas con mucho dinero. Podemos acabar la jugada de forma maestra y doblando el dinero del robo. Después de todo el trabajo que hemos hecho para conseguir el botín, borrando todas las pistas, ahora no va a ser diferente.

El contacto estaba a punto.
Poncho y el capitán llegaron con un coche fúnebre.
Los cuatro hombres estaban esperando, con un vehículo de mucha cilindrada.

-Tenéis el dinero? Preguntó Poncho.
-Si, contestó el terrorista, pero primero los robots, los millones están en el coche.
Poncho sacó un estuche, lo abrió, enseñando sus robots.
-Ya habéis visto como funcionan, el programa que los controla está instalado en este portátil.
Que el capitán enseñó a los hombres.
Estos empuñaron sus armas.
-No creeréis que ibais a salir bien de aquí, no?
Dijo el terrorista.
-Como? Preguntó Poncho, queréis matarnos?
Bien, disparad.
Los terroristas dudaron.
-Sin mi, continuó Poncho, no podréis usar mis robots, necesitáis las contraseñas.

Los hombres se miraron, sin ver como las avispas ya volaban.

Los cuatro robots inyectaron el veneno que Elisa sacó del hospital, en la yugular de los terroristas, desplomándose al instante.

Las chicas salieron del vehículo fúnebre.

Juani inyectó el antídoto en dos de los hombres tumbados en el suelo.

Subieron al otro vehículo y abandonaron el lugar.

Una llamada anónima avisó a las policía que no tardó en llegar a la zona.

-Señor, traigo buenas noticias.
-Explíquese, dijo el nuevo capitán.
-Hemos detenido a dos hombres y podemos demostrar que un clan mafioso y terrorista está detrás de todos estas explosiones y muertos de estos días.
Tenían la droga en su poder, que usaron, para probarla, en las chicas.
Explosivos idénticos a los usados en los coches fúnebres y el furgón blindado. Solo hay una mala noticia, no tenemos ningún rastro del dinero. Ahora mismo están interrogándolos.


-El dinero ya está en la cuenta de Belice. Dijo Poncho.
Ya podemos celebrarlo.
Aquí tenemos nuestras nuevas identidades y los pasajes para mañana. Nos vamos de luna de miel.

Las dos parejas apuraron sus copas y acabaron la noche en las habitaciones.

-Capitán, bueno Luis, según tu pasaporte nuevo, dijo Juani. A que estas esperando para conquistar este cuerpo?
La ropa iba volando por la habitación, mientras la temperatura ascendía.

-Poncho, seguro que me quieres más a mi que a tus avispas? Preguntó Elisa.
-Ellas solo son una distracción, tu eres mi pasión, contestó el.
Mientras la rodeaba con sus brazos.
-Esto no lo estarás grabando? Siguió Elisa.
-Te molesta? Dijo Poncho.
-No, no, pero deja el pabellón bien alto...

-Señor, lo siento, pero hemos perdido la última pista, los dos hombres han muerto, sus corazones no han podido soportar el veneno, por lo visto se lo inyectaron también, dijo el policía. Lo más curioso es la explicación que pudieron darnos, una locura.
-Explíquese, dijo el nuevo capitán.
-Señor, continuó el policía, nos hablaron de unas pequeñas avispas, unos robots controlados por un ordenador que inyectaban el veneno y grababan todo con una pequeña cámara.
-Debían estar ya alucinando por el veneno. Dijo el nuevo capitán.
Aunque bien mirado, seria un interesante negocio.
Volvamos a la realidad.
Si hemos podido demostrar la autoría de esos hombres en el robo y los asesinatos, las chicas están bien, podemos cerrar el caso.

-Solo queda un cabo suelto, dijo el policía. El dinero.
-Si, continuó el nuevo capitán. Tema importante, los seguros se harán cargo.

-Volamos a treinta y cinco mil pies de altura, la velocidad de crucero es de novecientos kilómetros por hora, descansen. En cuatro horas aterrizaremos en Nueva York. Feliz viaje.
Sonaba por los altavoces del avión.

Las dos parejas pidieron unas copas para celebrarlo.
-De luna de miel?
Les preguntaba la azafata.

Ellos se miraron, mientras asentían.

Las risas contagiaron a los cuatro.
Las avispas se removían en el estuche...












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