15 oct 2014

Mentiras de verdad

Emilio era un periodista eficiente, estaba separado y tenía dos hijos, aunque sus buenos momentos ya habían pasado, refugiándose en su profesión conseguía su trocito de felicidad.

Se había especializado en desenmascarar engaños. Cada vez que encontraba anuncios extraños, indagaba hasta descubrir al intruso, sus reportajes estaban muy bien considerados entre varias agencias y la remuneración que conseguía le permitía vivir bien.
Y esta vez no iba a ser diferente se dijo, al leer el anuncio que había encontrado.

'soy Rosario, si quieres mi ayuda, no dudes en llamarme. Me adapto a tus necesidades económicas, saldrás satisfecho.'

Estuvo intentando comprender el texto, curiosa manera de empezar con minúscula, tampoco dejaba claro el tipo de ayuda que prometía, no parecía un anuncio sexual, aunque realmente, aparte de prometer satisfacción, no dejaba entrever nada mas.

Decidió llamar al teléfono referido y ver que pasaba, esos retos eran los que más le interesaban y por descontado, los que más dinero atraían.

Al otro lado de la línea una voz masculina hablaba.
-Diga?
-Hola, buenas tardes, dijo Emilio, preguntaba por el anuncio de Rosario.
-Buenas tardes, contestó el hombre, si, soy yo Rosario, necesita ayuda verdad?
Antes de contestar Emilio, pensó que era muy interesante la acción del hombre, adelantándose con su pregunta.
-Si claro, por eso llamo, pero me ha sorprendido, pensaba que Rosario era una mujer.
-Si es nombre de mujer, pero también se usa en forma masculina, aunque tengo que decirle que es mi nombre de trabajo.
-Ahh! De acuerdo.
-Pero vayamos a su necesidad, usted está buscando felicidad, verdad? Preguntó el hombre.
-Si, como no, contestó Emilio.
-Pues ha venido al sitio adecuado.
Solo necesito hacerle tres preguntas, yo soy sanador, pero no adivino.
-De acuerdo, pero con tres preguntas tiene suficiente para hacerme feliz? Siguió interrogando Emilio, ahora muy extrañado.
-Si, correcto. Además en función de sus respuestas, mi precio variará. Contestó el hombre.
-Me esta dejando muy sorprendido, continuó Emilio, tan rápido es todo.
-Yo no hablé de velocidad sino de preguntas.
-Si, si, disculpe, dijo Emilio, cuando usted quiera.
-De acuerdo, pues, dijo el hombre.
Un silencio estricto inundó la línea de teléfono, hasta que volvió la voz de Rosario.
-Usted, le dijo, mataría o moriría por amor?
-Esa es la pregunta? indagó Emilio.
-Correcto, gracias por su respuesta. Contesto el hombre, desconcertando aún más a Emilio.
-Como, como...?
Si yo no he respondido nada.
-Si, lo hizo ya. Dijo el hombre. Ahora atento a la segunda.
-Pero, pero... Siguió diciendo Emilio.
-No pasa nada, luego lo entenderá todo, esta es la siguiente. 
Cree que tiene suficiente dinero para ser feliz?
-Hombre, respondió Emilio, me gano bien la vida y me gusta mi trabajo.
-Perfecto, esto va de maravilla. Dijo Rosario. Y ahora la última.
Daría tres de cada diez años de su vida por tener un amor intenso y pleno?
-Sigo sin entender estas preguntas tan extrañas, contestó Emilio, usted no está en su sano juicio verdad?
-Mire, esto lo ha empezado al llamar a mi teléfono, las casualidades no existen, las provocamos nosotros, ahora puede colgar y olvidarse o, cosa que le recomiendo, dejarme hablar y continuar hacia su felicidad.

Emilio colgó el teléfono.
Instintivamente su mente se puso en alerta, algo no iba bien, ese hombre no era un estafador típico.
Se quedó mirando el aparato, aunque por otra parte, había perdido una oportunidad inmejorable.

Se convenció de intentarlo de nuevo en un par de días, con otro teléfono y observaría la reacción del hombre aquel.

Mientras pensaba en su acción, recordó que tenía que recoger a su hijo, jugaba un partido de fútbol y a el le gustaba acompañarlo y animarlo.
Su relación con Anna, hacia tiempo que había acabado, ella incluso tenía otra pareja, pero siempre que podía se encargaba de acompañarlos.

No le dio mas vueltas al tema de Rosario y fue en busca de su hijo.

Ya lo estaba esperando en la puerta, subió al vehículo y se acercaron al campo.
El chico bajo a vestuarios, mientras Emilio se acomodaba en la tribuna.
Había poca gente, pero una mujer llamó su atención, era guapa, media melena rubia, bien proporcionada, le pareció muy interesante.
La mujer observó como la miraba y cruzaron un saludo. 

En pocos minutos y mientras los chicos jugaban el partido, conversaron, acercándose los dos. La mujer le explicó que se había separado de su marido, porque la maltrataba físicamente, había cambiado de ciudad de residencia e intentaba empezar una nueva vida con su hijo, que era el nuevo compañero de clase con el retoño de Emilio.
 
Las dos partes tenían mucho en común y el flechazo fue instantáneo, en pocos días la convivencia entre ambos aumentó.
Y se convirtieron en pareja, la mujer se trasladó a vivir a casa de Emilio.

El periodista siguió su trabajo y dejó de banda aquel extraño episodio con Rosario, encontró nuevos temas menos raros y más claros, para conseguir su buen sueldo. Desde el encuentro con Maria todo iba de maravilla.

Tenía una pareja formidable, era el mejor momento de su vida, las agencias se lo rifaban, en los últimos meses sus reportajes habían sido magníficos y su cuenta bancaria estaba bien inflada. No podía pedirle nada más a la vida. Era feliz.

Aquella mañana Emilio se despertó sobresaltado, un mal sueño no le dejaba descansar, creía recordar que hacía varios días que se le repetía.
Era Rosario, en su sueño no paraba de pedirle dinero mientras se reía a carcajadas de el.
Emilio se negaba a pagar y entonces se veía en una cueva en total oscuridad, tumbado y sin poder moverse, despertando sudoroso.

No sabia que hacer, porque recordaba aquella conversación donde Rosario le dijo que las casualidad no existían y en cambio, una casualidad hizo que conociera a María, y varias casualidades dieron como resultado que pudiera completar sus reportajes, además también fue casualidad que aquella agencia lo contratara y le pagará más dinero que nunca.
Intentó contactar de nuevo con Rosario, tenía aquel anuncio bien guardado, aunque cada vez que lo probaba, no acababa de marcar y ya colgaba.
Se dio cuenta que le daba miedo perder lo que tenía.
Tenía que hablar con el.
Las casualidades no existen, se repetía continuamente.

Aquella mañana se convenció de dar el paso, en el desayuno sacó su teléfono, cogió el papel del anuncio y respirando intensamente, marcó el número.

Pero no tuvo tiempo, el movil sonó con la estridente canción que tenía configurada. 
Era María.
-Tienes que venir, decía la mujer por el teléfono.
-Que te pasa? Preguntó Emilio.
-Es Eric, mi exmarido, me ha encontrado. Contestó ella entre sollozos.
-O vienes o la mato, oyó, de nuevo.
Mientras se oía a María llorar de fondo.

Emilio se puso muy nervioso y salió corriendo, su piso no estaba lejos de allí, en pocos minutos subía las escaleras.
Entró.
-Que quieres le preguntó al intruso?
-No tengo nada que perder, contestó el, ya no controlo a mi mujer y no veo a mi hijo, todo me da igual. Tu la quieres?

Emilio giró su vista hacia Maria, que lloraba en la esquina, con la cara ensangrentada.

-Si, la quiero, y tu?
-Pues vas a tener que ganártela. Dijo el hombre.
-Como dices? Preguntó Emilio.

-Mira, listo, siguió el hombre. Estoy muy loco, por eso ella me abandonó, te reto a ganarme.

Mientras sacaba una pistola y colocaba una bala en el cargador.

-Solo tienes que coger el revolver y dispararte en la cabeza, si no pasa nada, continuaré yo. Hasta que uno de los dos muera. El superviviente se quedará con María.
Y no dudes ni un instante, sino te mataré yo directamente con mi otra pistola.
Mientras le apuntaba con el arma.

-De acuerdo, dijo Emilio, pásame el revolver.

Cuando lo tuvo en la mano y empezó a apuntarse en la cabeza, observó que el hombre bajaba la otra pistola, Emilio no dudó ni un instante, apuntó rápidamente a la cabeza de el y disparó.
La bala atravesó el cerebro y dejo inerte en el suelo al exmarido de María.
El charco de sangre ensució todo el suelo y parte de la pared.

Maria siguió llorando mientras corría a abrazarse a el.
-Gracias, gracias...
Le dijo.

Emilio no sabia que hacer y a su mente vino la primera pregunta que le hizo Rosario, ahora entendió que podía responder, el mataría por amor, realmente ya lo había hecho.

Intrigado estaba cuando vio como María limpiaba todo el estropicio.
Las dudas vivieron para hacer desaparecer el cuerpo.
Pero Maria lo resolvió rápido.
-No te preocupes, le dijo.
Tengo buenos amigos. Por un buen pellizco nos ayudaran.
-Que? Preguntó Emilio.
-Si, continuó la mujer, mis amigos tienen un catering, allí es fácil de disimular un cuerpo, triturándolo.
Pero me pedirán dinero, bastante, aunque todo esto servirá para salvar nuestro amor.

Emilio estuvo de acuerdo, sería difícil poder demostrar que había matado al hombre en defensa propia y más  como va la justicia, lo mejor sería, se convenció, en hacer caso al plan de María.

La mujer llamó por teléfono, estuvo unos minutos regateando, mientras Emilio acababa de asimilar que había matado a un hombre.

Después de colgar, le dijo a Emilio cuanto iban a cobrarles por hacer desaparecer el cuerpo.
Y era bastante.
Todo lo que él había ahorrado hasta ese día no llegaba a la mitad.
Pero recordó que podía hipotecar la casa para conseguir el resto, era eso o la prisión se dijo.

Maria volvió a contactar con aquellas personas y aceptó las condiciones, pagarían la mitad y la otra parte en dos o tres días.

Emilio fue al banco, retiró todo el dinero que tenía y contrató el crédito.
En la sucursal se sorprendieron del movimiento de capital y lo interrogaron, pero el los convenció, anunciándoles un nuevo negocio, del que no podía explicar nada. Era todo muy secreto.
El director aceptó.

En pocas horas, dos hombres llegaron a la casa, se ocultaban la cara con unas mascaras discretas. Tapando el cuerpo, montaron una pequeña estancia con unas placas insonoras y se dedicaron a descuartizarlo.
Casi no hicieron ruido.
Poco después se marcharon con unas discretas neveras llenas.

Maria acabó de limpiar la habitación con los productos que trajeron los hombres. Que se llevaron, también el maletín con el dinero.
Le hicieron firmar un contrato, disimulado en una compra de productos, por el valor del resto del trabajo.

En tres días, otro hombre se presentó en la casa, era un cobrador contratado por la empresa, venia a saldar la deuda.
Emilio muy nervioso le entregó el resto del dinero.
Al cerrar la puerta, un suspiro de tranquilidad resonó en la estancia. Ahora sólo tenía que trabajar más y recuperar las pérdidas.
Y el nombre de Rosario volvió a su mente.
Hasta ahora no se había dado cuenta, con la tensión y los nervios de la situación, pero la segunda pregunta de aquel hombre ya tenía respuesta.
El miedo inundó a Emilio.

Dos preguntas se habían cumplido...

Tenia que hablar con Rosario, pues la tercera pregunta, era la mas intrigante de todas, su vida dependía de ello.
Emilio recorría arriba y abajo la estancia continuamente.
Estaba muy nervioso.
Recordaba que la pregunta hablaba de sacrificar años de su vida, pero no cuántos, ni como.

Tenía que llamar, se decía.
Pero no podía.
Eso era ponerse fecha de caducidad.
Prefería no saberlo.
Ahora que disfrutaba de su mejor vida, podía perderla.
Las palabras de Rosario seguían martilleando su mente.
'Las casualidades no existen. Cuelgue y siga su vida. Usted busca felicidad.'
Y sobretodo, la más intrigante ahora:
'Su precio variará según sus respuestas.'

Qué querría decir, se preguntaba.
Como pudo llegar a esa situación.

No podía más con la incertidumbre, buscó el anuncio que tenía guardado y llamó.

-Diga? Sonó al otro lado.
-Rosario? Preguntó el.
-Si soy yo.
-Mire, continuó Emilio, le llamé hace unos días, pero no le dejé acabar de hablar y colgué.
-Pues lo siento por usted, dijo el hombre, si no quiso antes llegar a su felicidad, a través mío, que le ha hecho cambiar de opinión?
-No lo sabe? Volvió a preguntar Emilio. 
-No, claro que no, si tuviera que saber lo que les ocurre a todos los que llaman y se asustan, seria adivino y no lo soy.
-Pero...  Balbuceó Emilio, las preguntas que me hizo, que sentido tiene...
Aunque ahora podría contestarlas.
-Pues me alegro mucho, dijo Rosario, así ya sabe que haría, no?
Ahora cuelgue y déjeme trabajar tranquilo, hay muchas otras personas que necesitan mi ayuda.
-Como? Siguió hablando Emilio. Y me va a dejar con la incógnita?
Las dos primeras preguntas ya las he vivido y aceptado, ahora necesito saber cuanto cuesta esto.
-No se de que me habla, dijo Rosario, pero me esta importunando, cuelgue, yo no puedo ayudarle y dudo que lo hiciera antes, mi labor solo es psicológica, consigo cambiar el ángulo de visión de las personas, para que asuman su condición y sean más felices, después les cobro lo que me pueden pagar, sin más.
-Entonces, continuó Emilio más enfadado, Aquellas preguntas? 
-Con aquello, explicó Rosario, solo consigo saber la necesidad y pena de cada persona, para ayudarla mejor y su desesperación para pagar mi ayuda.
Todo lo que usted haya imaginado no tiene nada que ver conmigo. Buenas tardes.
Y colgó el teléfono.

Emilio no acababa de comprender que había pasado, pero cogió el papel del anuncio y lo rompió, arrojándolo a una papelera.
Era perfectamente identificable una estafa como las que el ayudaba a destapar.
Estuvo tentado de hacerlo, pero aunque no tuviera relación directa, si le había proporcionado una felicidad en su vida que antes no tenía.
Siguió caminando por la calle, tranquilamente.

Habían pasado unos días de aquel último contacto, Emilio había olvidado todo y seguía concentrado en su trabajo.
Estudiando estaba un nuevo anuncio, que tenía muchas condiciones para ser otra estafa, cuando sonó su teléfono.

-Dígame. Habló Emilio.
Unos sollozos se oían al otro lado, cada vez más fuertes.
-Quien es? Preguntó de nuevo Emilio.
Los lloros se intensificaron.
-Pero que pasa? Quien eres?
-Lo que has oído, contestó desde el teléfono, una voz masculina, es tu pareja.
Tiene mucha pena porque la vamos a matar.
-Que, que... Intentó decir Emilio.
-No os vais a salir con la vuestra, habéis matado un hombre y tenéis que pagarlo. Dijo la voz,
Tu tienes la llave de su vida, o nos pagas un rescate o ella morirá.

Mientras de fondo de seguía oyendo como lloraba desconsoladamente María.

Después de unos segundos tensos, Emilio preguntó 
-Que queréis?
-No necesitamos dinero.
Somos una organización y gracias a nuestra ayuda, nos llamo María, pudisteis libraros del cuerpo de aquel hombre. Ahora nuestro máximo jefe esta enfermo. 

Emilio escuchaba atentamente sin entender mucho que le decían.

-De nuestras investigaciones, sabemos que eres compatible.

-Compatible a que? Preguntó Emilio.
-Para un trasplante, le contestó la voz.
O cedes un riñón y parte de tu hígado o ella morirá.
Tienes veinticuatro horas.
Preséntate en esta dirección en ese plazo o despídete de ella.
-Y como se, siguió preguntando Emilio, que es verdad.
Pero ya habían colgado.
Al instante recibió un mensaje de un número  oculto, era un dirección de la ciudad, una gran avenida.
Tenía un día para decidir.

Sin querer se dio cuenta, se cumplía la tercera pregunta de Rosario, con esos trasplantes estaba regalando años de su vida, para salvar su amor, para ayudar a María.

No dudó mucho, estaba decidido, aunque viviera menos años, prefería vivirlos con ella, le había conseguido todo lo que no tuvo anteriormente.

Durmió esa noche, los sueños agitaron su descanso.
Rosario volvía a pedirle sus órganos entre risas y carcajadas, mientras el aceptaba, pero después el sueño finalizaba igual, en una cueva muy oscura, encerrado y sin poder comunicarse con nadie.
Despertó sudoroso y convencido, lo iba a hacer.

Al día siguiente se presentó en la dirección que le habían proporcionado. Una chica joven simpática, le abrió la puerta y le acompañó a una estancia, después de identificarlo.

No tuvo que esperar mucho, al poco un hombre vestido con un traje de aislamiento entró, conectando una maquina, un sospechoso gas inundó la habitación.

Emilio despertó, estaba tirado en la calle, medio borracho, era de noche ya.
Unas personas que pasaron por allí fruncieron el ceño mientras le reprochaban su estado, pero el no podía hablar.
Recordó la situación, se levantó la camisa y pudo ver las cicatrices, dentro de su gravedad, una sonrisa alegro su cara.
-Había salvado a María  Pensó. Ahora tocaba recuperarse y disfrutar del tiempo que le quedaba.
Podría seguir trabajando, aunque mas tranquilo y vivir...

Intentó levantarse, la cabeza le daba vueltas.
De repente vio dos gatos que se acercaban a el.

Pero no podía moverse, uno de los gatos, negro, se puso delante y le habló.

-Hola Emilio, soy Rosario, por fin nos conocemos.

Un inmenso desconcierto inundo a Emilio, pero no podía hablar y siguió escuchando.
-Tu querías ser feliz, pero para serlo tenias que conseguir responder las tres preguntas, ya lo hiciste y muy bien.
Te has ganado tu felicidad total.

Emilio pensaba que debía estar alucinando por culpa de la operación, pero el gato siguió hablando.
-Te voy a contar un secreto muy bien oculto que solo unos pocos aquí saben. El hombre es la ultima evolución en este planeta, pasa por varias reencarnaciones hasta la última.
En función de su aportación al mundo en esas vidas, se convierte en rocas, plantas o animales, pero para los que dieron su vida por los demás, existe una ultima reencarnación en gato, que como sabes, son los animales más independientes e inteligentes que existen, además con varias vidas extras.

A Emilio cada vez todo le parecía más extravagante y fantasioso, pero el gato seguía hablando.

-Tu te lo merecías, por eso en esta última vida, te propusimos ganarte un alma de gato.
No nos has defraudado, a partir de ahora serás uno de nosotros, podrás ser tan feliz como quieras, sin depender de nadie ni de nada.
Emilio, eres ya un gato.
Vive tu vida, te la has ganado.

Emilio cerró los ojos, no tenía más fuerza.

La policía entró en el piso, llevaban varios meses investigando delitos de trata de personas y robo de órganos.
El panorama era desolador, habitaciones repletas de cuerpos en grandes congeladores y el ultimo desgraciado aún en una cama.

Le habían quitado el hígado y los riñones, estaba desangrado.

Varios policías salieron de allí llorando, no podían superar esas imágenes.

A Emilio lo enterraron en el panteón familiar, su ex pareja y sus hijos lloraban.
Mucha afluencia de periodistas amigos suyos llenaban el cementerio.
Las ultimas noticias ligaban su muerte a un ajuste de cuentas, por sus reportajes.

En segundo plano, una mujer rubia, muy bien parecida, esperaba.
Llevaba unos discretos auriculares disimulados en su media melena.
Oyó que le decían.
-Ves el hombre del traje azul, pelo blanco, al lado de la ex mujer de Emilio?
-Si, contestó ella.
-Es nuestra siguiente presa, separado, con problemas familiares y mucho dinero, ya sabes que tienes que hacer...
Le ordenaban.

Ella se acercó discretamente al hombre.

Pero un gato negro se enredó en sus piernas, maullando.

La mujer no entendía nada y se asustó.

El gato maullaba sin que nadie lo entendiera.
-Soy Emilio, por favor María, no lo hagas, tu ultima vida no te dará opción...
La mujer quiso correr, no le gustaban los gatos, tropezó contra pared del panteón, golpeándose la cabeza.
Quedó muerta en el acto, el golpe la desnucó.


Aún podéis descubrir a Emilio, ayer mi gata Monie, me explicó que unas rocas se han formado a la entrada del cementerio y por las noches se puede ver y oír a Emilio, el gato, maullar encima de ellas.




 


  








 




1 comentario:

  1. Hacia tiempo que no me gustaba tanto una historia. Gracias por compartir con nosotros tu don. Un besazo mi cuentista y otro para Monie.

    ResponderEliminar