27 abr 2013

La responsabilidad


Bill se tocó la cabeza, la sangre goteaba en el asiento del coche, el airbag le salvó la vida, el golpe había sido brutal, pero estaba vivo.
Circulaba por la carretera, tranquilamente, cuando otro vehículo que iba muy rápido se le echó encima. Al instante la policía los rodeó, lo estaban persiguiendo.
Pudo salir de su coche, solo tenía una pequeña herida que curiosamente, le produjo una pequeña caja que entró en el vehículo tras el impacto. 
El otro conductor estaba muerto. En la ambulancia le curaron la herida. Firmó el atestado y pudo marcharse, no sin antes, esperar a la grúa y concertar un taxi con su compañía. 
La policía no quiso explicarle nada, pero en las noticias, ya en su casa, escuchó que el conductor muerto había robado, en un laboratorio, secretos industriales y dinero, perseguido por la policía impacto con el otro vehículo, el suyo.
Se acordó de la caja. La vió entrar por la ventanilla lateral, sintió el dolor. Y la sangre. Pero dónde estaba?
Al día siguiente Bill se acercó al taller, su coche esperaba al perito para preparar el papeleo y arreglarlo. Pidió poder recoger sus documentos y al buscar dentro, vió  la caja. 
Como la recordaba, negra, de unos diez centímetros, parecía metálica.
La guardó con el resto de documentos y se marchó.
Ya en casa, la observó más detenidamente, no parecía tener ninguna cerradura, pesaba, estuvo dándole vueltas pero sin resultado.
Bill estaba intrigado. Acercó una luz potente y con la lupa de observar su colección de sellos, se dispuso a mirarla mas concienzudamente.
En una esquina tenía una pequeña muesca, parecía el acceso, con un destornillador muy fino, pudo hacer girar la diminuta marca y se abrió.
Dentro colocada en una esponja a medida, había una piedra luminosa, azulada, espectacular. No se atrevió a tocarla, era diferente a todo lo que había visto. 
Bill dudó, no sabía si presentarse en la policía y entregar la caja o investigar más.
Pero era una oportunidad tan interesante. 
Como escuchó en las noticias que el conductor muerto había robado en un laboratorio, tal vez fuera un experimento. Y si estuviera en peligro?
Pero el color, la luminosidad, la belleza de la piedra, era tal. Que no podía desprenderse de ella. Se atrevió y la sacó de la caja.
Sintió un intenso placer. Una felicidad increíble, estaba eufórico. Necesitaba salir, no podía estar quieto. 
Guardó la piedra en la caja, otra vez y se marchó.
Ya en la calle, observó como la gente desprendía una energía de color, desde el amarillo brillante, que iban sonriendo, hasta un azul muy oscuro, su mente le decía que ese color estaba muy cercano a la muerte.
Se encontró con un mendigo que pedía dinero, la energía que desprendía era muy clara y brillante, Bill sacó unas monedas, se las dió y casi sin saber el porqué, le dijo también, que jugará a la loteria ese día.
Poco después se cruzó con una bella mujer, rubia, con unos ojos muy brillantes, desprendía una energía rosada, muy atractiva para Bill. 
Cruzaron las miradas, la saludó y ella respondió, no la había visto nunca, pero supo que era su media naranja.
La chica se giró y le preguntó.
-Te conozco ?
-Creo que no, contestó el. Pero me encantaría.
-Quieres tomar una copa conmigo? Le preguntó ella.
-Claro, dijo Bill.
Fueron a un bar cercano, entre copas cada vez su atracción se intensificaba, el color rosáceo de la chica iba subiendo de tono, a rojo.
Siguió el primer beso.
Acabaron en su casa. Hicieron el amor, la experiencia para Bill fue excelente. La chica estaba encantada. Decidieron ir a comer para recuperar fuerzas. Ella conocía un buen restaurante.
Al entrar, la sorpresa fue mayúscula, el local celebraba su cliente un millón y eran ellos. 
Los invitaron a una comida excelente. Después del brindis con un poco de champán y el café, decidieron volver a casa de la chica.
Esta vez la experiencia sexual se intensificó. Estuvieron varias horas.
Quedaron exhaustos, pero satisfechos.
Bill estaba muy cansado, se despidió de ella y se marchó a casa.
Pidió un taxi.
Al subir vio la energía que desprendía el conductor, era azul. 
No le gustó nada y le recomendó tener mucho cuidado esa noche, el hombre le dió las gracias por el consejo, pero no podía dejar de trabajar, necesitaba el dinero, cada vez su energía se tornaba más  oscura.
Llegaron a su casa. 
El taxista no quiso cobrarle, por preocuparse por el. Se bajó. 
No había entrado en casa cuando oyó el golpe. Al girarse pudo ver al taxista que había chocado contra el camión de la basura, la policía no tardó en llegar, pero el conductor estaba muerto.
Bill entró en casa, estaba consternado pero muy cansado, casi no tenía fuerzas, llegó a la cama y se durmió al instante.
Despertó, parecía que había dormido mucho, pero solo eran las siete de la mañana, aunque al mirar más detenidamente, lo entendió, había dormido dos días seguidos.
Se levantó, como no tenía trabajo aún, decidió volver a entregar su currículum en varias empresas, los recuerdos se agolpaban en su cabeza, el taxista, la chica, la energía de color. Quiso comprobar hasta donde fué un sueño y salió a la calle, la gente era normal, no podía ver ningún color especial. 
Estaba convenciéndose de la realidad, cuando se le acercó un hombre. Lo abrazó efusivamente mientras le agradecía su consejo.
-Le hice caso, se acuerda de mi? Le dijo.
Soy aquel mendigo desesperado, usé sus monedas para jugar a la lotería y mi vida ha cambiado, vuelvo a ser una persona normal, gracias a usted. Siempre se lo agradeceré. Y le dio un sobre con billetes.
Bill no sabía que decir, cogió el dinero entre abrazos y se despidió del hombre.
Pero entonces, pensó, que parte era sueño o realidad. Como estaba cerca del restaurante, decidió acercarse. 
El camarero lo saludó.
-Buenos días, señor, querrá desayunar?
Aunque hoy le cobraremos, le dijo, mientras se reía. Tendrá que esperar que entren otro millón más de clientes para comer gratis.
Bill decidió comer algo, pero sus dudas se incrementaban. Todo lo había vivido realmente...
Entonces la chica también existía. 
Podría ser culpa de la piedra. No entendía porque ahora ya no veía la energía de la gente, ni su cansancio, bastante acusado.
Acabó el desayuno y se acercó en taxi a casa de la chica.
Llamó pero no contestaron.
Una vecina que pasaba por allí le comentó;
-No encontrará a nadie, la chica que vivía aquí la encontraron muerta ayer, parece que le falló el corazón, algo extraño, era muy joven, pero estas cosas pasan.
Bill quedó conmocionado y muy extrañado. Pero como su cansancio aumentaba cada vez más, decidió volver a su casa.
Al parar en la puerta el taxista le comentó.
-Se enteró usted ?
La otra noche un compañero mío se estrelló contra el camión de la basura aqui mismo y murió.
Bill no contestó, pagó la carrera y subió a casa.
Justo para llegar a la cama y tumbarse.
No podía ser. 
La experiencia había sido muy intensa, no había soñado nada, todo era real, pero porqué estaba tan cansado, se preguntaba.
Decidió investigar más sobre la piedra y el laboratorio, pero estaba tan cansado.
Una idea le vino a la cabeza. Y si la culpa de todo era la piedra luminosa.
Se levantó como pudo, sacó la caja de su escondite. 
La abrió, su luz lo desconcertaba, la cogió en las manos de nuevo.
Al instante notó su fuerza, su energía, volvía a estar pletórico, no le quedaron más dudas.
Necesitaba salir, guardó de nuevo la piedra y se marchó.
Volvía a ver la energía que desprendía la gente, se cruzó con una mujer mayor que arrastraba un carrito de la compra, cojeaba e iba andando muy lentamente. Pero desprendía un color muy brillante, se acercó y le dijo, sin saber el porqué;
-Señora, no se preocupe, la operación será un éxito y podrá volver a ser como antes, fuerte y cariñosa.
La mujer se giró.
-Ojalá tenga razón, buen hombre, después de mi accidente nada es igual, pero mañana me operan.
-Tenga confianza, respondió Bill.
El no entendía porqué daba esos consejos, pero su mente le obligaba.
Al rato se cruzó con una persona joven que iba hablando con sus amigos, eran tres, reían y saltaban por la calle, pero la energía que desprendían era muy oscura. Se paró a su lado y le dijo.
-Ten cuidado, hazte unos análisis, pues tienes una enfermedad muy grave.
El chico quedó parado.
-No puede ser, está usted loco ?
-Hazme caso, ese malestar que tienes, ese dolor de cabeza intenso no tiene buen pronóstico, pero estás a tiempo aún.
El joven no articuló palabra.
No pudo.
Bill siguió su camino.
Se cruzó con una chica espectacular, caminaba lentamente, sus caderas se contoneaban al ritmo de sus pasos. Su falda muy corta y sus altas  botas provocavan unas miradas muy indiscretas, portaba unos grandes auriculares en las orejas a juego con el color de su minúscula camiseta, sus muñecas brillaban de pulseras.
La música la aislaba de los sonidos de la calle, desprendía una energía muy clara y brillante.
Cruzaron las miradas.
Bill siguió su camino, aunque la chica le impactó no quería repetir lo pasado con la otra.
Ella se giró y le dijo, quitandose los auriculares.
-Oye guapo, porque no me invitas a comer y nos conocemos mejor.
No podía creerlo, dudó, la chica le encantaba. Pero solo pensar lo que podía pasar, aunque tampoco era seguro que se repitiera y se arriesgó. Valía la pena.
-Claro preciosa, te invito ahora mismo.
La chica lo llevó a un local de moda. Estaba lleno, pero el camarero los acomodó rapidamente. 
Comieron una paella de marisco increible, regada con un buen vino. Les sirvieron un postre espectacular con una copa de champán, el brindis era obligado.
La chica le insinuó ir a su casa. Bill no dudó un instante
-Claro que vamos, espera que pido la cuenta.
Ella fue al baño.
El camarero se acercó.
-Dice el propietario del local que estan invitados, pueden venir cuando gusten, pues su presencia aumenta mucho la clientela.
Bill no sabía que decir, le dejó propina al camarero, cuando la chica volvió pidieron un taxi y fueron a su casa.
Al llegar, el taxista les pidió hacerse una foto con ellos.
-Mi familia no se lo va a creer. No les cobró. Bill pensó que los había confundido con algún famoso.
Tardaron poco en desnudarse, la temperatura  subía en la habitacion.
Sudaron, el clímax se alargaba, pasaban los minutos, cada vez era más intenso, pero no querían parar. 
Quedaron exaustos, derrotados, dormidos.
Despertaron con la oscuridad, la chica preparó la cena, un plato de spaghettis negros bañados en una salsa de pescado con unas gambas y mejillones. Abrieron una botella de vino. Recuperaron las fuerzas. Despues del brindis, la chica le dijo;
-Quieres postre? Mientras se desnudaba.
El aceptó encantado.
Volvieron los sudores, dispararon la temperatura, probaron varias posturas imposibles. El éxtasis se completó varias veces. Ya de madrugada, casi sin fuerzas Bill decidió marcharse, la chica estaba radiante pero totalmente dormida, le dio un beso y se despidió de ella.
Al salir por la puerta no miró para atrás, se fue contento pero sin observar que la energía que desprendía la chica, cada vez era más oscura.
Llamó un taxi, las fuerzas le abandonaban rápidamente.
Le dio la dirección, se dormía en el coche.
Llegó a su destino, pero antes de salir le dijo al taxista.
-Mañana una gran noticia te alegrará el día, tu mujer no está enferma, ya verás, está embarazada y tendréis a vuestro primogénito.
El taxista que daba saltos de alegría no podía creerlo, se lo agradeció no cobrándole el viaje.
Bill arrastrándose llegó a su casa, justo llegó a la cama y quedó derrotado.
Al despertar la sensación de haber dormido varios días, la corroboró con el calendario, habían pasado tres, pero seguía muy cansado, aunque sabía la solución, buscó la piedra, puso la televisión para ver las noticias.
Mientras destapaba la caja, oyó la noticia del día, en un programa especial hablaban de la súbita muerte de una estrella emergente de la música y modelo de profesión.
Vió la foto, era ella. La chica de los auriculares. No se lo podía perdonar. Otra vez no.
Agarró con fuerza la piedra, esta vez la guardó en su bolsillo.
Había tomado la decisión, era su responsabilidad.
Bajó a la calle, estaba pletórico de nuevo y tenía mucha hambre. Recordaba en la esquina una pequeña cafetería de apertura reciente y entró.
La regentaba una pareja joven muy amable.
La chica le preguntó que quería comer, desprendía una energía muy clara.
Bill contestó.
-Quiero unos huevos fritos con tocino y una cerveza fría, puede ser?
-Claro que si, ahora mismo, mi marido que es un excelente cocinero se los prepara.
Al rato el hombre salió con el plato, olía muy bien y tenía una apariencia increíble. También desprendía una energía muy brillante.
Mientras Bill daba cuenta del plato, la cafetería se llenó de clientes.
Al acabar el desayuno se acercó a la barra para pagar. Pero la mujer no le quiso cobrar y dijo;
-Está usted invitado, con su presencia hemos llenado por primera vez la cafetería, gracias por venir y vuelva cuando le apetezca.
Bill, aún incrédulo y sin saber el porqué, le contestó.
-Le agradezco mucho la invitación, pero no necesitan mi ayuda, les auguro un éxito arrollador de su negocio, pronto tendrán más locales como este, enhorabuena.
La mujer muy contenta entró a decírselo a su marido. Bill se marchó.
Salió a la calle, con su mano tocó la piedra en su bolsillo, ya sabía lo que iba a hacer, solo faltaba encontrar a la persona adecuada.
Un niño lloraba y pataleaba, tenía algún problema con su madre, Bill vio como el crió se zafaba de la mano, de golpe su energía se volvió oscura, mientras que la de su madre perdía brillo.
Sabía que iba a ocurrir pero podía impedirlo, estaba a tiempo.
El Niño se dirigía a la calle, un camión circulaba muy cerca.
Bill agarró al niño antes de cruzarse con el camión, la madre se dio cuenta enseguida de lo que pasaba.
Recogió al niño de la mano de Bill, fue a pegarle mientras le gritaba, pero el lo impidió.
Se acordó del sobre  del mendigo y se lo entregó a la mujer.
-Tenga, hoy es su día de suerte, cómprele a su hijo el juguete que quería y viva intensamente la vida, ya ha visto que fácil puede perderla.
Las gracias de la mujer resonaron durante un tiempo en la calle, mientras abrazaba muy fuerte al niño.
Bill siguió su camino, su búsqueda. 
Llevaba la piedra agarrada con su mano, escondida en el bolsillo.
Y la vio.
Una chica muy guapa, con un vestido muy ceñido, minúsculo, subida en unos impresionantes tacones, con unas gafas de sol muy modernas y rosadas, paseaba dos perros, unos galgos muy esbeltos. 
Solo cruzarse con ella, supo muchas cosas, estaba soltera, su trabajo consistía en salvar esos animales maltratados y conseguir familias para acogerlos, era muy amable y muy guapa.
Cruzaron sus miradas y ella se giró para preguntarle.
-Te gustan los animales?
El le contestó;
-Claro, me encantan y estos que son adoptados más, es tan necesario concienciar a la gente contra el maltrato.
Ella quedó rendida.
-Quieres venir?
Comemos alguna cosa y charlamos un rato, tienes algo que me atrae mucho.
Bill aceptó.
Entraron en un discreto restaurante, a Bill le llamó la atención un cartel que había en la puerta.
'Se admiten animales de compañía en la terraza interior'
Por eso la chica lo llevó allí.
Entraron, charlaron animadamente mientras comieron un excelente plato, ensalada tibia de pasta con langosta regada al Oporto. La acompañaron con un vino blanco bien frío.
Bill entendió que era la persona ideal. 
Después de comer, el dueño del local, no quiso cobrarles, le pareció tan buena la labor de la chica que quiso colaborar.
Ella invito a Bill a su casa. Quería enseñarle más cosas.

Llegaron paseando.
Los perros pasaron a una habitación preparada mientras ellos entraron en otra.
Se lo enseñó todo.
Se quitó la ropa lentamente para que Bill pudiera disfrutar del espectáculo, después lo desnudó a el.
Al quitarle los pantalones la piedra cayó al suelo, ella se sorprendió, pero el no le dio importancia y le dijo.
-No te preocupes, solo es una piedra, un talismán que llevo siempre conmigo. Luego lo recojo.
Se besaron apasionadamente, hicieron el amor, la temperatura se disparó como el éxtasis. Los gemidos se multiplicaban al ritmo del placer. 
Bill no sabía si la piedra tenía la culpa, estaba debajo de la cama, pero cada vez que  llegaban al clímax era mas intenso.
Ya de madrugada quedaron rendidos.
El se despertó cuando amanecía, aún tenía energía suficiente, ella irradiaba luminosidad. Sabía que no se equivocaba.
Se vistió, la besó y se marchó.
Buscó un taxi y llegó a su casa, ya no veía la energía.
Pagó el viaje y subió.
Sabía que tenía poco tiempo.
Encendió el ordenador y envió un mail a la dirección de la chica.
Se acostó en la cama, estaba agotado, se durmió.

Después de varios días los vecinos se quejaron, la policía tiró la puerta abajo y entró. 
Bill estaba muerto. 
La autopsia decidió que su corazón había explotado. Nunca pudieron explicar el porqué, lo mas normal era encontrar rastro de drogas pero no era el caso. 
Si extrañó al médico la alta radioactividad del cuerpo, infrecuente pero no peligrosa.
Las noticias daban la exclusiva hacía unos días. Una caja negra que contenía rastros de plutonio había sido robada de un laboratorio, recomendaban no tocarla, en caso de encontrarla y contactar con la policía.

Ella encendió su ordenador, había dormido muy bien desde que tuvo la relación con aquel chico, aunque luego desapareció. Tenía que volver a su trabajo, a salvar mas perros maltratados, cuando vio el mail, supo que era el.
La historia la impresionó, las lágrimas se escaparon de sus ojos, entendió que Bill estaba muerto.
Se acercó a la cama, se agachó y miró debajo de la cama.
Ahí estaba.
Una piedra azulada y luminosa. La tuvo en la mano mientras la miraba.
Sintió su energía.
La sensación era impresionante...

1 comentario:

  1. Ainsssssssssss........Muuuuuuu en el estilo que me gusta!Sexo,muerte,renuncia y entrega.Gracias cuentista.

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