9 may 2013

La mirada


Lo último que recordaba eran aquellos ojos azules.
ahora estaba en una celda. No había dormido, estaba seguro, pero su mente se negaba a recordar.
Entró un policía.
-Seguro que no quiere contarnos  nada? Le preguntó. Su abogado llegará pronto, pero antes, quiero explicarle una cosa, usted es el tercer hombre que detenemos esta semana coincidiendo en los hechos, después de un robo al banco a cara descubierta, según testigos, meten el dinero y la pistola en un vehículo que se va a toda velocidad. Al llegar la policía no recuerda nada de lo que hizo. En los tres casos son hombres bien vestidos sin antecedentes.
Carlos, estaba extrañado.
Entonces dedujo que había robado un banco. Pero el solo recordaba los ojos azules.
Algo pasó por su cabeza. Era un flash. Un chispazo.
Se abalanzó sobre el policía, lo empujó mientras le quitaba la pistola.
Y salió corriendo.
-Dejarlo, oyó. Está armado. Que se marche como los otros, sabemos quien es.
Al salir a la calle, tiró la pistola en una papelera.
Andaba rápido, miró atrás, no le seguían. Llamó un taxi.
Le dio la dirección de su casa. El taxista asintió. Mientras la radio daba noticias.
-Desde KLFM la última curiosidad. La policía acaba de confirmarnos que han habido tres casos muy similares está semana de robos a bancos.
Los tres sospechosos operaron siguiendo la misma técnica en diferentes días, aunque están desaparecidos, la policía tiene sus identidades y procederá a su detención en breve.
Carlos oyó su nombre y dos mas que no conocía, mientras desde la emisora pedían colaboración a la gente.
Decidió actuar, seguro que su foto saldría en la tele, estaba seguro de no haber atracado ese banco. Pero tenía que protegerse.
Recordaba una tienda de disfraces cerca de su casa y cambió la dirección al taxista.
Entró, compró una peluca, una barba postiza y unas gafas. 
Quedaba bien, ya más tranquilo, entró en un bar y se disfrazó.
Tenía que recordar, mientras saboreaba un café, fue repasando su mente.
Pero en el punto de los ojos azules se acababa todo, hasta el momento en la celda.
No podía ser, tenía que haber algo más.

Un movimiento extraño le llamó la atención, una pareja que estaba en una mesa cercana, se levantaron, no hablaban, solo se miraban a los ojos.
Ese detalle le hacia recordar.
Los siguió discretamente, no sabía porqué, pero tenían algo atractivo y su mente se negaba a dejarlos.

La pareja se separó, el hombre iba delante a unos metros de la chica. 
Entró en un banco.
La chica se subió en un coche aparcado.
Esperó.
Pocos minutos después, el hombre salió del banco corriendo, le dio el dinero y la pistola a la chica y se quedó quieto.
Carlos fue rápido, de un salto se plantó al lado del coche, abrió la puerta y subió, mientras la chica aceleraba.
Sorprendida le dijo.
-Quien eres tú, apuntándole con la pistola.
Carlos levantó las manos, se apartó la barba y la peluca y contestó.
-Dímelo tu.
-ah!! Eres tu. Pero como has llegado a mi?
-Ya sabes más que yo, contestó el.
La chica paró el coche y mientras seguía apuntándole con la pistola le miró a los ojos.
-Azules, claro, dijo el.

La policía llegó al banco, detuvo al ladrón que estaba parado en la calle y lo llevó a comisaría.

Carlos despertó en una cama, estaba desnudo, solo.
Se levantó, el piso no era muy grande, la puerta estaba cerrada, decidió esperar, en la cocina había una cafetera y preparó café.
La puerta se abrió, entró la chica.
-Como estas hoy? Has pasado buena noche?
-Como? Preguntó Carlos.
-Perdona, siempre olvido que nunca recordáis nada, dijo mientras reía.
-Bueno, me vas a explicar todo este lio.
-Claro, contestó ella. Después tampoco recordarás nada.
La miró a los ojos buscando respuestas, pero no eran azules.
-Tus ojos?
-Si, dijo ella, son verdes ahora.
Prepararé un café, he traído unas pastas, así desayunamos y te lo explicó todo, me has caído bien y en la cama eres excepcional.
Carlos seguía sin entender nada.
Mientras degustaban  cafe, la chica le explicó la historia.

-Carlos, amor mío, tu y yo somos pareja desde hace tiempo. Todo esto es un montaje preparado por nosotros.
Hace un año te detectaron una enfermedad rara, necesitamos mucho dinero para curarte, demasiado.
Gracias a mi trabajo en un laboratorio, pude conseguir unas lentillas de un experimento, para hipnotizar a otras personas.
Son azules, de ahí tu recuerdo.
Con ellas consigo que otros hombres roben el banco por mi, sin riesgos, me den el dinero y así puedo pagar tu tratamiento.
-Y porque entré yo en el robo? Preguntó Carlos, a mi esto no me convence.
-Porque querías vivir nuevas experiencias. Piensa que la identidad que tenías al robar el banco era falsa, ellos no saben quien eres, además como ibas a olvidarlo todo, tampoco te importaba mucho, no pueden acusarte, como a los otros, investigarán, pero no llegarán a nada. Solo nos falta otro robo y tendremos el dinero, luego nos iremos lejos, te operaran y así podremos vivir juntos.
Las lentillas ya están vendidas a una organización, nos darán mucho dinero por ellas para vivir tranquilos muchos años y juntos, amor.
Carlos no acababa de entenderlo, pero ella se expresaba tan bien, era tan tierna. 
Se abrazaron.
Acaba de desayunar, yo voy a cumplir mi último robo para ti.
La chica entró en la habitación, se cambió de vestido, más sugerente, se perfumó, al salir se despidió de Carlos.
La miró a los ojos. Azules.

Estaba en la celda, no entendía nada, entró el policía.
-Su abogado llegará pronto, seguro que no quiere decirnos nada?
La primera vez puedo entenderlo, pero la segunda...
Aunque esta vez no escaparás.
Carlos tenía la mente totalmente espesa, su abogada le explicaba que había robado dos veces un banco en una semana, que sería muy difícil ayudarle.
Aunque el solo veía sus ojos azules, era guapa, muy guapa...

Un flash pasó por su cabeza, no sabía como, pero tenía una pistola en la mano, amenazó a la mujer, consiguió que abrieran y se escapó llevándola de rehén.

El policía quedó sorprendido, no podía tener una pistola, era imposible.

Carlos le preguntó a la chica por su coche, subieron y salieron a toda velocidad.

Mientras la apuntaba con la pistola,  sus ojos azules lo hipnotizaban.

Despertó en la habitación, en la cama, desnudo. Recordaba esa escena levemente.
A su lado estaba ella.
-Quien eres, le preguntó Carlos.
-Soy yo amor.
Tranquilo, tu enfermedad no te deja vivir, pero mientras tu mente quiera, seguiremos viviendo juntos.
La miró a los ojos, eran verdes.
Ella lloraba.




1 comentario:

  1. Jajajajajajaja y yo esperando recordarla!! Muy de mi estilo....me encanta las historias en las que no terminas con el "y fueron felices" Asi como la vida misma.Un besazo cuentista....

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